A casi cincuenta años de su estreno, The Exorcist (El Exorcista, 1973), película de William Friedkin escrita por William Peter Blatty y basada en su propia novela, es promocionada como "la película más aterradora de todos los tiempos", y debo confesar que es una afirmación que desde niño me ha parecido exagerada e injustificada.
La primera vez que la vi fue en los ochenta, a los 12 o 13 años de edad, y me pareció aburrida. Mi madre y tíos me habían contado que cuando se estrenó la gente salía aterrorizada de los cines antes de que acabara, que algunos vomitaban en la sala y sufrían pesadillas semanas después de verla. Y no entendía por qué. Me parecía lenta y rebuscada, con efectos pasables y sin una sola escena capaz de causar sobresalto.
Aclaro que entonces ya había visto películas de horror más recientes, con un tono y sensibilidades distintas, como Halloween, Friday the 13th (Viernes 13), Poltergeist (Juegos Diabólicos) y A Nightmare on Elm Street (Pesadilla en la Calle del Infierno), y mi idea de lo que era una película de horror era muy distinta a la de quienes se atemorizaron con The Exorcist antes de que yo naciera.
Años después la volví a ver y aprendí a apreciarla mejor como una buena película, pero aún sin hallarla aterradora. La volví a ver hace un par de años gracias a que una de las cadenas de cine en México acostumbra proyectar algunos clásicos del género durante el mes de octubre, y se trató de la versión extendida aparecida a inicios de siglo.
En términos generales, mi apreciación no ha cambiado: se trata de una buena película de suspenso con tintes de horror sobrenatural de corte religioso, pero nada en ella me parece aterrador o siquiera perturbador. Incluso debo confesar que hubo un par de momentos que me hicieron reír, lo que no tiene nada de malo porque hay que entenderla como un producto de su época.
La historia sigue a Chris (Ellen Burstyn), una actriz que trabaja en una película que se filma en la Universidad de Georgetown y renta una casa para vivir cerca de la locación por el tiempo necesario. Poco después de instalarse, Regan (Linda Blair), su hija de doce años, empieza a actuar de forma perturbadora. Chris la lleva al médico, y tras muchos estudios pasan de creer que se trata de algo provocado por el estrés a considerar un padecimiento mental, pero medicamentos y tratamientos no parecen tener efecto alguno.
Desesperada, Chris solicita al Padre Karras (Jason Miller), un sacerdote en una iglesia cercana a su casa, que revise a Regan. El padre accede, y concluye que la chica es víctima de una posesión. El problema es que a causa de una pérdida reciente él atraviesa una crisis de fe, y no está seguro de poder ayudarla, así que informa a su diócesis lo que encontró, y pronto envían al Padre Merrin (Max von Sydow), un veterano sacerdote con experiencia en la realización de exorcismos, y juntos tratan de ayudar a Regan.
El exorcismo se extiende por semanas, y somos testigos de manifestaciones sobrenaturales en la recámara de Regan: su cama se sacude, la chica levita, habla con la voz del demonio y usa un lenguaje poco apropiado para una chica de su edad, y realiza toda clase de grotescas acciones mientras se mofa de los esfuerzos de ambos sacerdotes. Drama y tragedia, una investigación policíaca y un análisis de la naturaleza de la fe se suceden antes de que la película llegue a una resolución mayormente satisfactoria.
La mayor fortaleza de la película son las actuaciones, desde von Sydow, que entonces tenía 44 años de edad y se sometía a largas sesiones de maquillaje para interpretar al anciano cura, hasta la debutante Blair, sin experiencia como actriz y quien consiguió el papel en una audición no programada. Miller era un dramaturgo que tampoco tenía experiencia como actor, y a pesar de ello se antoja difícil que la cinta hubiera funcionado con un elenco distinto. Se dice que el estudio quería a Marlon Brando para el papel de Merrin, y fue Friedkin quien lo bloqueó.
El propio Friedkin encontró resistencia del estudio, pues Blatty, que además de adaptar su novela fue productor de la película, lo quería a él, pero sólo tras el éxito de The French Conection (Contacto en Francia, 1971), su película anterior, el estudio aceptó que dirigiera la película. El papel del Padre Karras fue ofrecido a Jack Nicholson y Paul Newman quería hacerlo, pero contrataron a Stacy Keach (¿alguien recuerda la serie ochentera de Mike Hammer?). Una prueba de cámaras convenció a Friedkin de dar la parte a Miller y pagar la salida de Keach.
Supongo que mucho del escándalo y controversia que se dio alrededor de la cinta se debe a su inusual tratamiento de la religión, pues aunque el catolicismo era tema común para cineastas europeos, Hollywood siempre había evitado cualquier clase de crítica o comentario sobre la iglesia o religión, así que es normal que una cinta que explora la naturaleza de la fe, sobre todo en un contexto de horror, provocase toda clase de reacciones adversas.
El Exorcista fue la primera película de horror nominada al Oscar como mejor película, una de diez nominaciones en total, aunque sólo ganó en las categorías de mejor guion adaptado y mejor sonido. Su éxito provocó la aparición de decenas de películas de horror sobrenatural con tintes religiosos, y abrió puertas al cine de horror que permitieron un mejor desarrollo del género. Más allá de la apreciación que se tenga de ella, es innegable que es una parte importante de la cultura pop, objeto de toda clase de homenajes y parodias.
No estoy seguro de todos los cambios incorporados en la versión extendida, más allá de escenas adicionales de la posesión, como la "caminata arácnida" de Regan en las escaleras y algunos retoques digitales. Hay un ligero cambio al final de la cinta, y se da tiempo a una trama secundaria sobre el detective que investiga la muerte de otro personaje en las míticas escaleras que son quizá la locación más famosa de la película. Esa subtrama me parece que está de más, pero no afecta en mayor forma el desarrollo de la historia.
No cabe duda que The Exorcist es una buena película, pero creo que la insistencia en describirla como una experiencia aterradora crea expectativas imposibles en una audiencia acostumbrada a otra clase de cosas, y es posible que quienes la ven por primera vez reaccionen de forma similar a como lo hice cuando era niño. Es una historia que se beneficiaría de ser descrita como suspenso sobrenatural, y aun así es necesario entenderla como producto de su época, una película que merece respeto del mismo modo que lo hacen piezas de museo y documentos históricos.
El éxito de esta película se debió a la fuerte impresión que en su momento dejó en la audiencia (su clasificación permitía que la viera toda la familia), ya sea porque la novela de Blatty, y por tanto la película, estaban inspiradas en hechos reales, o por sus temas y efectos especiales que, salvo para cualquier aficionado al cine de horror, eran inusuales. Para sensibilidades modernas, los temas resultan blandos, y los efectos, más allá de la excelente labor de maquillaje, son obsoletos de un modo que no es tan evidente en otras películas realizadas en la misma época.
The Exorcist es un clásico hecho y derecho y vale mucho la pena que, si nunca lo han hecho, la vean al menos una vez. Sólo recuerden hacerlo conscientes de que el mundo en que fue creada era distinto al que conocemos, y no se hagan muchas expectativas sobre su capacidad para asustarlos o al menos impactarlos. Se trata de una experiencia que vale mucho la pena, aun si no es por las razones que podrían esperarse. Absolutamente recomendable.
Excelente tu blog. Me suscribo.
ResponderBorrar¡Muchas gracias! Qué gusto que sea de tu agrado.
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