Pocas criaturas en el mundo de la ficción cautivan la atención del público del modo en que lo hacen los vampiros. Son parte del mundo del cine desde la aparición de Nosferatu (1922), de F.W. Murnau, que de paso estableció un elevado estándar de calidad para el género. Desde entonces hemos tenido toda clase de interpretaciones de estos seres, y en particular disfruto cuando alguien encuentra un nuevo enfoque para abordarlos, y ése es el caso de Thirst (박쥐 - Bakjwi), película surcoreana de 2009.
Escrita, dirigida y producida por Park Chan-wook, el título original de esta cinta significa murciélago, y de acuerdo con el cineasta lo eligió para proyectar una sensación de horror. El interés de Hollywood por su trabajo era alto luego del éxito internacional de su Trilogía de Venganza, formada por Sympathy for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Lady Vengeance (2005), así que no fue sorpresa que Focus Features ayudara a financiar la película, y ellos eligieron Thirst (sed) como título internacional.
Park trabajaba en un guion para una película de vampiros desde el 2000, y en 2002 habló con Song Kang-ho sobre la posibilidad de interpretar al personaje principal cuando estuviera listo para filmarla. Le tomó algunos años, pero lo hizo, y además de Song reunió a un elenco formado por Kim Ok-bin, Kim Hae-sook, Shin Ha-kyun y Park In-hwan. La película se exhibió en el Festival de Cannes en 2009 y ganó el premio del jurado antes de iniciar su distribución internacional.
La historia sigue a Sang-hyun, un sacerdote católico que asiste como un voluntario en un hospital. Desesperado por el sufrimiento delas víctimas de una enfermedad conocida como el "virus Emmanuel", se ofrece como voluntario en un laboratorio que trabaja en el desarrollo de una vacuna. Enferma y parece morir, pero tras recibir una transfusión de sangre de origen desconocido mejora, y se convierte en el primer sobreviviente entre los 500 sujetos de prueba del laboratorio.
Poco después descubre que siente un irrefrenable apetito al oler o ver sangre. Se ha convertido en un vampiro. Su situación se complica cuando reaparece en su vida Kang-woo (Shin Ha-kyun) un amigo de la infancia que está enfermo, y Sang-hyun se siente atraído por su esposa, Tae-ju (Kim Ok-bin). La atracción es mutua y pronto inician una relación secreta. Entre su aventura y su condición, Sang Hyun se aparta de la iglesia y la Sra. Ra (Kim Hae-sook), madre de Kang-woo, le ofrece asilo, sin saber que facilita sus encuentros con Tae-ju.
La película se centra en el apasionado romance secreto entre Sang-hyun y Tae-ju y explora los extremos a que son capaces de llegar para estar juntos, lo que resulta en un drama que tiene a Kang-woo y la Sra. Ra como víctimas. Que él sufra de vampirismo es sólo una complicación extra con la que deben lidiar, y al principio sólo implica que sea incapaz de hacer cosas durante el día, pues el sol lo quema, y que busque formas creativas de conseguir sangre para saciar su sed sin necesidad de matar o lastimar a algún inocente.
Esto lleva a momentos que rayan en la comedia negra, y hay un par de escenas que incluso me hicieron pensar en Cronos, de Guillermo del Toro, sobre todo por la forma en que la cinta presenta el vampirismo como una enfermedad y humaniza a quienes la padecen. En ese aspecto, me parece importante recalcar que a pesar del erotismo implícito en la relación carnal entre los protagonistas, los vampiros de Park están muy lejos de las sensuales y seductoras criaturas de la noche presentes en otras películas del género.
Desde muy temprano se establece que Sang-hyun es una buena persona, dispuesto a sacrificar su vida para ayudar a otros, así que no sorprende verlo buscar formas de alimentarse sin lastimar a otros. El mayor cambio que la sangre de vampiro provoca en su personalidad es el apetito carnal que lo lleva a abandonar sus votos de castidad, e incluso cuando comete actos reprobables, lo hace siempre con la intención de ayudar a los demás, incluso si su pasión puede cegarlo a las manipulaciones de los demás.
En Thirst, Park evita algunos de los elementos más comunes y gastados de la mitología vampírica en el cine. No vemos criaturas de largos colmillos que rehuyen al ajo o los crucifijos, ni habitan en lúgubres castillos o mansiones que abandonan sólo de noche para atacar inocentes mientras se ocultan de valientes cazadores. En vez de eso, el talentoso realizador opta por crear un melodrama de corrupción moral. ¿Hasta donde puede caer un hombre bueno tras sucumbir a la tentación? ¿Cómo enfrentará las consecuencias de sus acciones?
Park crea una cinta saturada de subtextos, y esa fascinante riqueza de ideas rodea su exploración de las distintas facetas de su vampiro: amante, asesino, parásito, defensor. Todo eso describe a Sang-hyu en algún momento, y aun así no abarca toda la complejidad del personaje. Sumen temas como el suicidio o el temor a la muerte, y quizás puedan empezar a hacerse una idea. El resultado es un implacable asalto a los sentidos que lleva al espectador de tiernos momentos a horrores inimaginables, y todo bañado en humor negro y un descarado erotismo.
Thirst no es una película perfecta, pero no necesita serlo. Su disección de la fallida moral humana basta para que el espectador intente asimilar sus ideas mucho después de terminar la película. Su dramático empaque está tan bien logrado que uno olvida los triángulos pasionales que ha visto o leído antes. Meses después de que la vi por primera vez me enteré de que Park afirmaba que su historia estaba inspirada en Thérèse Raquin, novela del siglo XIX de Émile Zola y, si la han leído, debiera ser obvio, aun si el libro no incluye sacerdotes ni vampiros.
Tentación y pecado, traición y muerte, culpa y redención son algunos de los temas explorados en Thirst y son parte importante de lo que la vuelve una historia de vampiros tan diferente a lo esperado del género, y son razones más que suficientes para que todo aficionado al género la vea. Y si nunca les han interesado los vampiros, pero disfrutan historias que analizan la condición humana, puede que se lleven una sorpresa. Absolutamente recomendada.
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