Un día como hoy pero hace 96 años nació Elmore Leonard (1925–2013), escritor estadounidense que inició su carrera en los 1950 escribiendo westerns, pero más adelante se especializó en ficción criminal y thrillers de suspenso. Raylan Givens, protagonista de varias de sus novelas, aparece en la serie de TV Justified, y otras historias suyas han sido adaptadas al cine, como Get Shorty, Out of Sight, Rum Punch (Jackie Brown) y 3:10 to Yuma. Por aquí he comentado un puñado de novelas suyas.
En julio de 2001 el New York Times publicó un texto de Leonard en que el autor compartía sus diez reglas para escribir. El ensayo resultó tan popular que poco después se editó como libro ilustrado, y pronto otras publicaciones y autores decidieron emularlo, lo que dio pie a la publicación de decálogos y listas similares de varios otros escritores. A continuación les comparto mi traducción del texto original.
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Estas reglas que aprendí a lo largo del camino me han ayudado a mantenerme invisible mientras escribo un libro y me han permitido mostrar lo que sucede en la historia en vez de sólo contarlo. Si tienes facilidad para el lenguaje e imágenes y adoras el sonido de tu voz, puede que la invisibilidad no sea lo que buscas, así que puedes saltarte estas reglas. Aun así, tal vez quieras echarles un vistazo.
Nunca empieces un libro con el clima.
Si es sólo para crear una atmósfera y ningún personaje reacciona al clima, no quieres que sea algo demasiado largo. Es probable que el lector decida saltarse eso en busca de algún personaje, aunque hay excepciones. Si eres Barry Lopez, quien tiene más formas de describir hielo y nieve que un esquimal, puedes hacer todos los reportes de clima que desees.
Evita los prólogos.
Pueden ser molestos, sobre todo si se trata de un prólogo que sigue a una introducción que a su vez viene después de un prefacio. Su uso es bastante común en libros de no ficción, pero en una novela un prólogo es trasfondo, y eso es algo que puedes agregar en donde tú quieras.
Hay un prólogo en Sweet Thursday, de John Steinbeck, pero está bien, porque un personaje en el libro expone el mismo punto del que tratan mis reglas. Dice: "Me gusta que haya muchas charlas en un libro, pero no me gusta que nadie me diga cómo luce el tipo que está hablando. Quiero poder descubrir cómo se ve a partir de la forma en que habla... averiguar lo que piensa por el modo en que habla... Me gustan las descripciones, pero no muy largas. A veces quiero un libro que se suelte y use mucha palabrería... quizá que tome algunas lindas palabras o cree una canción con el lenguaje. Eso es agradable. Aunque me gustaría que todo eso quedara de lado para no tener que leerlo. No quiero que toda esa palabrería se mezcle con la historia".
Nunca uses un verbo que no sea 'decir' para impulsar los diálogos.
Cada diálogo pertenece al personaje, el verbo es el escritor siendo metiche. Decir es much menos intrusivo que gruñir, musitar, advertir o mentir. En una ocasión leí a Mary McCarthy cerrar una línea de diálogo con un "aseveró", y tuve que hacer una pausa en la lectura para ir por el diccionario.
Nunca uses un adverbio para modificar el verbo 'decir'...
...advirtió severamente. Usar un adverbio de esta manera (o de casi cualquier otra) es un pecado mortal. Al usar una palabra que distrae e interrumpe el ritmo del diálogo, el escritor queda expuesto. En uno de mis libros hay un personaje que dice que solía escribir romances históricos "llenos de adverbios y violaciones".
Mídete con los signos de exclamación.
No se permiten más de dos o tres por cada cien mil palabras de prosa. Sólo si tu talento para jugar con las exclamaciones es similar al de Tom Wolfe se te permite usarlos en abundancia.
No uses expresiones como "repentinamente" o "se desató el caos".
Esta regla no requiere explicación. He notado que los escritores que usan "repentinamente" también tienden a abusar de los signos de exclamación.
Usa con mesura el caló y dialectos regionales.
Si empiezas a escribir fonéticamente y llenas la página con apóstrofes no serás capaz de parar. Checa la forma en que Annie Proulx captura la esencia de las voces de Wyoming en su libro de cuentos Close Range.
Evita detalladas descripciones de los personajes.
Steinbeck cubrió ese tema. ¿Cómo se ven "el americano y la chica que lo acompañaba" en Colinas como elefantes blancos, de Ernest Hemingway? "Ella se quitó el sombrero y lo puso sobre la mesa" es la ´unica referencia en la historia a una descripción física, y aun así puedo ver a la pareja y los conozco por el tono de su voz, sin que tampoco haya adverbio alguno a la vista.
No incluyas demasiados detalles en la descripción de lugares y cosas.
No lo hagas a menos que seas como Margaret Atwood y puedas pintar escenas con el lenguaje o seas capaz de escribir paisajes al estilo de Jim Harrison. Incluso si eres bueno en eso, no quieres agregar descripciones que detengan la acción o el flujo de la historia.
Y, por último:
Trata de omitir la parte que los lectores tienden a saltarse.
Esta regla se me ocurrió en 1983. Piensa en lo que te saltas al leer una novela: gruesos párrafos de prosa que es notorio contienen demasiadas palabras. Lo que el escritor hace al escribir así es perpetuar palabrerías, quizás mientras vuelve a intentar describir el clima, o entró a la mente del personaje y el lector, o ya sabe lo que éste piensa, o no le importa. Les apuesto a que nadie se salta los diálogos.
Mi regla más importantes es una que suma las diez.
Si suena como algo escrito, debo reescribirlo.
Del mismo modo, si la gramática apropiada interfiere, se tiene que ir. No puedo permitir que lo que aprendí en las clases de español y redacción afecte el ritmo y sonido de la narrativa. Ése es mi intento de mantenerme invisible, de no distraer al lector de la historia con escritura obvia. (Joseph Conrad solía decir algo acerca de cómo las palabras interfieren con lo que quieres decir).
Si escribo desde el interior de las escenas y siempre desde el punto de vista de un personaje en particular (aquel cuya visión sea mejor para dar vida a la escena) puedo concentrarme en que las voces de los personajes te digan quiénes son y lo que acerca de lo que ven o lo que está pasando, y yo estoy fuera de tu vista.
Lo que Steinbeck hizo en Sweet Thursday fue convertir los títulos de sus capítulos en indicaciones, a veces oscuras, de lo que abarcan. "Aquel amado por los dioses también enloquece" es uno, "Mal miércoles" es otro. El tercer capítulo se titula "Palabrería 1" y el capítulo 38 es "Palabrería 2", que son advertencias al lector, como si Steinbeck dijera, "Aquí es donde me voy a adornar con mi forma de escribir, pero no quiero entrometerme en la historias. Puedes saltártelo si quieres".
Sweet Thursday se publicó en 1954, justo cuando a mí me empezaban a publicar, y nunca he olvidado ese prólogo.
¿Que si leí los capítulos de palabrería? Cada palabra.
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