Los vampiros son uno de los temas favoritos de muchos aficionados al horror, pero han sido objeto de tantas series, películas, libros, cómics, videojuegos y más, que es complicado hallar formas interesantes de usarlos o historias que no se sientan repetitivas. Uno de los intentos más recientes es Night Teeth (Fauces de la Noche), película original de Netflix estrenada hace unos días.
El protagonista de la historia es Benny (Lendeborg), un estudiante que vive en un barrio en las orillas de Los Angeles sueña con convertirse en productor musical, y quien vende tareas y ayuda con sus exámenes a otros estudiantes para obtener ingresos extra. Una noche, su hermano Jay (Castillo), que trabaja como chofer en un servicio de transporte de lujo, tiene un misterioso compromiso y planea cancelar un servicio, pero Benny lo convence de dejarlo trabajar en su lugar.
Sus pasajeras son un par de jóvenes y atractivas mujeres, Blaire (Ryan) y Zoe (Fry), que desean visitar varios lugares y volver a casa antes del amanecer. Con ellas Benny se sumerge en una vida nocturna que no sabía que existía, y antes de entender lo que ocurre se ve en medio de una lucha de poder que involucra clanes rivales de vampiros, pandillas que saben de su existencia y los mantienen a raya, y un misterioso grupo de cazadores de vampiros. ¿Podrá sobrevivir o caerá víctima de las criaturas de la noche junto con el resto de Los Angeles?
La principal fortaleza de la película son las actuaciones. Lendeborg tiene el carisma necesario para convencer como el inocente y soñador chico que descubre la vida secreta de su ciudad, y como el único personaje que en realidad recibe desarrollo hace un gran trabajo para mostrar muchos de sus miedos y sueños con sutiles cambios en lenguaje corporal y expresiones faciales. Ryan y Fry no tienen mucho con qué trabajar, pero se las arreglan para crear a dos contrastantes y enigmáticas vampiresas con tantas similitudes como diferencias.
La falta de desarrollo de personajes no es tan grave como podría ocurrir con otra película porque guionista y director aprovechan la popularidad de los vampiros y asumen que todo mundo conoce las reglas y mitología generales con variaciones básicas. Una estilizada y atractiva secuencia de entrada explica que las películas de vampiros muestran de forma equivocada los detalles, pero tenemos vampiros que arden bajo la luz del sol y a quienes hay que apuñalar en el corazón para matarlos, lo que sólo elimina los tradicionales elementos religiosos.
Los tibios intentos por construir un mundo alrededor de la trama central son tan torpes que se convierten en una distracción, pues todo se presenta en diálogos expositivos que rompen el flujo de la historia. La explicación sobre la ciudad dividida en cinco zonas, con vampiros y pandillas que operan bajo las reglas de una tregua, se convierte en ruido de fondo, pues nunca aprendemos nada sobre la estructura organizacional de los vampiros o las diferencias entre las pandillas, y de haberse omitido todo eso la película sería más ágil.
Algunos parlamentos y un puñado de escenas apuntan a una intención de hacer de Los Angeles una parte integral de la historia, pero nada en la trama destaca qué es lo que hace única a la ciudad. Las vagas alusiones a quién la controla y al verdadero poder detrás de Hollywood se vuelven molestas porque no van a ninguna parte, y pese al importante papel que tienen en la trama, las pandillas, en particular las de hispanos, parecen sólo un pretexto para justificar la diversidad del elenco y algunas elecciones de vestuario.
En ese sentido, Night Teeth se siente como una contraparte a Vampires vs. The Bronx en el sentido de querer involucrar la situación política y social de la ciudad en la lucha contra las criaturas de la noche, aunque aquella tenía muy clara su postura y ésta no parece estar segura de lo que quiere decir, lo que acentúa la deficiente construcción de mundo. Ambas películas tienen deficiencias, pero las dos salen mayormente bien libradas gracias a sus carismáticos y talentosos elencos, lo que no cambia el hecho de que podrían haber sido mucho más.
Destaco en particular la labor visual de Night Teeth, desde la ya mencionada y por desgracia nunca igualada secuencia de entrada, hasta el atractivo uso de luz neon en tintes azules, verdes y rosas para iluminar sus nocturnos escenarios, hasta un atractivo uso de cámaras y encuadres. Aunque hay muchas cosas en que la película falla, jamás se podría decir que carezca de una identidad visual, incluso en la decisión de dejar la mayoría de sus secuencias de acción en segundo plano y centrar su atención en el protagonista.
Sería muy fácil explayarme en hablar sobre lo que me gustaría que la película hubiese hecho. Sí, enfocarse en una noche de locura en que un inocente joven se viese arrastrado al oscuro mundo de secretos ocultos en la vida nocturna de Los Angeles, con escenas de acción bien coreografiadas en clubes nocturnos, hoteles de lujo y las calles de la ciudad, donde las pandillas y cazadores de vampiros sumaran a la acción sin necesidad de explicar las políticas detrás de sus acciones. Pero ésa no es la película que Dillon y Randall querían hacer.
Al final, Night Teeth es una entretenida pero olvidable historia de vampiros, y pese a todos sus defectos, la sólida labor de un carismático elenco la convierte en una disfrutable experiencia que debe satisfacer, al menos por un rato, las expectativas de cualquier aficionado al género de vampiros, además de ofrecer algo más de cien minutos de entretenimiento desechable para cualquier espectador en busca de pasar el rato.
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