Llegado octubre solemos ver una avalancha de estrenos de horror, que sumados al mucho material del género disponible en los catálogos de los distintos servicios de streaming puede hacer difícil que algunos proyectos reciban la suficiente atención, y me parece que ése es el caso de No One Gets Out Alive (Nadie Sale con Vida), película estrenada en Netflix la semana pasada.
Ámbar (Rodlo) es una joven mexicana que a la muerte de su madre decide emigrar a los Estados Unidos como ilegal. La razón para elegir como destino Cleveland, Ohio es que allá vive Beto (Barrera), un primo de su mamá a quien nunca ha visto, y quien ofrece conseguirle empleo en la empresa donde trabaja. El problema es que, en vez de contarle la verdad, le dijo que había nacido en Texas, donde su madre vivió por un tiempo, y ahora le urge conseguir una identificación que acredite ese origen o no podrá conseguir trabajo.
A fin de ahorrar dinero lo más pronto posible, Ámbar deja el motel en que se hospedó al llegar y busca alguna opción más económica, que es como llega a una pensión que alquila habitaciones sólo a mujeres solas. Poco después de mudarse empieza a sufrir pesadillas, tanto sobre la vieja casona en que ahora vive, como de los últimos días de su madre en el hospital donde estuvo internada. Cuando además empieza a ver y escuchar cosas en la casa, decide que ésta debe ser la causa de sus pesadillas, y hace lo posible por salir de ahí.
El problema es que cuando decide que no puede quedarse ahí ni una noche más acaba de perder su empleo, Beto está fuera de la ciudad, y no tiene a donde ir. Habla con Red (Menchaca), el administrador de la pensión, acerca de la posibilidad de recuperar su depósito, y aunque este accede a devolvérselo, eso significa que tiene que regresar a la casa, sin saber que hacerlo será el comienzo de su verdadera pesadilla.
En la superficie, No One Gets Out Alive es una convencional historia de fantasmas con un giro sangriento, pero el inteligente montaje y construcción de la historia, sumado a buenas actuaciones, en particular de Rodlo, resulta en una interesante película que se eleva por sobre otras adiciones recientes al género y recuerda a algunos clásicos de horror gótico, además de que añade una buena carga de comentario social, y todo aderezado con un efectivo uso de elementos mitológicos aztecas, con todo lo que esto implica.
Aunque la película no es perfecta (el tercer acto se enreda un poco y, a mi parecer, da más respuestas de las que necesitaba), se trata de la clase de historias que se quedan con uno mucho después de terminada, considerando algunas de las propuestas que hace, y eso es algo que siempre se agradece. Además, se trata del debut como director de largometrajes de Santiago Menghini, lo que hace aún más impresionante que haya sido capaz de imbuir una personalidad propia a su película además de uno que otro rasgo estilístico.
Imagino que parte de las razones para mover la historia de Birmigham, donde transcurre la novela, a Cleveland, fue la posibilidad de añadir el tema de los migrantes, lo que da una riqueza adicional a la construcción de mundo, pues además de lidiar con temas como la pobreza o la vulnerabilidad de mujeres solas en ciudades desconocidas, incorpora el siempre delicado tema de los inmigrantes ilegales, y los riesgos en que estos incurren en su desesperado intento por ganarse la vida en una tierra extraña.
Los realizadores hacen un gran trabajo con las locaciones, integrando la lúgubre y tenebrosa construcción gótica a la historia, y complementando el helado clima de Cleveland con una espectral iluminación en la que predominan los tonos fríos, lo que crea el entorno ideal para una película más preocupada por construir una atmósfera perturbadora que por hilar tramposos sobresaltos apoyados en la edición de sonido, y el resultado es una cinta que se siente inesperadamente fresca a la vez que genera sensaciones familiares.
Ahí tiene mucho que ver el tema de la migración, pues la protagonista, una mujer joven e indefensa, enfrenta un entorno hostil en busca de sobrevivir en un lugar que es evidente no la desea ahí, lo que se convierte incluso en una justificación para aceptar vivir en una casa de aspecto siniestro administrada por un par de misteriosos hermanos. Todas las inquilinas son mujeres inmigrantes, y uno debe preguntarse, ¿qué tan mal están las cosas afuera si la perturbadora pensión les parece una opción aceptable?
La mezcla de horrores reales y sobrenaturales, y un consciente uso del tema de los migrantes, acentuado al alejar la historia de cualquier ciudad fronteriza y mostrar inmigrantes de distintas partes del mundo y no sólo de México o Centroamérica, resulta en una sólida historia que ofrece pocos sustos pero mantiene una sólida y perturbadora sensación de amenaza que a la larga es aún más efectiva. El uso de los fantasmas me parece más cercano a lo que uno vería en una película de Guillermo del Toro que a una historia de horror convencional.
Como mencioné antes, creo que la película ofrece demasiadas respuestas para su propio bien, pero a pesar de ello, No One Gets Out Alive es una atmosférica historia de horror y suspenso, aderezada con tintes góticos y una fuerte carga de comentario social que resultan en una experiencia satisfactoria para casi cualquier aficionado al género. Sin duda una opción bastante atractiva entre la abrumadora oferta actual de entretenimiento.
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