La semana pasada comenté Midsommar, la más reciente película de Ari Aster, lo que me hizo pensar otra vez en Hereditary, la película de 2018 que lo lanzó a la fama y que en su momento no comenté porque la vi en una época en que tenía casi abandonado este blog, pero supongo que se trataba de un pendiente que bien vale la pena atender.
La historia sigue a la familia Graham, formada por Annie (Colette), una artista de dioramas en miniatura que acaba de perder a su madre, su marido Steve (Byrne), y sus hijos adolescentes Peter (Wolff) y Charlie (Shapiro). Pronto nos enteramos de que Ellen Leigh, la madre de Annie, no era precisamente una madre y abuela amorosa, y su mente parecía haberse deteriorado en sus últimos años, razón por la que nadie en la familia parece estar sufriendo la pérdida, lo que perturba un poco a Annie.
Tal vez Charlie, una retraída chica de 13 años de mirada perdida y quien parece estar más a gusto haciendo extrañas esculturas y juguetes que interactuando con los demás, es la única que parece echar de menos a su abuela. La familia en general no parece interesada en expresiones de afecto o en nada que refleje lo que sienten o su estado de ánimo. Pronto descubrimos que del lado de Annie su familia tiene un largo historial de padecimientos mentales, lo que podría explicar esa extraña cerrazón emocional.
Mientras Annie busca consuelo en un grupo de apoyo, la situación en casa no mejora, y pronto tanto ella como Charlie creen haber visto a la abuela. Cuando una nueva tragedia golpea a la familia, las cosas empeoran, y Steve es el único que parece no verse afectado por lo que está ocurriendo. ¿En verdad ocurren cosas extrañas en la casa de los Graham, o es sólo un ejemplo más de la deficiente salud mental que parece haber aquejado a la familia desde varios años atrás.
No quiero hablar mucho de la trama porque no hay forma de que lo que diga parezca congruente sin revelar sucesos importantes o algún giro argumental, lo que significaría estropearle la experiencia a quienquiera que aún no haya visto esta excelente película de suspenso y horror psicológico. Aster hace un gran trabajo con la construcción de su historia, creando una perturbadora atmósfera que proyecta al espectador la sensación de que algo no está bien con esta familia, aún si no estamos seguros de qué es.
Para que la historia funcione, es importante la forma en que va revelando poco a poco el pasado de la familia, de modo que cada nueva revelación parece irnos llevando cada vez más cerca de entender qué es lo que sucede. Además del buen trabajo de guion, habría que destacar las actuaciones, en particular de Toni Collette como la madre desesperada que siente que su familia se desintegra a su alrededor y quien es consciente del historial de padecimientos mentales de su familia, lo que la estresa aún más.
Milly Shapiro también hace un gran trabajo con su forma de interpretar a Charlie, que de muchas maneras es un catalizador para mucho de lo que ocurre en la historia. Alex Wolfe realiza una sólida interpretación de un adolescente perdido, que no parece hallar el modo de darle dirección a su vida, y se refugia en un sopor que le permite ignorar lo que sucede a su alrededor, al menos hasta que se ve rebasado por las circunstancias e incapaz de seguirse refugiando en su escapismo juvenil.
Aster y su cinematógrafo, Pawel Pogorzelski, hacen un excelente trabajo al usar el espacio e iluminación como herramientas narrativas para mostrar el estado mental de cada personaje en escenas específicas, o creando tensión al realizar close-ups de objetos punzocortantes o peligrosos, momentos diseñados para causar en el espectador la creciente sensación de que algo terrible está a punto de suceder, pero teniendo la claridad mental para que cuando eso finalmente sucede, es aún peor de lo que esperábamos.
Mención aparte merece el diseño de audio de la película, que en vez del gastado recurso de mezclar música ominosa con un estruendo sincronizado con una súbita revelación en pantalla para provocar un sobresalto, hace un inteligente uso de música y efectos de sonido para acentuar la perturbadora historia. Si no tuvieron oportunidad de verla en cine, espero que cuenten con un buen home theater o equipo de audio, y si no es así y la van a ver solos, les recomiendo usar audífonos, pues el sonido maximiza la experiencia.
Se pueden buscar influencias de clásicos del género en la película debut de Aster, pero del mismo modo que tiene una evidente deuda con películas de fantasmas y posesiones como The Amityville Horror (El Horror de Amityville), The Exorcist (El Exorcista) y, sobre todo, Rosemary's Baby (El Bebé de Rosemary), es también evidente la influencia, sobre todo en la primera mitad de la película, de los intensos dramas psicológicos de familia como los realizados años atrás por Mike Leigh o Atom Egoyan.
A diferencia de esas últimas películas, que suelen estar llenas de personajes dañados que contienen su ira y dolor antes de un violento estallido emocional (aunque Hereditary también los tiene), Aster reemplaza estos últimos por algo más oscuro y hasta cierto punto surreal, que es justo lo que da una identidad propia a su película más allá de acusar muchas influencias. En ese sentido, ésta es una cinta sumamente violenta, pero a un nivel emocional y no de la física y sangrienta manera a la que solemos reservar ese adjetivo.
Al final, Hereditary es una película devastadora por la manera en que se aproxima de un modo realista a las muchas formas en que la gente dañada lidia con la pérdida, ya sea encerrando el dolor en su interior y dejarlo devorarnos desde adentro, o buscando el modo de reflejar ese sufrimiento en los demás, con ataques verbales capaces de infligir un dolor similar o superior al que sentimos, y a menudo una combinación de ambos. Y es ese peso emocional lo que hace de esta película una experiencia perturbadora en varios niveles.
No es una película para todo público, pues gente demasiado sensible puede sufrirla de un modo particularmente fuerte, pero si no es su caso y andan en busca de una película capaz de afectarlos psicológica y emocionalmente, pocas veces hallarán una que lo haga de forma tan poderosa y perturbadora como la opera prima de Ari Aster. Altísimamente recomendada.
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