martes, 12 de octubre de 2021

The Invisible Man (El Hombre Invisible, 2020)

Ahora que repasaba algunas de las películas de horror producidas por Blumhouse, me di cuenta de que nunca escribí sobre The Invisible Man (El Hombre Invisible), película de horror y ciencia ficción de 2020, escrita y dirigida por Leigh Whannell y vagamente inspirada por la clásica novela de H. G. Wells. Si no me equivoco, fue la última película que vi en el cine, y supongo que mis actividades de los días posteriores a verla hicieron que omitiera su reseña.

Hace cinco años se esperaba que un remake de The Invisible Man fuera parte del universo oscuro con que Universal Pictures planeaba revivir su línea de películas de monstruos, pero el fracaso de The Mummy en 2017 echó por tierra esos planes y se anunció que cualquier remake de sus películas de monstruos sería independiente. Jason Blum siempre había mostrado interés por los monstruos de la Universal, así que aprovechó para presentar una propuesta que agradó al estudio y en 2019 empezó a trabajar en ella. Reclutó a Whannell como director, y juntos armaron el elenco con Elisabeth Moss, Aldis Hodge, Storm Reid, Harriet Dyer, Michael Dorman y Oliver Jackson-Cohen.

Cecilia Kass (Moss) es una arquitecta que sufre de agorafobia y acaba de escapar de una relación tóxica. Literalmente escapar, aunque para ello tuvo que drogar a su marido, Adrian Griffin (Jackson-Cohen), un exitoso ingeniero óptico. Desde entonces vive con James (Hodge) y Sydney (Reid), un detective de policía y su hija adolescente, que son amigos de Cacilia y su hermana Emily. Un par de semanas después, Tom (Dorman), hermano y abogado de Adrian, le informa que éste se suicidó y le dejó cinco millones de dólares.

Pero el testamento tiene una cláusula inusual, pues la condición para que Cecilia reciba la herencia es que conserve su estabilidad mental. Ella sospecha que se trata de un truco, que Adrian quiere jugar con su cabeza, pero no tiene pruebas. Trata de retomar su vida, pero toda clase de extraños incidentes se suceden a su alrededor, haciéndola pensar que Adrian fingió su muerte y encontró el modo de atormentarla sin ser visto. Cuando Emily muere en circunstancias misteriosas, Cecilia es recluida en una institución mental, pero su pesadilla apenas comienza.

Whannell hace un trabajo impecable con el concepto, pues más allá del exagerado elemento de ciencia ficción que alimenta su trama, convierte su historia en una exploración de cómo la gente es abusada y manipulada al quedar atrapada en una relación destructiva. El tema se vuelve aún más poderoso al sacar de cuadro (pero no de la mente) al abusador, lo que hace que la clase de silencioso trauma que afecta a muchas mujeres se vuelva una insoportable amenaza tangible, que no por ser invisible resulta menos peligrosa.

La mayor parte del horror en esta película es psicológico, construido alrededor de los efectos que la tortura a que Adrian somete a Cecilia tienen en ella, y que se van acumulando y creciendo en intensidad conforme avanza la trama. La escalofriante construcción dramática recae en enfatizar la soledad emocional que el abuso provoca en sus víctimas, y un gran trabajo de cámaras nos permite entender la forma en que Cecilia se ha visto aislada del mundo que le rodea, incapaz de pedir ayuda y debiendo aprender a valerse por sí misma.

El guion de Whannell evita la mayoría de los clichés que van de la mano con casi cualquier intento de crear heroínas fuertes desde una perspectiva masculina y deja espacio para que el personaje de Cecilia crezca de forma orgánica y muestra gran variedad de matices emocionales que cobran vida de mano de otra gran interpretación de Elisabeth Moss, quien sin muchos aspavientos se ha convertido en una de las grandes heroínas de la pantalla gracias a su trabajo en series y películas como The Handmaid’s Tale y Us.

Y justo ésa es la gran fortaleza de la película: construir la historia alrededor de la víctima, dejando que el villano pase a segundo plano sin que por ello pierda importancia. Éste Adrian Griffin es uno de los grandes monstruos del cine contemporaneo, un claro ejemplo de la forma en que aquellos con dinero abusan de los privilegios y poder que vienen con esa riqueza, y a quien llena de satisfacción la sola idea de doblegar la voluntad de las mujeres a su alrededor. Un villano ideal para la generación "Me Too". 

The Invisible Man es un thriller más que una película de horror, pero que no haga saltar o gritar ni provoque risas nerviosas en la audiencia no lo hace menos perturbador. Con un gran oficio y estilo Whannell encuentra nueva vida en un concepto aparentemente obsoleto, y profundiza en problemas contemporáneos de forma efectiva y oportuna mientras explora temas atemporales, y lo mejor de todo es que lo hace sin tratar de erigirse como campeón del feminismo, prefiriendo una sutil exposición de las cosas.

Un ejemplo de la seguridad con que construye la historia y sus personajes se da en la forma de reinventar algunos clichés, como la idea de la mujer amenazada a quien nadie cree y todos consideran loca, o convertir la usualmente gris figura de un abogado en una de las presencias más siniestras en la película, en buena medida gracias a la brillante interpretación de Michael Dorman. Tras el éxito de esta película el realizador ya prepara una secuela, y se dice que Blumhouse y Universal quieren que se encargue también del remake de The Wolf Man.

The Invisible Man en una emotiva y emocionante reinterpretación de un concepto clásico, realizada con inteligencia y alimentada por una inesperada relevancia actual, propulsada por una gran actuación de Elisabeth Moss, y es la mejor razón para agradecer que el universo oscuro de Universal no se haya podido concretar. Sin duda una película más que recomendable.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario