Durante décadas los cómics fueron considerados como entretenimiento de segunda, lectura barata para niños. En realidad ése nunca fue el caso, pero el dominio de los cómics de superhéroes relegaba a la oscuridad a otra clase de títulos. En la segunda mitad de los 1980, las editoriales buscaban formas de expandir su base de lectores y abrieron las puertas a toda clase de experimentos. Dick Giordano y Karen Berger, de DC Comics, viajaron a Inglaterra en busca de escritores con ideas frescas, y al hacerlo cambiaron la historia del medio.
Berger fue la responsable de supervisar la mayoría de las series en que estos escritores venidos del viejo mundo reimaginaban viejos conceptos, de forma tan distintiva que esas series eran informalmente conocidas como los "Berger books" (los títulos de Berger), que un par de años después recibirían su propio sello (Vertigo) y uno en particular, mediante uso de recursos y temas más literarios, cambio la percepción que muchos tenían acerca de los cómics y sus posibilidades como medio narrativo: The Sandman.
Creada por Neil Gaiman con Sam Kieth y Mike Dringenberg como artistas y con portadas y diseños adicionales de Dave McKean, la serie partió en noviembre de 1988 y fue un éxito inmediato. La propuesta inicial era para ocho números, pero pronto Gaiman recibió luz verde para seguir sus historias en una serie regular. Cuando aquellos primeros números se recogieron en un tomo, las librerías lo recibieron con los brazos abiertos, en buena medida gracias a los elogios de autores tan populares como Stephen King y Clive Barker, entre otros.
A más de treinta años de su aparición, las distintas ediciones de esta serie siguen en las listas de los más vendidos, y tras una exitosa adaptación como audiodrama el año pasado, y el anuncio de una serie original de Netflix para el año entrante, es un hecho que el interés por estas historias sólo seguirá creciendo. Por eso, aunque en el pasado ya escribí un poco sobre ella, decidí que era buen momento de echarle un vistazo más a fondo a este cómic, así que comencemos con Preludes & Nocturnes, tomo que recoge los primeros ocho números de la serie.
Al concluir Black Orchid, primer trabajo de Gaiman y McKean para DC, Berger les encargó hacer algo nuevo con el nombre de una vieja propiedad de la editorial. Gaiman eligió Sandman, nombre de un vigilante de fines de los 1930 y también usado por un superhéroe de Jack Kirby en los setenta. Presentaron su propuesta y la editora sugirió a Sam Kieth como artista. Sumaron a Mike Dringerberg como entintador, Robbie Bush como colorista (desde 2010 todas las ediciones usan nuevo color, obra de Daniel Vozzo) y Todd Klein a cargo de los rótulos.
La historia parte en 1916, cuando Roderick Burgess, mago y ocultista inglés, líder de una sociedad secreta, adquiere un grimorio con el que planea celebrar un ritual que, si funciona de acuerdo a sus planes, le permitirá capturar a la Muerte, lo que lo convertiría en el hombre más poderoso sobre la faz de la Tierra. Pero algo sale mal con su invocación, y en vez de la Muerte su prisionero es otra entidad inmortal: Lord Morfeo, el señor de los sueños, mítica figura que, entre otras cosas, inspiró la historia del arenero que da nombre a la serie.
El confinamiento de Sueño tiene efectos que se sienten por todo el mundo. Por todas partes abundan los reportes de gente que se quedó dormida y despierta sólo por un rato cada cierto tiempo, así como de otros individuos incapaces de conciliar el sueño, o que duermen pero no descansan, pues son incapaces de soñar. Tampoco es raro que haya personas que no quieren volver a dormir por temor a las pesadillas que los esperan cada vez que cierran los ojos.
Morfeo aguarda pacientemente por la oportunidad de escapar. Burgess fallece y todas sus propiedades pasan a manos de su hijo Alex, quien no comparte del todo las ambiciones de su padre y eventualmente cede el control de su sociedad secreta a alguien más. En 1988, un anciano Alex, temeroso ante la cercanía de la muerte, hace un último pero infructuoso intento por entablar un diálogo con Sueño. Poco después, uno de sus centinelas se queda dormido, y el señor de los sueños escapa, no sin antes vengarse del hijo de su captor.
A lo largo de los siguientes números somos testigos de los esfuerzos de un debilitado Morfeo por recuperar los objetos de poder que le fueron robados y que al paso de los años se perdieron. Su búsqueda no sólo nos permite entender más sobre sus poderes y dominios, sino que establece el lugar que entonces ocupaba dentro de la mitología DC, pues para recuperar sus herramientas debe pedir ayuda al ocultista John Constantine y a la liga de la justicia, además de hacer una visita al mismísimo infierno.
Aunque la colección lleva por títula Preludes and Nocturnes, al momento de su publicación el arco argumental formado por los primeros siete números se conocía como More than Rubies (Más que rubíes), en tanto que el octavo número, en especial memorable por tratarse de la introducción de Death (Muerte(, la hermana mayor de sueño, era un epílogo a aquella historia, ofreciendo un buen cierre en caso de que no hubiera habido más, pero creando el marco ideal para la aparición de nuevas historias.
Estos primeros números de la serie hacen un gran trabajo al presentar de una forma clara no sólo a Sueño, sino a muchos personajes secundarios, y ofrece el primer atisbo a elementos que más adelante formarían parte importante de la mitología de la serie. Volver a leer este volumen me hizo recordar algunos de mis momentos favoritos de casi treinta años atrás, cuando los leí por primera vez: La venganza de Morfeo, el duelo en el infierno, el día de pesadilla en una apacible cafetería, y una tarde al lado de la Muerte, entre otras cosas.
Por momentos la historia no fluye de la mejor manera, y el propio Gaiman ha declarado más de una vez que todo fue un proceso de aprendizaje tanto para él como para sus artistas, pues ninguno de ellos había trabajado antes en una serie continua. La narrativa está construida de una forma que sólo puedo describir como modular, a partir de viñetas que muestran los efectos de la ausencia de Morfeo, desde el desmoronamiento de su reino hasta las aflicciones relacionadas al sueño que afectan a la humanidad.
Las alusiones literarias de Gaiman son poco sutiles, sobre todo comparadas con su trabajo más reciente o incluso con lo que haría más adelante en la misma serie. Referencias a Alistair Crowley, citas de distintos libros y alusiones visuales o textuales a toda clase de obras relacionadas con magia, el infierno o temas metafísicos. Además, hay un curioso cambio de tono. Si alguna vez han escuchado que alguien describe The Sandman como una historia de horror, es muy probable que se deba a los primeros números de la serie.
Esto se debe a que el oscuro arte de Sam Kieth, que parece mantener un delicado balance entre hermoso y grotesco, resalta algunas de las características más oscuras de la historia de Gaiman, lo que resulta en un atmosférico y opresivo horror de tintes góticos. Abrumado por lo ambicioso del proyecto, Kieth renunció mientras trabajaba en el quinto número porque sentía que no era el artista indicado para esta serie. A partir del número seis, Dringerberg se convirtió en el nuevo dibujante y se sumó a Malcolm Jones III como entintador.
El rebuscado diseño de página de Kieth, con exageradas perspectivas y ángulos inusuales, le sentaba bien a un relato de magia y extraños poderes, y Dringenberg parece un artista más apto para historias ancladas en la realidad, pero con espacio para lo fantástico. No sé qué tanto pesó el cambio de artista en el tono de los guiones, pero el horror poco a poco quedó en segundo plano. Aun así, el sexto número, primero dibujado por Dringenberg y titulado 24 Hours, es el que todos recordamos como una gran historia de horror.
Me parece importante mencionar el trabajo de Todd Klein, que en esta serie hizo cosas que hoy día, gracias a las técnicas digitales de rotulado se han vuelto cosa común, pero en aquel entonces nadie hacía: rótulos en distintos colores, fuentes específicamente diseñadas para algunos personajes, y globos y cajas de texto que ayudan a resaltar la naturaleza, intención u origen de todos y cada uno de los parlamentos que aparecen en el cómic. No por nada ganó el Eisner como mejor rotulista todos y cada uno de los años que la serie se publicó.
El tema del color es algo que a veces genera controversia. La intención original al encargar a Daniel Vozzo que recolorease las páginas era aprovechar que mientras se preparaba la edición en gran formato de los volúmenes Absolute se creó una versión remasterizada del arte original, que no sólo permitió apreciar de mejor manera el arte, sino que ponías en evidencia las limitaciones del color original, que además fue creado con la idea de que sería impreso en papel periódico y no en el papel de gran calidad que se usa en ediciones de lujo.
A casi treinta y cinco años de su debut, The Sandman se mantiene como una excelente historia que desafía cualquier intento de limitarla con etiquetas. Neil Gaiman, Sam Kieth y Mike Dringenberg, con asistencia de Malcolm Jones, Robbie Busch, Daniel Vozzo y Todd Klein crearon un clásico moderno que sigue cautivando la imaginación de lectores de todo el mundo, y estos primeros ocho números son una excelente introducción al mágico mundo que la próxima serie de Netflix pondrá en la conciencia de millones de personas.
The Sandman: Preludes and Nocturnes es un volumen que se ha reimpreso varias veces en ediciones de pasta dura o blanda, además de que existen volúmenes Absolute y Omnibus que incluyen muchos números más, pero sin importar el formato en que lo lean, les recomiendo hacerlo y mantener la mente abierta a algo que en su momento parecía revolucionario y hoy día aún conserva mucha de la frescura que le permitió destacarse en medio de un competitivo mercado. Sin duda una lectura de lo más recomendable.
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