En 2016 se estrenó Perfetti Sconosciuti, una dramedia italiana que, a pesar de lo complicada que es la distribución de películas ajenas a Hollywood, tuvo un fuerte impacto alrededor del mundo gracias a los varios remakes realizados en distintos países a lo largo de los siguientes dos o tres años, incluyendo una versión española y una mexicana, ambas tituladas Perfectos Desconocidos, de las que sólo he visto la primera, dirigida por Alex de la Iglesia.
La historia transcurre en una sola noche en un departamento en que varios amigos se reúnen para cenar, y con un eclipse lunar como parte del trasfondo. Se trata de tres matrimonios y un soltero, y pronto queda claro que se trata de un grupo de personas que se conocen desde sus años de escuela, lo que crea una peculiar mezcla de familiaridad y reservada confianza entre ellos.
Los anfitriones son Marie (Bejo), psiquiatra, y Vincent (De Groodt), un cirujano plástico, y tienen una hija de unos veinte años. Su matrimonio, aunque acusa cierto desgaste, parece estable. Sus invitados son Charlotte (Clément) y Marco (Zem), una pareja que parece atravesar un momento muy tenso en su relación, además de los muy enamorados Lea (Tillier) y Thomas (Elbaz), que anhelan convertirse en padres, y Ben (Gadebois), un divorciado que hace poco perdió el empleo y se suponía llegaría con su nueva novia, pero se presentó solo.
Tras un rato de conversaciones que establecen el nivel de familiaridad entre todos, Marie propone un juego de confianza, y reta a todos a poner sus teléfonos celulares sobre la mesa, con el compromiso de que cualquier mensaje o llamada que entre durante la velada será compartido con toda la mesa, a fin de demostrar que en verdad se tienen confianza y que no tienen nada que ocultar, ni a sus respectivas parejas, ni a sus amigos. Como era de esperarse, ése no es el caso.
Conforme empiezan a entrar mensajes y llamadas, lo que parecía un inocente juego que provocaría uno que otro momento incómodo y quizá alguna situación vergonzosa, va subiendo de tono y provoca una creciente tensión entre los amigos conforme se revelan los secretos que esconden, poniendo en duda la confianza entre ellos y la estabilidad de sus relaciones, sobre todo luego de que uno pide a otro intercambiar teléfonos para evitar un posible disgusto con su pareja.
Casi todo lo que funciona en la película se debe al excelente trabajo actoral del elenco, que hace una gran labor y bajo la segura dirección de Cavayé logran convencernos de que en verdad son amigos que se conocen de años, además de que algunos de ellos tienen papeles con una mayor exigencia dramática y los ejecutan de gran manera, destacando en particular Bejo, Clément, Zem y Gadebois, sin que esto signifique que los demás lo hagan mal.
Me sorprendió un poco ver que el director era Cavayé, porque en su faceta de guionista es alguien a quien ubico mayormente como guionista de thrillers de acción, pues es responsable, por ejemplo, de los guiones de The Next Three Days (Los Próximos Tres Días) y Point Blank (A Quemarropa). Aquí muestra gran capacidad para montar escenas y un excelente manejo del timing, pues el oscuro humor de la película es situacional y debe divertir a la audiencia mientras sus personajes viven intensos momentos de drama.
La película tiene una marcada identidad francesa gracias a algunas de las sutiles bromas incluidas en el guion. Por ejemplo, Vincent es un chef aficionado, pero sus curiosos experimentos culinarios parecen atentar contra el buen gusto característico de la alta cocina francesa, aunque el grupo de amigos demuestra gran afición por los quesos. Más allá de un repetido y fallido intento por tomar una selfie grupal, el tema del eclipse es sólo un pretexto para un último giro argumental que permite cerrar los varios arcos argumentales de la película.
Se puede argumentar que la película desperdicia una oportunidad para hacer un comentario social más a fondo acerca del omnipresente lugar que los celulares han adquirido en la sociedad contemporánea y en la forma de interactuar con los demás, que es quizá la razón principal para que la historia tenga un atractivo universal, pero es evidente que productores y realizadores llegaron a la conclusión de que una fórmula que ya había tenido éxito en Italia y España no requería ninguna clase de arreglo.
Una rápida búsqueda me hizo descubrir que, además de la original italiana, esta versión francesa y las dos versiones en español que mencioné al principio, se han realizado remakes de esta historia en (al menos) Alemania, Rusia, Corea del Sur, Hungría, China, Polonia, Países Bajos, Turquía, Rumania y la República Checa, y parece ser que la única razón por la que todavía no hemos visto una versión hollywoodense es que los derechos fueron comprados por los Weinstein, que han tenido preocupaciones más serias que completar otro remake.
Nada que Esconder es una entretenida y ligera comedia oscura que pudo ser mucho más. Si nunca han visto alguna de las otras versiones, les recomiendo darle un vistazo. He visto comentarios que la alaban como la mejor (o al menos la más divertida) de las varias versiones de Perfetti Sconosciuti, y aunque no sé si iría tan lejos, al menos si la pongo a la par de la versión de Alex de la Iglesia, que al igual que esta recomendable película está disponible en Netflix. Me preguntó si habrá forma de hallar la original o la versión surcoreana...
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