Uno de los estrenos de streaming que mayor controversia causaron el año pasado fue el de Masters of the Universe: Revelation, serie animada desarrollada por Kevin Smith como revival de la ochentera He-Man and the Masters of the Universe. Supongo que hay un sector del fandom con recuerdos idealizados y una romántica visión de lo que era una genérica y limitada premisa creada con la única función de vender juguetes.
Cada episodio tiene una duración de alrededor 25 minutos, así que cada una de las dos partes que componen esta temporada se puede ver en un tiempo similar al que nos ocupa una película promedio.
Antes de entrar en detalles, debo aclarar un par de cosas. La primera es que nunca fui fan de la encarnación original de He-Man. Mi hermano menor sí, así que cuando la veía alcance a ver fragmentos que me parecían demasiado bobos, además de que siempre me molestó un poco la costumbre de cerrar cada episodio con una moraleja, pues aunque me parece loable la intención, creo que no estaban hechos de la mejor manera y a menudo se sentían como intentos de sermonear.
Así que vi Masters of the Universe: Revelation sin ningún apego emocional por los personajes y sin la carga que la nostalgia puede añadir a las expectativas alrededor de una producción. Sabía lo suficiente como para identificar a buenos y malos y entender partes de su mitología, como la espada del poder o el Castillo Grayskull, pero no más. Lo otro, aunque trato de no incluir spoilers en mis reseñas, por tratarse de una segunda parte, lo que sigue podría revelar detalles de la conclusión de la primera, así que si no la han visto les recomiendo no seguir leyendo.
La primera parte cerró con un emocionante cliffhanger, y la segunda arranca inmediatamente después. El Príncipe Adam (Chris Wood) renunció al paraíso y la paz eterna para ayudar a sus amigos, pero es apuñalado por Skeletor (Mark Hamill), que se apodera de la espada y por fin logra acceder al poder de Grayskull. Con Eternia bajo control del villano, los héroes deben huir y reagruparse, y Teela (Sarah Michelle Gellar), por fin consciente de su legado como hija de Sorceress (Susan Eisenberg) logra sanar a Adam, quien revela que no necesita la espada para usar el poder de Grayskull.
Cuando Skeletor ataca en busca de aniquilar de una vez por todas a sus enemigos, Adam llama el poder, pero sin la espada para enfocarlo se transforma en un bárbaro salvaje que es poder puro pero sin el cerebro o la compasión que siempre han guiado las acciones de He-Man. Al calmarse se reúne con sus padres, mientras la relación entre Skeletor y Evil-Lyn (Lena Headey) atraviesa sus propias dificultades, y al llegar al inevitablemente rompimiento, pone en riesgo al universo entero y obliga a la formación de alianzas improbables. Mientras viejos enemigos unen fuerzas, Teela debe asumir de lleno su legado.
En términos generales, me queda la impresión de que esta segunda parte no fluye con la misma soltura que la primera, sobre todo porque se carga un poco más al lado de la acción que al desarrollo y exploración de personajes que caracterizaron a la primera. En contra, algunos momentos que debieron ser más emotivos se sienten un tanto apresurados, aunque otro efecto del ligero cambio de enfoque es que el ritmo narrativo se hace más ágil, así que es fácil sentarse a ver de corrido los cinco episodios sin que lo disparejo de algunos momentos interfiera con una agradable experiencia de entretenimiento.
A diferencia de la primera parte, aquí He-Man y Skeletor reciben más tiempo en pantalla, pero a pesar de ello la historia sigue cargando la mayor parte del peso dramático en los personajes femeninos, con Teela y Evil-Lyn, situación que se mantiene hasta la resolución final del conflicto, que las deja además como los dos personajes más cambiados respecto a la forma en que iniciaron la historia. El mayor efecto negativo de acelerar la acción es que el arco de personaje de Teela se siente un tanto apresurado, lo que sorprende un poco luego de lo bien que lo llevaron en los primeros episodios.
Por otro lado, es importante enfatizar que, pese a que la serie está hecha por fans y para fans, Smith tuvo el acierto de mantener en mente que el público primario de la serie siguen siendo los niños, así que no veo mal que hayan decidido mantener la narrativa simple y accesible, incluso al lidiar con temas complejos, como la naturaleza del poder y las distintas formas en que la gente se relaciona con éste, y la forma de usar ese tema para enfatizar las diferencias de carácter y personalidad entre héroes y villanos me parece uno de los grandes aciertos de la historia.
En general podemos considerar a Revelation una secuela de la serie original, que altera lo suficiente el statu quo como para abrir interesantes posibilidades a futuro, además de que despacha a algunos viejos personajes y ofrece a otros la posibilidad de adoptar un rol distinto. Ignoro si Mattel y Netflix tengan planes de seguir adelante con esta iteración de la franquicia, pero de ser así será interesante averiguar qué enfoque le dan a explorar la nueva dinámica existente entre los personajes, sobre todo por los cambios realizados a los villanos.
Es importante mencionar el espectacular trabajo del elenco de voces. Además de los ya mencionados, en esta segunda parte participan Liam Cunningham, Stephen Root, Alicia Silverstone, Tony Todd y Danny Trejo, entre otros. Todos ellos sacan el mayor provecho al gran trabajo realizado con los guiones y ayudan a definir de gran manera la personalidad de cada personaje, lo que añade matices a la historia que permiten que la historia tenga una resonancia emocional ausente en la versión original, y todo suma para lograr una historia entretenida y bastante disfrutable.
Masters of the Universe: Revelation es una serie consciente de su origen, y pese a la presencia de muchos clichés de la fantasía épica, los usa de forma inteligente y actualiza conceptos y personajes demasiado ligados a la época en que surgieron para explorar una clásica historia de el bien contra el mal. En general me parece que se trata de una serie animada bastante disfrutable, y que además ofrecerá a algunas familias la oportunidad de compartir una historia que marcó a una generación que hoy día son padres de familia. Recomendada, aunque con algunas reservas.
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