Pocas historias en la ciencia ficción contemporánea pueden ser tan polarizantes como Dune. A casi sesenta años de su publicación, la novela de Frank Herbert aún es considerada como uno de los puntos altos de la ciencia ficción norteamericana, y la adaptación dirigida por David Lynch en 1984, pese a que muchos la consideran un clásico de culto, estuvo muy lejos de capturar la impresionante construcción de mundo e intrigante narrativa de la historia original.
Originalmente se planeaba estrenar la película a finales de 2020, pero los cierres por la pandemia llevaron a que se retrasase casi un año. Por fin debutó en septiembre pasado en el marco del Festival Internacional de Cine de Venecia y se estrenó en Estados Unidos el 21 de octubre, al mismo tiempo que apareció en el catálogo de HBO Max para aquel país. En México también llegó a cines a fines de octubre, y apareció en la mencionada plataforma de streaming a finales de diciembre, y fue ahí donde por fin la pude ver.
La historia transcurre en el inhóspito mundo desértico de Arrakis, cuyo valor para el imperio radica en que es la fuente de la especia, una sustancia de gran valor comercial. El control del planeta y por tanto de la producción y exportación de especia está en manos de la Casa Harkonnen, brutales señores feudales dirigidos por el Barón (Skarsgård). Pero el Emperador acaba de decretar un cambio y los nuevos regentes de Arrakis serán los Atreides, bajo el mando de su patriarca, el Duque Leto Atreides (Isaac).
Pero lo que en la superficie parece un honor y una gran oportunidad en realidad es una maniobra que pone en peligro a todos los Atreides. El Duque y su familia, la concubina Lady Jessica (Ferguson) y su hijo Paul (Chalamet), se mudan a Arrakis conscientes de su situación, y Duncan Idaho (Momoa), uno de sus hombres de confianza se adelanta para tantear la situación con los Fremen, gente nativa que vive en los desiertos de Arrakis y quienes podrían ser la clave para sobrevivir a las intrigas que se cienren a su alrededor.
Paul no parece entusiasmado con la mudanza, pero las Bene Gesserit, misteriosa orden de mujeres con habilidades místicas a la cual pertenece su madre, tienen planes y esperanzas centrados en él. El joven aún no aprende por completo a controlar muchas de sus habilidades, pero ha tenido visiones acerca de Arrakis y lo que ocurrirá ahí, muchas de ellas centradas en una joven Fremen (Zendaya). Cuando estallan los planes del Emperador y los Harkonnen Paul y su madre buscarán refugio en el desierto.
Narrativamente hablando no hay mucho más que decir. Sé que a mucha gente le molestó descubrir que la película es la parte uno de dos y parecen decepcionados de no haber recibido una historia completa, pero me parece una decisión inteligente no tratar de compactar la trama de la novela en una sola película. Además, Villeneuve tiene el acierto de enfocar su atención a la construcción de mundo y desarrollar al personaje de Paul, lo que le dará mucha más libertad para trabajar en la segunda parte, programada para el otoño de 2023.
Aunque la trama avanza poco, la historia hace un gran trabajo con la construcción del trasfondo, algo que la versión de Lynch omitió, y permite entender en términos generales muchas de las intrigas políticas alrededor del Imperio y las relaciones entre las grandes casas de nobles. Esto, combinado con el excelente elenco que da vida a los personajes principales y la espectacular labor de diseño de producción, hace de Dune Part One una sólida base que promete un desenlace espectacular y mucho más satisfactorio que las anteriores adaptaciones de Dune.
Chalamet hace un sólido trabajo como Paul, mostrando su gradual despertar y crecimiento como líder, y tiene la fortuna de estar rodeado de un más que sólido elenco de soporte. Isaac aporta una callada dignidad y presencia al personaje del Duque y Ferguson captura la inusual mezcla de madre protectora que oculta gran cantidad de secretos. Josh Brolin es uno de los hombres de confianza del Duque, pero se ve opacado por la eléctrica interpretación que Momoa hace de Duncan Idaho, quizá el personaje más carismático e interesante en esta primera entrega.
Los personajes de Zendaya, Bardem y Bautista tienen roles reducidos, pero hacen un sólido trabajo al establecer su lugar en la historia, preparando el terreno para una mayor importancia en la segunda parte. Esa cuidada labor de construcción de personajes es parte importante del atractivo de las películas de Villeneuve, y al combinarlo con una igualmente detallada construcción de mundo que proyecta de forma muy efectiva la épica escala de la historia de Herbert es lo que hace que funcione esta adaptación de Dune incluso sabiendo que aún no está completa.
En ese sentido, es importante apuntar que el talentoso realizador canadiense siempre ha sabido rodearse de la gente adecuada para sacar el máximo potencial a cada uno de sus proyectos. El diseño de producción, desde los espectaculares paisajes desérticos de Arrakis a los brumosos contrastes de rocas y agua en el mundo nativo de los Atreides, o la impresionante arquitectura de tintes brutalistas, además de una ominosa banda sonora (obra de Hans Zimmer) y un diseño de vestuarios que evoca la riqueza del mundo creado por Herbert.
Pero más allá de los visuales, me parece que la película funciona por la inteligente manera en que Villeneuve y compañía lograron crear un mundo y una historia llenos de capas. A un nivel muy básico, la historia de Paul Atreides es una iteración más del ciclo del héroe, una historia sobre un mesías elegido para salvar/gobernar o lo que sea, lo que suele ser suficiente para crear una película atractiva y con mucho potencial para espectáculo y posturas, pero el trabajo de construcción de mundo permite que la historia sea mucho más.
Es innegable que la novela de Herbert, parte del movimiento contracultural de los años sesenta, debe mucho de su impacto al comentario social en el corazón de su historia, y más allá de que hay partes de la novela que pueden ser interpretadas de distintas maneras (a veces con posturas tan opuestas que parecen contradictorias), el consenso general es que se trataba de una futurista alegoría geopolítica con una postura anti-autoritaria y anti-corporativa que aboga por un radical activismo ecológico (además de una carga islamofóbica que sería necio ignorar).
Villeneuve recoge mucho del espíritu de ese comentario social, con ramificaciones políticas, ecológicas y económicas que a décadas de distancia aún se mantienen vigentes. En el fondo la historia advierte sobre los peligros que representa un implacable y ambicioso imperio que busca explotar los recursos naturales de mundos (países) menos desarrollados y civilizados, sin la menor preocupación por el impacto ambiental y ecológico de sus acciones, y mucho menos por el costo social que puedan tener para los nativos de esas tierras.
La otra parte de la novela original que parecía difícil de llevar a la pantalla era el misticismo espiritual que permea la historia y es parte esencial de su identidad (además de que muchos consideran que las Bene Gesserit fueron parte de la inspiración de George Lucas al concebir la idea de la Fuerza y los Jedi para Star Wars), pero Villeneuve y sus colaboradores la integran de buena manera a su historia. Así, política y religión son las dos caras del legado de sus padres que Paul debe reconciliar y balancear.
Una de las partes más complicadas de adaptar Dune tiene que ver con la forma de escribir de Herbert, que tenía un estilo rimbombante y lleno de florituras, además de que hacía un extenso uso de monólogos internos para expresar lo que pasaba por la cabeza de sus personajes. La adaptación dirigida por Lynch tradujo esto en voiceovers, pero Villeneuve elige una solución más elegante y opta por permitir que sus actores usen miradas y expresiones faciales para proyectar su estado de ánimo o sus conflictos internos.
De un modo similar, el efectivo uso de encuadres abiertos para mostrar paisajes o la vastedad de sus escenarios es un excelente sustituto para las rebuscadas descripciones y los largos episodios expositivos en la novela de Herbert, que ayudan a trasladar a la pantalla de forma muy efectiva las épicas proporciones de la historia, creando una sensación de anticipación que genera grandes expectativas por lo que pasará en la parte dos de la historia ahora que todas las bases han sido cubiertas de forma tan efectiva.
La cuidada presentación del trasfondo, combinada con la construcción de mundo y el gran trabajo del elenco sin importar qué tan pequeños sean algunos roles permite que la película fluya de buena manera, y deja espacio para que Villeneuve exhiba su oficio al presentar muchos de los momentos más expositorios de la historia original de una forma lo bastante interesante como para que su carácter expositivo no se sienta tan obvio. El resultado es un obvio blockbuster que se siente diseñado para la gran pantalla.
La película cubre alrededor del sesenta por ciento de la novela, y la estructura de la historia me hace pensar que la parte dos será épica y espectacular, y probablemente bastará para echar por tierra la etiqueta de "infilmable" que ha acompañado a Dune desde los primeros esfuerzos por llevarla al cine, incluyendo la desquiciada visión que Jodorowsky estuvo cerca de realizar antes de ahuyentar a los potenciales inversionistas y productores. Por lo pronto, pese a las complicaciones de juzgar un trabajo parcial, Villeneuve ha hecho una labor destacable.
Dune Part One es una inteligente y ambiciosa película de ciencia ficción en que un realizador con gran oficio echa mano de todos los recursos narrativos y tecnológicos a su alcance para, con apoyo de un talentoso elenco y un capaz grupo de especialistas, dar vida a un complejo mundo lleno de interesantes personajes de forma tan efectiva que seguramente ayudará a asentar aún más el lugar de esta historia en la cultura pop y el imaginario colectivo. Sin duda se trata de una opción bastante recomendable, y ahora pueden disfrutarla en el catálogo de HBO Max.
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