sábado, 12 de diciembre de 2020

Diez cosas que... día 12: Robos

Sigo con la dinámica propuesta por Raquel Castro de hacer una lista al día a lo largo de todo diciembre, y apenas, pero cumplimos con el día 12. Para saber en qué consiste la dinámica, lean la explicación de Raquel en su sitio y síganla en Twitter como @raxxie_. Si participan, pueden compartir sus listas en redes con el ht #raxxiechallenge. Trataré de poner las mías en Twitter, pero sin hacer hilos, así que cuando no quepan en un tuit estarán completas sólo acá, junto con comentarios adicionales.

El tema elegido para el día 12 es

Diez robos

Esta lista no tiene más detalles en la instrucción, y de acuerdo con Raquel cada quien decide si la llena con robos cometidos en nuestra contra, cometidos por nosotros, que sólo presenciamos, o cualquier otra variable. Ésta irá combinada, y a ver si la alcanzo a llenar.

  1. Un libro. Estaba en la secundaria, y luego de un trabajo realizado en equipo, todavía teníamos pendientes sobre el tema, así que al día siguiente me llevé un tomo de una enciclopedia a la escuela. Al volver del recreo descubrí que el libro había desaparecido. Le informé a un maestro y lo buscamos en las cosas de todo el grupo, pero jamás apareció. Me tomó unos años, pero pude conseguí otra vez el libro y la enciclopedia no quedó incompleta. 
  2. Mi primer asalto. Tenía catorce años y ya trabajaba. En aquel entonces vivíamos en casa de mis abuelos, y como un tío trabajaba a algunas cuadras, al salir caminaba hasta su trabajo y nos íbamos juntos. Una noche, a la mitad del camino fui interceptado por un par de sujetos que, a punta de cuchillo, me quitaron el reloj (regalo de otro tío) y el poco dinero que traía.
  3. Robo en casa. No teníamos mucho de habernos mudado a un departamento en Iztapalapa y todos en casa trabajábamos, excepto mi hermano menor. Cuando éste volvió de la escuela encontró cosas fuera de su lugar y varias desaparecidas. Se llevaron cosas surtidas, pero aparentemente lo hicieron muy de prisa y no nos saquearon. Se llevaron una televisión, una grabadora, un radio, un par de chamarras, y varias cosas más pequeñas. El mueble de mi equipo de sonido tiene una puerta de vidrio que se atora, así que sospecho que no pudieron abrirlo. Descolgaron de la pared un par de baffles Sony bastante pequeños pero pesados, y unos audífonos semiprofesionales, pero los dejaron frente al mueble de la televisión.
  4. Asalto en transporte público. Por varios años me tocó salir alrededor de las 5:30am para ir a trabajar. Debía tomar un par de peseras, y la primera de ellas tomaba una ruta alterna para evadir obras del metro, pero como resultado se metía en calles estrechas y de poco tránsito. Se subieron a hacer un robo exprés y a toda prisa. A mi hermano le quitaron algo de dinero y un celular, pero yo sólo me había vaciado las bolsas de la chamarra, cuando pasaron a arrebatar lo que teníamos fuera y se bajaron corriendo. Sólo me quitaron un puñado de monedas.
  5. Asalto en sueños. Otro de transporte público. De vuelta a casa, de noche, era un trayecto largo y bajaba hasta la base, así que solía tomarme una siesta con los audífonos puestos. A poco de llegar a nuestro destino me despertaron unos gritos, pero en lo que abrí los ojos y me espabilé ya sólo vi a un sujeto vaciando la "marimba" del chofer antes de bajar corriendo seguido de otro tipo armado con una pistola. Imagino que fue otro robo exprés y prefirieron quitarle todo lo posible a otros que intentar despertarme. Además, con mi facha, seguro ni traía nada.
  6. Cordón para un yoyo. Cuando iba a jugar tocho y basquet cada domingo con algunos amigos, hubo una época en que uno de ellos empezó a llevar a un sobrino. Un día le regalé un yoyo viejo, de aquellos macizos como ya no los hay, pero le faltaba la cuerda. Preguntamos en un par de locales (incluida una Parisina), pero no nos quisieron vender dos de metros de hilaza o cordón de algodón. Después del juego, antes de ir al Vips en que solíamos cenar y convivir después de jugar, pasamos a Walmart por agua y refrescos. En la tienda tomé un rollo de hilo "cañamo" (que hace mucho que en realidad es algodón) y mientras recorríamos la tienda me fui enredando un poco en la muñeca. Lo trocé con las manos, le volví a poner el sello adhesivo al rollo y lo dejé en un anaquel. Ya en el Vips descubrí que corté justo dos metros, y ahí mismo los trencé para hacer la cuerda del yoyo. Diría que me dan remordimientos, pero era un rollo de 275 metros y probablemente no echaron en falta los dos que sustraje.
  7. Libros abandonados. Esto no sé si cuente. Por varios años trabajé en una papelería/café internet frente a un Colegio de Bachilleres, y solía llevar buena relación con los alumnos, por lo que algunos a veces encargaban cosas. Un maestro los mandó una vez al Zócalo a un evento de una campaña de promoción de la lectura, y les regalaron libros editados por el gobierno de la ciudad. Varios de ellos dejaron encargadas bolsas de libros, pero no hicieron por recogerlos jamás, incluso pese a recordarles que ahí estaban. Antes del empiezo del siguiente semestre junté todas las bolsas, separé una copia de cada título que me llevé a casa, y el resto se los di al encargado de la biblioteca de la escuela. ¿Cuenta como robo si a los dueños no les importaba conservarlos?
  8. Libros no cobrados. No es secreto que de siempre he sido lector de cómics, o que muchos de mis libros los leo en inglés, con muchos de ellos adquiridos en las mismas tiendas de cómics. Existe una cadena de tiendas en la que nunca me ha gustado comprar, sobre todo por el trato y atención que desde siempre han ofrecido, que deja mucho que desear, pero visitaba su matriz con frecuencia pues era un punto de reunión bastante usado con varios amigos. Por lo regular sólo compraba cuando ponían buenas ofertas, o cuado eran cosas que no encontraba en otraparte, y en una ocasión me pasó que fui a comprar algunos libros de bolsillo, una novela gráfica y un puñado de cómics atrasados. Las chicas que solían atender en caja estaban embolsando playeras, así que el responsable de cobrar era un tipo bastante pedante y desagradable que nunca supe que cargo ocupaba, y como estaba platicando con otra persona, leía los códigos de barras sin voltear a ver ni los libros ni a mí. Cuando me dio mi total me di cuenta de que era menos de lo que debía ser. Pagué y cuando me dio mi ticket vi que tenía su nombre, así que no dije nada. Ya fuera de la tienda revisé, y en efecto, me cobró todos los cómics, pero sólo dos de los cinco libros. De haber sido alguien más, o haberlo hecho de una forma más amable, me habría regresado a decirle. Mucho tiempo trabajé en ventas de mostrador y sé que esos errores le pueden costar a los empleados, pero en su caso hice una excepción. Y no me arrepiento.
  9. Ideas. Esto es algo que siempre me ha causado conflicto. ¿Se puede robar una idea? Yo digo que sí, pero no sé hasta que punto algo puede considerarse robo. Tengo buena memoria para acumular información, pero no siempre es específica, Es decir, puedo recordar datos y anécdotas, pero no la fuente, y ésa es una razón por la que prefiero no escuchar podcasts con temas similares a de los que yo hablo, y no leo reseña de libros o películas hasta después de escribir las propias. Y aun así me ha pasado. Hace unas semanas escribí un relato breve, y me dejó una extraña sensación. Hace unos días supe por qué. Volví a leerlo y es, en principio, la misma premisa de un cuento que leí hace más de 20 años. No recuerdo al autor, pero sí la antología. Compartí mi cuento en un blog, pero no le hice nada de promoción. Buscaré la antología para ver si es tan parecido al otro como me imagino.
No se me ocurre nada más, pero tomando en cuenta lo largo de algunas de las anecdotas, confío en que nadie echará de menos una adicional.

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