Sigo con la puesta al día en la dinámica propuesta por Raquel Castro de hacer una lista diaria a lo largo de diciembre. Las ocupaciones de Raquel provocaron un retraso y sin temas yo no podía hacerlas, pero ya estoy recuperando el tiempo perdido y aquí está la correspondiente al día 23. Si desean saber más de la dinámica, Raquel lo explicó en su sitio. Síganla en Twitter como @raxxie_ y compartan sus listas con #raxxiechallenge. Pondré las mías allá, pero sin hacer hilos, así que si no caben en un tuit estarán completas sólo acá, junto con comentarios adicionales.
El tema designado para el día 23 es
Diez materias / cursos / maestros que recuerdo… con disgusto
Durante los primeros años de escuela y al menos hasta la mitad de la secundaria, yo era lo que podrían llamar un nerd. Eso quiere decir que la mayoría de mis profesores me tenían en buena estima, pero no todos. Y a lo largo de los años me topé con muchos que me queda claro debían haberse dedicado a otra cosa.
- Cristina, mi maestra de quinto y sexto año. No sabía enseñar y tenía consentidos basada en los regalos que le hacían sus padres. Cuando participé en la competencia académica de la Ruta Hidalgo me separaron de la clase, porque íbamos tres o cuatro unidades atrás de lo que debíamos, así que por un par de semanas tuve clases intensivas en la oficina del director para tratar de ponerme al día antes de la prueba.
- Mi maestra de Ciencias Sociales en la secundaria. No recuerdo su nombre, pero todos la llamaban "La Monja". Después averigüe que era testigo de Jehová. Era de esas maestras para las que los más importantes es que seas capaz de recitar las cosas tal como aparecen en el libro, justo como si fuese un rezo.
- Miss Gladira, Ciencias Naturales en segundo de secundaria. No tenía carácter para enseñar, y si el grupo manifestaba descontento acerca de un tema, se lo saltaba. Prácticamente ignoró todo el contenido de química del año.
- Física en segundo año del CCH. No recuerdo el nombre del maestro (ni tampoco su rostro), pero era uno de esos insufribles impuntuales e intolerantes. Era la primera clase (7 am) tres veces a la semana, y el señor jamás llegó antes de las 7:20. Eso sí, nadie entraba al salón después de él, no importaba si lo habías estado esperando y por distraído no lo viste llegar.
- Inglés en la secundaria. Más que a alguna de las dos maestras que tuve (una adorable y que me quería mucho, la otra demasiado estricta y que no me quería nadita), culpo al programa usado en escuelas públicas. Al menos el primer libro de texto fue el paso que me inició en el camino del auto-aprendizaje, y ahora me gano la vida como traductor. 😁
- Cálculo en segundo de bachillerato. Otro maestro que apenas recuerdo. Tal vez la idea no era mala, pero estaba muy mal aplicada: una o dos lecciones explicando cosas como derivadas o integrales, seguidas de dos o tres semanas en que todos debíamos resolver una en casa y llevarla en un pliego de bond, como si fuéramos a exponer. Elegía a alguien al azar para que pegara la suya en el pizarrón y explicara su proceso. Quizás ni el 10% llegaba a pasar, pero lo peor es que no corregía los errores, sólo decía "está mal. Qué pase fulano".
- Dibujo técnico. En ésta estoy haciendo trampa, porque no fue mi experiencia. En mi secundaria el taller de dibujo era un enorme salón con alrededor de sesenta restiradores, pero la clase se dividía en dos. A mí me tocó con una maestra bastante buena, pero pude darme cuenta que fue una suerte, pues el otro profesor pasaba más tiempo socializando fuera del salón mientras dejaba a sus alumnos haciendo algo sin explicaciones o enseñanza alguna.
- Lectura y redacción, primer año del bachillerato. Otro de esos típicos casos de "lee tu libro, haz los ejercicios. Yo tengo mejores cosas que hacer".
- Historia, segundo año de bachillerato. La clase no era mala. Era una buena explicación del tema, con cada uno haciendo sus propios apuntes, y con el libro de texto como complemento. Pero la evaluación...era aún peor que el sistema de auto-calificarse. Al final del curso nos iban llamando para presentar nuestro cuaderno de apuntes. Una rápida ojeada, para ver si en verdad habías tomado notas, y el profesor preguntaba "¿Cuánto crees merecerte?" Acto seguido, preguntaba al resto de la clase. "Él dice que merece x calificación. ¿Estamos de acuerdo?", y si había suficientes manos levantadas ésa era tu evaluación. Sería de risa si no resultase tan deprimente.
- Cómputo en el museo de la CFE. Aprendí mucho sobre computadoras, lenguajes básicos de programación e incluso principios de robótica, pero después de un par de años tomando esos cursos caí en uno de Basic con un profesor al que nada le importaba y sólo nos ponía a hacer cosas inútiles con comandos básicos. Eso fue lo que me hizo abandonar por completo esos cursos.
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