miércoles, 30 de diciembre de 2020

Disney se rehúsa a pagar regalías a escritores de Star Wars, Alien y otras franquicias

Esta historia lleva en circulación varias semanas, y aunque la comenté en un episodio del podcast de Comicverso, vale la pena hacerlo también en este espacio porque me parece que se trata de un tema que puede resultar de interés para muchos.

Alan Dean Foster es un afamado escritor de ciencia ficción que desde los años setenta es uno de los autores más buscados para producir libros ligados a licencias corporativas, desde novelizaciones de series o películas, hasta novelas derivadas que expanden la mitología de dichas propiedades.

A lo largo de los años Foster ha escrito varios libros para Alien, Star Trek, Transformers, Krull, The Last Starfighter y Star Wars, entre otras. De hecho, es muy posible que muchos hayan visto por primera vez su nombre en 1978, cuando se publicó Star Wars: Splinter of the Mind’s Eye.

En su momento esa novela era considerada como la secuela oficial de la película, antes de que iniciaran siquiera los planes para realizar Empire Strikes Back, pero la relación del autor con la franquicia es aún anterior, pues aunque la novelización oficial de Star Wars da crédito a George Lucas, Foster la escribió en el papel de escritor fantasma, es decir, como un autor que aceptó omitir su crédito en el trabajo publicado.

El contrato original entre Foster y Lucasfilm por la novelización estipulaba un pago por adelantado de 7,500 dólares, a lo que el propio George Lucas agregó un 0.5% de regalías sobre las ventas. Gracias al éxito de la película la novela fue un best-seller instantáneo, superando el millón de copias vendidas. El éxito de esas colaboraciones ayudó a que Foster se involucrara con otras franquicias, y desde entonces balancea su trabajo en propiedades corporativas con sus propias novelas.

El dinero que recibe por regalías es parte importante de sus ingresos y ahora, a los 74 años de edad, con una esposa enferma y él mismo bajo tratamiento por cáncer, le vendría bien seguirlo percibiendo para lidiar con las cuentas médicas.

En el verano de 2019, Vaughne Hansen, agente literaria de Foster, se percató de que habían dejado de llegar los cheques de regalías por las tres novelas que el escritor hizo para Alien. La detención de pagos coincidía con la adquisición de 20th Century Fox por parte de Disney. Hansen contactó a su cliente, y al revisar sus estados de cuenta descubrieron que también habían cesado los pagos de regalías por las dos novelas de Star Wars que Foster escribió, en ese caso desde 2012, cuando Disney adquirió Lucasfilm.

Cuando el agente contactó a la compañía para preguntar por las regalías faltantes, los abogados le dijeron que Disney había adquirido los derechos de publicación de las novelas de Foster como parte de los activos de Fox y Lucasfilm, pero eso no incluía la obligación de seguirle pagando regalías. Hansen sabía que no funciona así, pues en el caso de Alien los derechos de las novelas ya habían cambiado antes de manos sin que eso impactara el pago de regalías. Foster y su agente buscaron el apoyo de la Science Fiction and Fantasy Writers of America (SFWA), que brinda asesoría legal a sus miembros.

La asociación puso de inmediato todos sus recursos a disposición del autor para exigir el pago de las regalías que Disney le debe, y de acuerdo con Mary Robinette Kowal, presidenta de la SFWA, desde que recibieron el caso e hicieron pública la situación, al menos media docena más de autores se han acercado a ellos para reportar un problema similar, no sólo con obras relacionadas a las franquicias de Alien y Star Wars, sino también de otras adquisiciones de Disney, como Indiana Jones y Buffy the Vampire Slayer.

Para poner en contexto la absurda teoría de Disney acerca de que la adquisición de otras compañías incluye todos los derechos pero ninguna obligación, piensen en la compra de una casa hipotecada. Vender una propiedad en esa situación implica hacerlo a un precio reducido, pues el comprador asumiría la deuda asociada a ella, con todas las obligaciones que ello implica. En este caso, es como si Disney hubiera comprado varias casas hipotecadas y, pese a tenerlas en renta y percibir ingresos por ello, se rehusara a pagar al banco las hipotecas pendientes porque la obligación no es de ellos. Así de ridículo.

Disney se rehusó a reunirse con Foster o sus abogados, y cuando por fin accedieron a discutir la situación, lo condicionaron a que el escritor firmara un acuerdo de confidencialidad, lo que es irregular y sus abogados sugirieron no aceptar. La disputa se hizo pública porque la SFWA consideró que un poco de presión pública ayudaría a cambiar la postura de la compañía, y parece que así fue. Un vocero emitió una declaración, afirmando que Disney "revisa cuidadosamente si hay pagos omitidos como resultado del proceso de integración posterior a la adquisición. De ser así, tomaremos las acciones de remedio apropiadas".

Para una compañía del tamaño de Disney, la cantidad de dinero involucrado en el pago de regalías es mínima, y ni siquiera depende de propiedades pasivas. Es decir, si una novela está fuera de prensa o descontinuada, no pagan un centavo, y sobre las que se siguen vendiendo, como las obras de Foster, el autor recibe 1 de cada 200 dólares que ingresan por ventas, cantidad que podría ser menor para otros autores. Es decir, la compañía está ingresando millones de dólares por la venta de estos libros, pero se rehúsa a pagar unos pocos miles a la decena de escritores responsables de haberlas producido.

La agente de Foster estima que entre 1977 y 2012 el escritor recibió más de 50,000 dólares en regalías sólo por la novelización de Star Wars, y aunque el dinero que le deben será bastante menos, es un hecho que el escritor lo necesita, además de que está en todo su derecho de recibirlo, pues fue parte del compromiso acordado al firmar sus contratos.

Todo apunta a que Disney va a revisar el caso para hacer los pagos correspondientes, pero podría llevarse algún tiempo, pues hay complicaciones que van desde revisar cada contrato en busca de los detalles, y analizar números de ventas de varios años, con el agregado de que se trata de obras con licencias de publicación en varios idiomas en decenas de países.

Como sea, este caso pone en evidencia una situación muchas veces ignorada por quienes somos los consumidores finales de productos de entretenimiento. El hecho de que una corporación sea responsable de difundir contenidos que son de nuestro agrado, no implica que debamos verlas como algo bueno, pues se trata de entidades donde no es extraño que los menos valorados sean justamente los responsables de haber originado el entretenimiento que tanto nos gusta. Sin duda algo en lo que vale la pena reflexionar.

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