Un nicho muy importante en el surtido de géneros y temas del cómic actual es el del humor, y aunque sus formas más comunes son la sátira y la parodia, ambas bastante respetables y las cuales también disfruto, debo reconocer que algunos de los títulos que más aprecio son aquellos que se comprometen de lleno con la locura o ridiculez de sus historias.
Aquí conocemos a los ludocrats, los aristócratas de lo ridículo y la diversión, y a lo largo de cinco números somos testigos de los esfuerzos del Barón Otto von Subertan, la profesora Hades Zero-K y sus asociados, Voldigan el Pérfido, Elaina Triptych y el gastronauta Bogol Theen luchan por defender a la realidad del aburrimiento y la heteronormatividad en un mundo en donde ser aburrido o conformista solín ser los crímenes más grandes, pero las cosas están cambiando y el hiper hedonista y libertino estilo de vida del estridente y escandaloso barón se ve amenazado por fuerzas cercanas y poderosas.
Aunque la serie está comprometida con la ridiculez y sinsentidos de una trama que se vanagloria de su capacidad para desafiar la lógica con cada paso que da, sus principales fortalezas radican en que de alguna extraña e inexplicable forma tiene lógica interna, y presenta a un encantador grupo de personajes bien desarrollados, cuyos defectos y excentricidades son parte esencial de lo que los vuelve atractivos e interesantes. Otto es un hombre enorme y no muy brillante cuyos motivos suelen estar ligados a sus impulsos sexuales y deseos de diversión, y todo lo resuelve a gritos o de forma violenta, usualmente con ayuda de una de sus queridas hachas.
Los personajes secundarios y ocasionales son igualmente ingeniosos y atractivos, incluso cuando su única razón de ser es servir como pretexto para alguna broma, en cuyo caso destaco la presencia, meta a más no poder, del Profesor X-Position, o de la larga lista de testigos que son llamados a declarar en el juicio de Otto que parece ser lo que decidirá el futuro de este mundo. Romper la cuarta pared ya no es un recurso tan inusual como en el pasado, y aún así los autores encuentran la forma de hacerlo de formas por demás creativas y divertidas.
Pocas veces he visto que colorista y rotulista participen de forma tan directa y compenetrada en la construcción de una historia, pero aquí Bonvillain y Cowles se convierten en extensiones del trabajo de Stokely y la dupla Gillen-Rossignol, respectivamente, y en el proceso ayudan a la integración de un todo en uno de los cómics más inusuales y divertidos que he leído en mucho tiempo. Mención especial para el contenido extra de cada número, donde Gillen y Rossignol se divierten con textos que suman al contexto de la historia en páginas hermosamente diseñadas que merecen ser leídas con tanta atención como el cómic mismo.
En resumen, The Ludocrats es un divertido e irreverente cómic que nunca se toma en serio y desde la primera página invita al lector a olvidarse de normas y expectativas para dejarse llevar en un divertido viaje que culmina de forma tan sorpresiva e interesante como la que le dio inicio. Sin duda una de las lecturas más divertidas y satisfactorias que me encontrado este año. Totalmente recomendada.
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