Entre los aficionados al horror o la ciencia ficción, hablar de The Thing (La Cosa o La Cosa de Otro Mundo) los puede remitir a cualquiera de las tres versiones fílmicas, esrtrenadas en 1951, 1982 y 2011, o a la historia original en prosa de 1938 que dio origen a todas ellas (Who Goes There?, de John W. Campbell). Se trata además de una historia que ha dado pie a cómics, videojuegos, juegos de mesa y más, además de que es objeto de toda clase de homenajes y referencias en la cultura pop, sobre todo la versión de cine de 1982 dirigida por John Carpenter.
El cuento está narrado en primera persona por un alienígena cuya nave cayó a la Tierra siglos atrás y quedó enterrada bajo el hielo eterno de la Antártida. Fue despertado de su helado sueño por los miembros de una expedición científica, que al descongelarlo descubrieron con horror que se trata de una criatura capaz de adoptar la forma y absorber los recuerdos de cualquier ser vivo al que consuma. Pero, ¿cual es la experiencia de este visitante espacial ante este primer contacto con los extraños y hostiles seres que se rehúsan a comulgar con él?
A pesar de que la historia puede entenderse y disfrutarse sin necesidad de estar familiarizado con la película, creo que se disfruta mejor si la han visto o al menos tienen una clara noción de la trama y la forma en que se desarrolla, pues las referencias a ella abundan a lo largo de este relato, que recrea algunos momentos y situaciones, añadiendo contexto y una nueva y más rica perspectiva, además de que el autor se da el tiempo para enmendar y corregir algunas pequeñas inconsistencias que hay dentro de la película, lo que tal vez le confiere un carácter de fan fiction pero de gran nivel de calidad.
En la cinta de Carpenter el horror carece de forma propia, pero hace referencia a una de las formas más comunes del miedo: la desconfianza del hombre al enfrentar la otredad, ese indescriptible temor a lo desconocido, cuando todo aquello que es diferente a nosotros o que tenemos alguna dificultad para entender se convierte en una potencial amenaza, pero Watts usa algo que rara vez tomamos en cuenta: que la incertidumbre provocada por un encuentro con algo diferente funciona en ambas direcciones, y el presunto agresor también puede sentirse como la parte agredida.
El autor hace un gran trabajo al desarrollar la psicología de su alienígena, y la presenta como algo tan distinto a la nuestra como lo es su fisiología. La criatura se ve a si misma como una especie de mensajero o embajador, un misionero que vieja por el espacio en busca de nuevos seres con los cuales comulgar, y por lo tanto se horroriza ante el descubrimiento de la humanidad, estas cosas aisladas e individuales que se rehúsan a comulgar con otros, incluso si eso significa tener una existencia efímera y solitaria.
Además de que es una palabra cargada que suele usarse sólo por shock value, la analogía suele diluir el concepto, con lo que corre el riesgo de trivializarlo. Pero Watts lo aborda de forma sensible y llena de intención. Al principio el alienígena no comprende el concepto, pero conforme avanza la historia entiende todo lo que implica. Describe su acto de "comunión" (la asimilación de otros seres vivos) como una experiencia sensual, y concluye que debe forzar a la humanidad a aceptarla, por "nuestro propio bien", lo que tiene implicaciones estremecedoras.
En resumen, The Things es un excelente relato de ciencia ficción con tintes de horror y puede ser del agrado de todo aficionado al género, pero si además son fans de The Thing, sobre todo de la versión de Carpenter, es una de esas raras historias que se ganan a pulso el apelativo de imprescindible. Totalmente recomendada.
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