Otra película cuyo estreno se vio afectado por el tema de la pandemia fue Free Guy (Free Guy: Tomando el control), comedia de acción y ciencia ficción dirigida por Shawn Levy sobre un guion de Matt Lieberman y Zak Penn, basado a su vez en una historia de Lieberman.
La historia sigue a Guy (Reynolds), un empleado bancario con una vida rutinaria y repetitiva, que incluye ser víctima/testigo de varios asaltos al día. Él no lo sabe, pero hay una razón para ello: Guy no es una persona real, sino un NPC (non-player character), un personaje de fondo en un videojuego que sólo existe para interactuar de forma limitada con los jugadores de Free City, un popular juego que mezcla Fortnite y Grand Theft Auto y donde los jugadores acumulan puntos a través de violentas misiones.
Pero Guy está inquieto y en busca de algo más. Luego de un encuentro con Molotovgirl (Comer), jugadora con una misión particular dentro del juego, su vida cambia. Sale de personaje y hace cosas que no debería, al grado de que jugadores y programadores no se dan cuenta de que es un NPC. En el mundo real la chica es Millie Rusk, una programadora que junto a Walter "Keys" McKey (Keery) creó un entorno virtual cuyos derechos vendieron a una corporación a la que ahora está demandando porque cree que usaron su código de forma indebida.
Sus incursiones en el juego tienen como propósito buscar evidencia de que Antwan (Waititi), dueño de Soonami, la empresa que compró los derechos de su trabajo, usó el código de forma ilegal para crear Free City. Keys trabaja para Soonami, pero se niega a ayudarle, pues no cree que Antwan haya hecho algo indebido, así que está atascada. Pero Guy escala niveles y se vuelve un valioso aliado al interior del juego. ¿Podrán hallar algo antes de que Antwan descubra lo que hacen y borre todo para eliminar las evidencias?
La trama es muy simple, pero eso permite enfocarse en hacerla divertida alrededor de sus personajes. Reynolds tiende a abusar de ciertos aspectos de su trabajo que en ocasiones afectan sus películas, pero aquí esos excesos se convierten en una fortaleza, y su carisma es igualado o superado por Comer, que hace un gran trabajo con un doble papel, pues la ruda chica que vemos al interior del juego es la fachada de una idealista nerd que busca justicia en el mundo real, y se convierte además en el centro emocional de la historia.
La primera mitad de la película es una colección de divertidas escenas de acción que aprovechan al máximo la premisa de la historia y muestran el interior del juego, con incontables referencias a la cultura pop, y al explorar las distintas formas en que los jugadores interactúan con el mundo virtual, hace a la vez una crítica y comentarios de distintos aspectos de la cultura gamer, y los presenta de un modo que es imposible negar la fuerte influencia de películas como The Matrix, Ready Player One e incluso Gamer (Gamer: Juego Letal, 2009).
La parte intermedia de la película se vuelve un tanto repetitiva porque se limita a reforzar puntos ya establecidos, pero aciertos en el guion o alguna brillante escena de Reynolds o Comer mantienen a flote la cinta. La película pudo hacer más con algunos de sus temas, sobre todo en cuanto a la reflexión sobre lo que significa ser humano, la importancia de la empatía hacia los demás, o la consciencia de que vivimos en el mismo mundo y debiéramos trabajar juntos para asegurar su futuro, pero los temas están ahí si uno pone atención.
El último tercio de la película se vuelve un tanto caótico y mientras se acerca a la resolución de la historia acelera el ritmo al que aparecen las referencias a la cultura pop, pero nunca cae en la trampa que caracterizó a Ready Player One y su total falta de profundidad. En vez de usar el fan service como un sustituto de trama y desarrollo argumental o de personajes, se le pone al servicio de la historia, y casi todos los elementos que se muestran o a los que se alude tienen un papel en la trama y ayudan a construir en vez de ser una mera distracción.
Supongo que la principal diferencia en la forma de usar sus referencias es que se sienten como una sincera celebración de la cultura pop y no un mero pretexto para que los "fans" presuman sus conocimientos o aplaudan la exaltación consumista que suele rodear a algunos de los productos y franquicias más populares. Y ese corazón que late en el centro de Free Guy es lo que permite que la película funcione y sea tan disfrutable a pesar de lo fácil que hubiera sido crear algo más hueco y falto de sustancia.
Free Guy es una divertida película apta para público de todas las edades, que no sólo prueba que Ryan Reynolds tiene una especial clase de carisma que trasciende su capacidad de usar vocabulario soez con una sonrisa, y puede ser el despegue de la carrera de Jodie Comer. A pesar de sus muchas imperfecciones y limitaciones, se trata de la clase de película que es imposible terminar de ver sin una sonrisa en la cara.
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