Hace un par de semanas, a colación de mi reseña de la película alemana Freaks: Eres Uno de Nosotros, comenté que encontraba interesante ver cómo interpretan el género de superhéroes fuera de Estados Unidos, y la semana pasada se estrenó en Netflix Comment Je Juis Devenu a Super-héros (Cómo me convertí en superhéroe) cinta francesa coescrita y dirigida por Douglas Attal.
La historia está ambientada en París en 2020, en un mundo donde los superhombres son parte integral de la sociedad. El teniente Moreau (Pio Marmaï), de la policía parisina, está a cargo de investigar incidentes relacionados con superpoderes, y debe lidiar con la aparición de una droga que concede poderes temporales y la ola de crímenes que se desata cuando la sustancia se vuelve popular entre los jóvenes de las escuelas locales. Moreau solía ser el enlace oficial de la policía con un famoso equipo de superhéroes ya retirados.
Pronto nos enteramos que hace varios años que no hace bien su trabajo, y que su único amigo es Henri (Benoît Poelvoorde), un viejo héroe retirado que sufre de Alzheimer pero usa sus contactos para ayudarlo en sus casos. Cuando le asignan una nueva compañera, Cécile Schaltzmann (Vimala Pons), no le hace mucha gracia, sobre todo porque le gusta trabajar solo, y no está seguro de que alguien que viene del equipo de fraudes financieros pueda ayudarle con los casos que debe atender.
Schaltzmann está intrigada por la actitud de Moreau, y pronto descubre que no es tan incompetente como parece, además de que tiene secretos que podrían explicar muchas cosas, pues Henri no es el único ex superhéroe que frecuenta, sino también Callista (Leïla Bekhti), una mujer que ahora maneja un centro de actividades para jóvenes problema, donde es testigo de los efectos de la nueva droga. Conforme avanza su investigación, las cosas se complican, pero quizás el pasado pueda ser una solución.
En trama y temáticamente la película tiene similitudes con Project Power, película del año pasado protagonizada por Jamie Foxx y Joseph Gordon-Levitt, sobre todo por el tema de la droga que otorga poderes temporales, pero a diferencia de aquella, Attal y sus colaboradores no se toman las cosas tan en serio y abrazan la idea de los superpoderes y su impacto en el mundo real, y exploran la psicosis, ego, avaricia y consecuencias en la vida de quienes los tienen, lo que añade capas de complejidad a esta entretenida historia.
Un acierto en la forma de construir la historia fue construir un intrigante pasado, pero en vez de perderse en explorarlo a fondo, la historia revela sólo aquellas partes que son relevantes para su historia presente o ayudan al crecimiento de los personajes. Hay detalles que parecen menores pero implican mucho, como la existencia de una terapeuta especializada en pacientes con superpoderes, y eso es lo que permite que personajes tan ridículos como el villano principal (Swann Arlaud) funcionen como no lo harían en otra historia.
Con el peso de la historia puesto en las espaldas de los personajes, es importante que las actuaciones estén a la altura, y la pareja protagonista formada por Marmaï y Pons despliega una gran mezcla de química, carisma y talento para matizar su interpretación de los dos detectives, en tanto que Bekhti y Poelvoorde hacen un gran trabajo al construir personajes que deben lidiar con las consecuencias socio-psicológicas de sus actividades anteriores. ¿Puede el Parkinson ser producto de años de usar sus poderes?
La película tiene algunos momentos de humor además de efectivas secuencias de acción, todas ellas bien planeadas y realizadas, y aunque no abusa de los efectos visuales, cuando los requiere son efectivos sin necesidad de ser espectaculares. Así, una historia que empieza con la investigación de un misterio va ganando intensidad hasta llegar a un explosivo desenlace que dejará al espectador deseando que ésta sea sólo la primera de varias aventuras en este entretenido mundo poblado con complejos e interesantes personajes.
La ambientación de la película y la elección de escenarios ayuda a enfatizar el tono de las escenas y la naturaleza cotidiana de los superpoderes en este mundo, pues están presentes en toda clase de actividades, desde la televisión y redes sociales hasta la publicidad y comerciales. También es notorio cuando se trata de una producción nativa y no de Hollywood usando París como locación, pues aunque la Torre Eiffel es visible en varias escenas, no hay insistencia alguna por usarla como escenario de alguna escena en particular.
La mezcla de misterio, acción, humor, drama e historia policíaca funciona muy bien, y hay algunas referencias a convenciones de esos géneros, pero al final del día, aun si el tono es muy distinto, la fortaleza de Cómo me convertí en superhéroe radica en el mismo elemento que tanto éxito le ha dado a las películas de Marvel Studios: el desarrollo de personajes. En cierto sentido es como una versión de Mystery Men sin los elementos de sátira y parodia, y resulta más efectiva de lo que se pudiera esperar.
La película ofrece un bienvenido balance de familiaridad y novedad, en buena medida porque sus creadores reconocen sus propios tropos y lugares comunes, pero los usan a su favor con inteligencia y corazón. Sumado a un grupo central de protagonistas talentosos y carismáticos, y con un presupuesto de menos de veinte millones de dólares, no es descabellado pensar que pueda tratarse del inicio de una potencial franquicia.
Cómo me Convertí en Superhéroe está lejos de ser una película perfecta, pero es sólido entretenimiento de calidad, algo que no siempre se logra, así que la encuentro bastante recomendable, en particular si son aficionados a los superhéroes.
Buena reseña . Llegué a tu blog buscando información sobre la locación dónde detenían a los super humanos para hacer la droga. Pero no encontré nada .
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