La semana pasada publiqué mi reseña de Fear Street Part One: 1994, primera parte de la trilogía de horror que Leigh Janiak desarrolló para Netflix e inspirada en la serie de libros para jóvenes lectores Fear Street, de R. L. Stine, y el viernes se estrenó Fear Street Part Two: 1978 (La Calle del Miedo: 1978), la segunda parte de la saga.
Mis reseñas nunca contienen spoilers, pero por tratarse de una secuela es inevitable que mis comentarios revelen detalles de la cinta anterior, incluyendo su desenlace, así que si planean verlas, tal vez quieran dejar de leer ahora.
La historia parte justo donde terminó la primera película, con Deena (Madeira) y Josh (Flores Jr.) tratando de resolver el problema de la maldición de Sarah Fier. Lograron someter a Sam (Scott Welch) y sin saber a quien más acudir, buscan a C. Berman (Jacobs), la única persona que ha sobrevivido a una de las oleadas de homicidios en Shadyside, aun a pesar de que se dice que ella misma vio a la bruja. La mujer vive sola y aislada del mundo, así que no ve con buenos ojos que un par de extraños aparezcan en su vida para revivir el pasado.
Berman les cuenta lo que pasó en el verano del '78, y la narrativa cambia para mostrarnos lo ocurrido. Camp Nightwing era un campamento de verano al que asistían los adolescentes tanto de Shadyside como los de Sunnyvale. Cindy Berman (Rudd) es una pretenciosa, virginal y estricta chica que funge como consejera en el campamento y sueña con salir de Shadyside, mientras que su hermana menor Ziggy (Sink) todavía es campista y siempre está metida en problemas, lo que causa frecuentes enfrentamientos entre ambas.
Cindy y su virginal novio Tommy (Slye) tienen problemas con otros consejeros, como Alice (Simpkins), la antigua mejor amiga de Cindy, y su novio Arnie (Sam Brooks), que prefieren divertirse que cumplir con sus obligaciones. Las actividades del campamento parecen diseñadas para exacerbar la competencia y rivalidad entre ambos pueblos, lo que crea fricciones que complican las cosas una vez que alguien es poseído por la maldición y, armado con un hacha, empieza a asesinar a consejeros y campistas de forma indiscriminada.
Los homicidios son un poco más homogéneos que en la primera entrega porque hay sólo un asesino. El entorno de la historia también limita un poco las opciones y muchas secuencias y elementos narrativos se sienten un tanto predecibles, desde las chicas que atormentan a la "inadaptada", el sexo que lleva a situaciones de peligro o las persecuciones a través del bosque, pero Janiak hace un buen trabajo al seguir con el sólido desarrollo de personajes mostrado desde la entrega anterior, además de explorar más de la historia de Sarah Fier.
El juvenil elenco de desconocidos (Sink, de Stranger Things es la excepción) hace un buen trabajo al dar vida a personajes mejor logrados que en la gran mayoría de las películas de slashers en campamentos que, dicho sea de paso, no es un género con ejemplos memorables más allá de Friday the 13th (Viernes 13) o The Burning (Los Sentenciados). En vez de conformarse con referencias a ellas, Janiak opta por hacer alusiones a la obra de Stephen King como los mejores ejemplos del horror de la época, e incluso lo nombra en una conversación.
Aunque el género está lleno de historias de venganza, Fear Street es distinta en el sentido de que la amenaza es abiertamente sobrenatural en vez de sólo insinuar esa condición, y aprovecha todas las oportunidades de explorar la mitología de la bruja al revelar más detalles sobre la historia de Sarah Fier, e integrando a su relato la forma en que la geografía de Shadyside ha cambiado con el paso del tiempo, lo que añade contexto a la historia principal en el "presente" que es 1994.
La naturaleza de la historia, como un recuento de algo ocurrido más de quince años atrás, provoca un cierto distanciamiento entre la audiencia y los personajes, sobre todo porque de entrada sabemos que al menos dos de los personajes sobreviven la noche. Aún así, Janiak se las arregla para darle peso emocional a las muertes que muestra en pantalla, que dicho sea de paso son brutalmente sangrientas, lo que nos recuerda su insistencia en que la trilogía tuviera una clasificación R, que permite ser más explícita, aunque evita mostrar desnudos.
Al igual que en la primera película, la directora emplea una reconocible selección musical para enfatizar la época en que sucede la historia, aunque cabe apuntar que el diseño para ubicarlas en ciertos momentos de la trama no tiene nada de aleatorio, y que las populares melodías de bandas como Kansas, The Buzzcocks o Blue Öyster Cult están intercaladas con una ominosa banda sonora de Marco Beltrami y Brandon Roberts que hace uso de muchas piezas corales que enmarcan de forma muy efectiva algunos de los momentos más siniestros de la historia.
Imagino que muchos dirán que prefieren esta entrega a la primera parte, o quienes consideren que la aventura en 1994 fue más entretenida, pero creo que en realidad eso depende del tipo de horror que prefieran o el que encuentren más fresco de acuerdo a su experiencia personal con las películas del género. Lo más destacable es que Janiak se las arregla para mantener un tono consistente entre ambas cintas a pesar de sus diferencias, y que se trata de una misma narrativa que alcanzará su clímax el fin de semana en una tercera entrega que promete más sorpresas.
Fear Street Part Two: 1978 es una inteligente y bien ejecutada película que es a la vez precuela y secuela a su predecesora, y propulsada por buenas actuaciones y un bien logrado desarrollo de personajes representa entretenimiento de calidad para todo aficionado al género de horror sin importar qué sabor de éste sea de su preferencia. Sin duda una película bastante recomendable que perfila a la trilogía de Fear Street como uno de los grandes eventos en el entretenimiento de género.
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