Algo que me gusta del cine de bajo presupuesto, sobre todo cuando se trata de películas de ciencia ficción, horror o fantasía, es que sus realizadores tienden a hacer gran despliegue de inventiva y creatividad, y aunque hay muchas b-movies totalmente olvidables, de vez en cuando uno se topa con joyitas bastante disfrutables, y ése es el caso de The Vast of the Night, el debut como director de Andrew Patterson.
La historia está ambientada a fines de los 1950 en Cayuga, Nuevo México, y sucede en una sola noche. Hay juego del equipo de baloncesto de la preparatoria local y casi todo el pueblo está en el gimnasio escolar. Entre los ausentes está Fay Crocker (McCormick), una chica de 16 años que a veces cubre el turno nocturno en la central telefónica del pueblo, y Everett Sloane (Horowitz), locutor nocturno en WOTW, la estación de radio local.
Ambos estaban en el gimnasio más temprano, pero se van antes de que inicie el partido para ir a sus trabajos. Más tarde Fay nota una extraña interferencia que interrumpe por un momento la transmisión radiofónica, y minutos después que las llamadas se están cortando. Luego de que una mujer llama para pedir ayuda y como fondo se oye el mismo ruido, Fay llama a Everett y le cuenta sobre la interrupción y las llamadas extrañas.
Everett solicita ayuda de sus escuchas para identificar el sonido, y conforme acumula testimonios y se repiten fenómenos extraños, ambos jóvenes empiezan a considerar la posibilidad de que el extraño sonido y su aparente efecto en las comunicaciones y el servicio eléctrico podrían tener un origen fuera de este mundo, así que buscan respuestas a sus interrogantes mientras el resto del pueblo ignora lo que sucede a su alrededor.
La trama es muy sencilla, pero en ello radica parte de su encanto. The Vast of the Night es un excelente recordatorio de que a veces, más que la historia misma, importa la forma en que se cuenta. Patterson establece el tono desde los primeros minutos al enmarcar su relato como si fuera un episodio de una serie de TV llamada The Paradox Theatre, una clara alusión a The Twilight Zone (Dimensión desconocida).
Historias sobre platillos voladores en pequeños pueblos en los años cincuenta sobran, y Patterson usa en su historia elementos familiares, pero crea una estructura narrativa que la hace parecer fresca y original sin perder la sensación de familiaridad para aficionados al género, con referencias que van de The Twilight Zone o Invasion of the Body Snatchers a Close Encounters of the Third Kind o The X-Files.
El resultado es una película íntima y humana que se siente como un viaje al pasado pero no depende de la nostalgia para atrapar al espectador. Su historia manipula a la audiencia de tal modo que cuando alguien dice "Hay algo en el cielo", es palpable la sensación de asombro, terror y emoción que sus personajes deben sentir, y llevan al espectadora preguntarse junto con ellos qué se oculta en la inmensidad de la noche.
A nivel visual, Patterson hace algunas elecciones inusuales. En la primera mitad de la película no hay un solo close-up, y después son pocos. Hay muchas tomas abiertas y, por ejemplo, la larga conversación al inicio de la historia entre Fay y Everett se presenta con la cámara siguiéndolos a pocos pasos mientras caminan del gimnasio a la central telefónica, recorriendo buena parte del pueblo.
Así es como conocemos a los personajes, a través de sus conversaciones, y cuando por fin hay acercamientos, estos tienen una intención particular, para enfatizar una reacción o lo que el personaje siente o piensa. Esto convierte al espectador en un fisgón, alguien que no forma parte de la escena, pero es un testigo silencioso.
Los personajes nunca se dirigen a la audiencia, así que cualquier empatía que uno llegue a sentir por ellos se da de forma orgánica, en reacción a lo que aprendemos de ellos mientras los espiamos en esta peculiar noche. Eso, combinado con la idea de que es un episodio de televisión, crea un peculiar efecto de distanciamiento que, pese a lo íntima y humana que es la película, crea un peculiar distanciamiento entre espectador y personajes.
Hay un largo plano secuencia de Fay tomando llamadas, y con sólo expresiones faciales percibimos su creciente preocupación ante lo que escucha. También hay una toma que recorre el pueblo que, además de ser una transición entre escenas, deja claro su tamaño. Según leí, se hizo con cuatro tomas unidas digitalmente, y el efecto en pantalla es espectacular.
Me gustó que la historia no es irónica ni se burla del género. Fay y Everett son nerds tecnológicos, y comentan artículos reales de la revista Mechanix Illustrated de los años cincuenta. Se menciona al Sputnik, y hay tributos a la ciencia ficción clásica. La estación de radio debía tener una K en el identificador, pero WOTW es una alusión a War of the Worlds, la mítica adaptación radiofónica de Orson Welles a la novela de HG Wells.
No existe un pueblo llamado Cayuga en Nuevo México, pero es evidente que toma su nombre de Cayuga Productions, la compañía de Rod Serling a cargo de la realización de The Twilight Zone. Hay también una mención a Santa Mira, el ficticio pueblo de California que sirve como escenario para Invasion of the Body Snatchers (1956). Pero no todas las referencias vienen de la ficción de género.
El título de la película parece haber sido tomado de un verso de La Tempestad, de William Shakespeare: "For this, be sure, tonight thou shalt have cramps, Side-stitches that shall pen thy breath up. Urchins Shall, forth at vast of night that they may work, All exercise on thee.", es decir "por esto te aseguro, tendrás calambres esta noche y dolores en el costado que apretarán tu respiración. Los erizos se cebarán en ti durante la inmensidad de la noche".
In the Vast of Night es una película íntima y humana que aborda el tema de la soledad y el temor a lo desconocido. Se trata de un impresionante debut para un director que ya trabaja en su segunda película, aún sin título, y a quien habrá que seguir de cerca. Totalmente recomendada.
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