Las plataformas de streaming cambiaron la forma en que consumimos entretenimiento, sobre todo si se trata de series de televisión. Hace años la idea de poder ver toda una temporada de una serie de corrido y el mismo día de su estreno era impensable, y aunque Disney+ parece dispuesta a experimentar con el viejo formato de un episodio por semana, hacer binge o ver maratones son ya parte de lo que hacemos.
En el caso de Fear Street, trilogía de películas de horror inspiradas en la serie de libros del mismo nombre de R.L. Stine, autor creador de Goosebumps (Escalofríos), el plan es liberar una película por semana, así que la saga entera se concluyó antes de siquiera anunciar el estreno.
Esto implica producir las tres películas, si no de forma simultánea, al menos una detrás de otra, y para hacer aún más complicado el experimento, la serie quedó en manos de Leigh Janiak, directora con sólo una película en su filmografía (la producción independiente Honeymoon, que todavía no veo pero voy a buscar), quien además coescribió el guion con Phil Graziadei sobre una versión previa de Kyle Killen. La primera entrega, Fear Street Part One: 1994 (La Calle del Miedo: 1994) se estrenó el pasado 2 de julio.
La historia sucede en 1994 en Shadyside, un pequeño pueblo con una horrible historia llena de pasajes oscuros, incluyendo inexplicables olas de asesinatos, cometidas por ciudadanos promedio que aparentemente se volvieron locos de forma inexplicable. Los habitantes del pueblo son conscientes de los problemas de su hogar, sobre todo considerando que Sunnyvale, el pueblo vecino, parece sacado de una postal y es un paraíso de clase media cuyos habitantes miran con desdén a sus vecinos menos afortunados.
Luego de que un joven comete varios homicidios en el centro comercial local, la sombra de incidentes pasados vuelve a cernirse sobre el pueblo, y poco después un grupo de adolescentes perturba la tumba de Sarah Fier, una bruja que, cuenta la leyenda, puso una maldición sobre el pueblo y sus habitantes, y esa es la causa de todas las tragedias que han ocurrido ahí a lo largo de los años, de las cuales sólo se han documentado un puñado, todas ellas en el siglo XX. Como sea, sin saberlo, los jóvenes ponen en marcha una nueva oleada de crímenes.
Deena (Kiana Madeira), una joven de carácter fuerte que intenta reponerse de un rompimiento luego de que su ex se mudó a Sunnyvale, ha visto a lo lejos al asesino del centro comercial, un encapuchado que viste un disfraz de esqueleto y anda armado con un cuchillo, pero cree que es una broma de los idiotas de aquel pueblo. Pero su hermano menor Josh (Benjamin Flores Jr.), usuario de foros de internet y experto en la oscura y violenta historia de Shadyside, no está convencido de que ése sea el caso.
Por alguna razón el (o los) asesino(s) parece(n) obsesionado(s) con eliminar a Sam (Olivia Scott Welch), así que Deena recluta la ayuda de sus amigos Kate (Julia Rehwald), que es la chica más popular de la escuela, y Simon (Fred Hechinger), que la sigue a todas partes, para tratar de llegar al fondo del misterio armados con la información que Josh ha acumulado a lo largo de los años, y tal vez poner punto final a los asesinatos que una vez más amenazan con destruir la paz mental del de por sí maltratado pueblo.
La película está llena de alusiones al cine de horror, sobre todo de los años noventa. El asesino encapuchado es una clara alusión a Ghostface, de Scream, y la obsesiva persecución de que son objeto los chicos recuerda a I Know What You Did Last Summer (Sé lo que hicieron el verano pasado), pero las referencias no se detienen ahí, pues también hay referencias a clásicos del género como Night of the Living Dead (La noche de los muertos vivientes), The Shining (El Resplandor), Poltergeist (Juegos Diabólicos), e incluso Jaws (Tiburón).
Pero Fear Street es mucho más que una simple colección de tributos que además evita volverse meta y hacer un análisis del género (para eso existen películas como Scream, New Nightmare o Cabin in the Woods), y adopta una identidad propia que reconoce todo lo que vino antes pero con la clara intención de construir algo nuevo y hacerse de un nombre propio dentro de la mitología contemporánea del género de horror, tan bien lograda que resulta un tanto difícil creer que se trata apenas de la segunda película de Janiak.
Una de las partes más complicadas de la historia pero que es lograda de muy buena manera es la forma en que incorpora los antecedentes del pueblo y sus asesinos en décadas pasadas, pues lo hace de manera orgánica, ligando toda la información a los sucesos presentes sin necesidad de recurrir a largos diálogos expositivos, y lo convierte en otra parte del misterio que los protagonistas deben resolver para sobrevivir a la amenaza que se cierne sobre ellos, al tiempo que ofrece una oportunidad para desarrollar mejor a los personajes.
La película tiene un ritmo frenético, con una edición de cortes rápidos que van de una conversación a otra o las interrumpe con explosiones de violencia que son un reflejo de la agresividad en la historia. El implacable ritmo narrativo aprovecha al máximo una banda sonora que no deja duda sobre la época en que transcurre la historia, y resulta el acompañamiento ideal para las bien montadas secuencias de slasher en escenarios tan distintivos como los pasillos de la preparatoria o del super mercado local.
Algo que Fear Street hace mejor que la gran mayoría de películas de slashers, es el manejo de personajes. Son un grupo de jóvenes con virtudes y defectos que sólo desean sobrevivir la noche, y tienden a ser subestimados por los pocos adultos que interactúan con ellos. Es fácil sentirse preocupado por lo que ocurra con ellos, ya sea que estén corriendo por sus vidas o lidiando con algún problema propio de su edad: sexo, amor, la escuela, pensar en el futuro, etc. Es refrescante ver una película del género en que tener sexo no sea una sentencia de muerte.
Por otro lado, cuando estalla la violencia y los cadáveres se empiezan a apilar, lo hacen con una intensidad inusual que, en complemento a la empatía generada hacia sus personajes, incrementa la sensación de terror y peligro que rodea a los jóvenes, algo que se agradece en un género en que a veces, sobre todo en años recientes, lo que más se disfruta es la familiaridad. El uso de sangre y violencia es tal, que es fácil entender por qué Janiak insistió en que la trilogía tuviese clasificación R (es decir, para mayores de 18 años).
El elenco en general hace un excelente trabajo, desde la breve aparición de Maya Hawke hasta la callada intensidad de Medeira y Rehwald. Fred Hechinger hace algo completamente distinto a su papel en Woman in the Window, y lo hace muy bien, y Flores Jr. interpreta a un nerd que se siente mucho más orgánico que los clichés que solemos ver en otras películas. En general es un talentoso grupo de jóvenes actores a quienes habrá que seguir de cerca.
El resultado es una película que todo aficionado al horror y los slashers va a disfrutar, con una balanceada mezcla de diversión y brutalidad que facilita la descarga de adrenalina que hace que estas películas sean tan atractivas para cierto sector del público, y que en vez de enfocarse sólo en el valor nostálgico de situar una película en el pasado, explota los elementos de época al tiempo que hace algo que se siente nuevo y contemporáneo. Película totalmente recomendable para todo aficionado al cine horror.
Y lo mejor de todo es que la espera para ver el siguiente episodio de la saga será de sólo unos días, con una visita al también familiar entorno de un campamento de verano. ¿Qué sorpresas nos habrán preparado Janiak y compañía? Muy pronto lo sabremos.
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