No suelo escribir acerca de mí. Quienes me conocen se sorprenden cuando me describo como introvertido, porque en su experiencia lo difícil es callarme. Pero eso toma tiempo, hasta que siento suficiente confianza para hablar abiertamente. Es difícil que me acerque a alguien e inicie una conversación, y si alguien más da el primer paso suele ser una charla entrecortada y superficial. Pero a veces siento la necesidad de sacarme algo de encima, y hace años que dejé de llevar un diario, que usaba para eso, así que de vez en cuando escribo aquí algo personal.
No tenía tiempo para una vida social (sólo tenía libres los domingos y parte de los sábados), y hacerle espacio a mis hobbies representaba sacrificar horas de sueño. Era difícil conseguir permiso para ausentarme aunque fuese sólo por unas horas y ni hablar de faltar algún día. Por otro lado, tenía dinero suficiente para darme algunos gustos: compraba montones de libros y películas, comía fuera con bastante frecuencia, e iba al cine cuantas veces podía. Los domingos me reunía con algunos amigos para ir a jugar basket o "tochito" y de ahí nos íbamos a cenar o tomar un café el resto de la tarde-noche.
En 2014 me contactaron para volver a traducir cómics luego de más de diez años de no hacerlo, y acepté sin dudarlo. Sabía que eso, dependiendo del volumen de trabajo, significaba seguir recortando mis horas de sueño. Llegó un momento en que dormía alrededor de tres horas al día y no le daba mayor importancia al asunto. Estaba tan sumergido en el estrés que ya ni siquiera lo notaba. Se había vuelto una parte tan natural de mi rutina que, porque para fines prácticos ésa era mi normalidad. Pero no había forma de seguir así, algo tenía que ceder, y tras pensarlo un poco, ni siquiera era una decisión difícil.
Hablé con mis parientes y les informé que no seguiría con ellos. Negociamos una liquidación y acordamos que el último día de junio de 2017 nuestra relación laboral llegaría a su fin. Así que el 1 de julio, hace exactamente cuatro años, desperté con el conocimiento de que no volvería salir de casa antes de las 6 de la mañana para presentarme en un trabajo que con el tiempo llegué a odiar. Por otro lado, también era consciente de que estaba renunciando a una parte importante de mis ingresos, con el añadido de que era el único de mis trabajos que representaba un ingreso estable y constante.
Pero la principal razón para decidir que no podía seguir así, fue mi salud, tanto física como mental, así que en ese aspecto no me arrepiento. Durante el último año viviendo así tuve varias manifestaciones físicas de estrés, desde salpullido hasta algo similar a caspa. Y empecé a tener problemas de derrames en un ojo. Desde entonces comencé el tratamiento en una clínica privada porque, pese a los muchos años de trabajo con aquellos parientes, nunca tuve prestaciones de ninguna clase, lo que incluye seguro médico.
El problema no era de solución sencilla, así que un año después empecé a someterme a cirugías para contener y corregir el problema en la medida de lo posible. En total me sometí a cinco intervenciones, tres en un ojo y dos en el otro (Acá documenté parte del proceso). Por casi un año quedé fuera de circulación, además de que usé todos mis ahorros e incluso mi liquidación. Hace un par de años empecé a retomar algunas de mis actividades normales, consciente de que debía cuidar ciertas cosas. He seguido con atención el estado de mis ojos y quizás pronto necesitaré otra cirugía para retirar el aceite de silicón de uno de ellos.
Entre esos problemas y la pandemia, muchos de los planes que tenía cuando decidí dejar aquel trabajo se vieron pospuestos o cancelados. La pandemia provocó retrasos en las publicaciones de la editorial para la que hago la mayor parte de mi trabajo, lo que se tradujo en menos traducciones y por lo tanto menos ingresos. Por fortuna no pago renta y mis ingresos bastan para cubrir los gastos básicos, aunque sigo sin poder ahorrar y saber que hay al menos una cirugía más en mi futuro es algo que me preocupa un poco, pero no puedo dejar que eso me estrese.
Por otro lado, por fin estoy escribiendo con más regularidad, y no me refiero sólo a este blog, cuyo contenido se ha vuelto más numeroso y constante, sino a ficción. De momento me he olvidado de la idea de hacer cómic. No soy lo bastante bueno como para hacerlo solo, y no tengo forma de pagarle a un dibujante, así que estoy escribiendo prosa. Cuentos y fragmentos de algo que quizá podría llegar a ser una novela. No tengo planes para esos escritos. Supongo que los cuentos los publicaré en algún momento en el blog que creé para eso en octubre pasado y que después dejé abandonado.
La razón de ese abandono tiene mucho que ver con la falta de interés de la gente en general por leer lo que escribo, aunque es algo que hago por y para mí, así que no me preocupa demasiado si nadie me lee. Lo otro... primero tendría que terminarlo para saber qué es y si puedo hacer algo con ello. En cuanto a no-ficción, tengo planeado hacer algo el próximo año, una vez más como reto personal y no como una forma de hacer dinero. Hace mucho que me resigné a que las cosas que me gusta hacer no están hechas para convertirse en una forma de ganarme la vida.
Supongo que en realidad quería escribir esto sólo porque recordar la fecha me hizo pensar en lo que pasaba por mi cabeza al dejar aquel trabajo. No ha sido fácil, y la incertidumbre financiera que vivo desde entonces no es nada agradable, pero aun así creo que estoy mejor que entonces. Puede que tenga menos dinero y que haya cambiado mis hábitos de consumo para ajustarme a mi nueva realidad, pero lo más importante sigue siendo mi salud, y en ese aspecto estoy convencido de que ahora estoy mejor.
El resto es algo que, como todas las cosas, debo atender poco a poco, un día a la vez.
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