Mattson Tomlin es un guionista casi desconocido, pero eso puede cambiar luego de su colaboración con Matt Reeves en el guion de The Batman, película actualmente en producción. Su entrada al medio se dio gracias a un guion no solicitado que llevaba por título Power, el cual fue objeto de una pugna entre estudios de la que Netflix emergió como vencedor. Luego de ver Project Power, la película resultante, me pregunto si alguien más trabajó sobre el guion.
Protagonizada por Jamie Foxx, Joseph Gordon-Levitt y Dominique Fishback, la historia mezcla elementos del género de superhéroes con un thriller policíaco, y gira alrededor de una droga conocida como Power, capaz de despertar superpoderes en cualquier persona. Cada quien tiene un poder distinto e impredecible, pero sólo puede usarlo durante cinco minutos luego de ingerir una píldora.
La acción transcurre en un futuro cercano. Frank (Gordon-Levitt) es un detective de policía en Nueva Orleans que ha decidido combatir fuego con fuego y compra píldoras a una traficante adolescente llamada Robin (Fishback), a quien de una u otra forma intenta proteger. Su inusual relación de trabajo se ve afectada cuando aparece en la ciudad un ex militar que se hace llamar El Mayor (Foxx), quien tiene sus propias razones para buscar a los proveedores de Power.
A través de otro minorista, primo de Robin, el Mayor llega hasta ella y la usa para intentar avanzar en la cadena de distribución con la esperanza de llegar a su origen. Pero sus pesquisas empiezan a llamar la atención, y un capitán de policía (un desperdiciado Courtney B. Vance) le pide a Frank, recién suspendido por usar Power para detener un asalto al banco, que lo busque y atrape, pues puede ser la clave para desmantelar la red de distribución de la droga.
Lo que sigue es un thriller policiaco genérico aderezado con algunas interesantes secuencias de acción y efectos especiales, pero relatado de forma que desperdicia los elementos más interesantes que siembra en los primeros minutos, y la única razón por la que la película se mantiene a flote es gracias a los actores principales, que logran sacarle jugo a una historia que plantea muchas ideas y posibilidades más que interesantes, pero se rehúsa a hacer algo con ellas.
La dirección no es mala, pero me queda la sensación de que Joost y Schulman están más preocupados por presentar su estilizada visión en pantalla que por contar una historia, pero el impacto de su brillante y atractivo estilo es casi tan efímero como los efectos de Power. La falta de profundidad del guion, que ofrece una premisa interesante y original pero la envuelve en una trama de fórmula, predecible y gastada, no ayuda en nada, y deja al espectador con la sensación de que desperdiciaron una oportunidad de hacer algo sobresaliente.
Situar la historia en Nueva Orleans parecía importante para la trama, pues en los primeros minutos toca temas de desigualdad racial y económica en una ciudad que todavía no se recupera de los estragos causados por el Huracán Katrina en 2005. Está también la cuestión de Frank, un policía que intenta justificar sus actividades ilegales como una forma de hacer mejor su trabajo, y no tiene reparo en comerciar con una traficante adolescente a la que además pone en peligro y le regala cosas sustraídas del depósito de decomisos de la policía.
Otro problema con la historia es que nunca presenta a un villano que sirva como antagonista, pues aparece la científica responsable de producir la droga y muchos matones y traficantes, pero nadie toma un rol importante en la historia. Los motivos del Mayor alimentan la actuación de Foxx, que da un respaldo emocional a lo que hubiera sido un rudo antihéroe como cualquier otro, y retoma brevemente el tema de los abusos en contra de las minorías y los pobres, ahora como conejillos de indias en experimentos genéticos, pero tampoco se lanza de lleno al tema.
La falla al explorar esos temas de mejor manera no sería tan grave si la cinta se hubiera enfocado en su premisa básica para ofrecer un punto de vista fresco al tema de los superpoderes, pero el asunto pasa a segundo término. En vez de mostrar los impredecibles efectos de la droga mientras se extiende por la ciudad, salta en el tiempo algunas semanas y nos encontramos con un mundo en que todos parecen saber cuál es su poder y han aprendido a usar la droga de forma eficiente, lo que anula también el potencial de explotar su límite de tiempo.
El resultado es una película medianamente entretenida pero olvidable, y esa mediocridad duele más que si hubiera sido mala. Quizás lo único que evita que lo sea son las actuaciones, pues aunque los roles principales son una colección ambulante de clichés, Foxx, Gordon-Levitt y Fishback usan talento y carisma para darles un peso emocional que evita que el espectador se desconecte por completo. Destaco en particular a la joven Fishback, que pese a lo limitado del guion hace un trabajo fenomenal.
Project Power es una de esas películas que lo dejan a uno con la frustrante sensación de que pudo ser algo especial o memorable pero desperdició todo el potencial de una idea prometedora. Recomendada, pero con muchas reservas.
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