A pesar de que han pasado varios años desde la última vez que Frank Miller hizo algo en cómics que valga la pena comentar, el veterano artista y escritor atraviesa por un buen momento de popularidad. La reciente adaptación en Netflix de Cursed, una novela juvenil para la que realizó ilustraciones, ayudó en eso, y me parece un buen momento para recordar que alguna vez fue uno de los creadores más innovadores y talentosos en el medio.
Siempre he sido de la idea de que las grandes obras de arte reflejan el entorno en que fueron creadas, y los cómics y novelas gráficas no son la excepción. La década de los ochenta se caracterizó por una tendencia en la ficción a contar historias de tinte oscuro y pesimista, sobre todo cuando se trataba de especular sobre el futuro. Ejemplos de esa tendencia los encontramos en el cine con películas como Blade Runner, Brazil, Escape from New York o Terminator, y en el caso de cómics podemos mencionar V for Vendetta, Grimjack e incluso Batman: The Dark Knight Returns o Watchmen.
Muchos antihéroes ganaron popularidad, y pronto aparecieron sellos y editoriales dispuestas a atender a ese sector del mercado, lo que abrió espacios a autores con inquietudes narrativas poco convencionales. Como efecto secundario, se creó un nicho de mercado para cómics dirigidos a lectores adultos en busca de algo más que superhéroes. Marvel creó el sello Epic, mientras que DC Comics publicó títulos que poco a poco prepararon el terreno para la eventual aparición del sello Vertigo. Y Ronin, de Frank Miller, fue uno de los primeros cómics "de autor" publicados por DC.
Frank Miller se hizo de nombre gracias a su aclamado trabajo en Daredevil entre 1981 y 1982. Como uno de los autores de mayor demanda, Miller gozó de mucha libertad en sus proyectos siguientes. Esto es evidente en Ronin, donde él mismo fungió como editor. En esta obra Miller experimentó en su arte con influencias que van del manga (Lone Wolf and Cub) al cómic europeo (la obra de Moebius), y las mezcló con su propio estilo, lo que resultó en una de sus obras visual y narrativamente más complejas.
Ronin cuenta la rivalidad entre un samurai y el demonio Agat luego de que éste asesina al señor del samurai, en el siglo XIII. El samurai, convertido en ronin, un samurai sin amo, debe vivir como nómada hasta matar a Agat y lavar su honor, pero cuando lo logra, el demonio lanza una maldición que atrapa los espíritus de ambos en la espada que acabó con sus vidas.
En el siglo XXI, las ciudades que conocemos están en decadencia, y un enorme complejo industrial usa biotecnología en busca de ayudar a levantar a la ciudad de Nueva York de entre sus cenizas, pero la repentina resurrección de Agat y el ronin para reanudar su batalla pone un alto a todos sus planes.
La historia es una fascinante mezcla de ciencia ficción y fantasía, géneros actualmente muy populares en los cómics pero que en aquel entonces eran casi ignorados en el medio pese a tener éxito en el cine. Pero a diferencia de algunas de las historias de viajes en el tiempo populares de la época (Terminator o Back to the Future), donde los viajes eran del futuro al presente o del presente al pasado, Miller tomó personajes del pasado y los lanzó al futuro.
Además de las fuertes influencias ya mencionadas de manga y cómic europeo, hay páginas donde Miller parece homenajear al arte clásico del Japón feudal, lo que enriquece aún más la experiencia visual que representa la lectura de este cómic. Ronin representó un enorme salto estilístico para Miller, y fue el primer paso en la transición a un estilo más limpio y claro, una síntesis de imagen que alcanzó su punto máxim una década después en las páginas de Sin City y 300.
Ronin fue una obra revolucionaria en muchos aspectos. No sólo fue uno de los primeros pasos hacia una cultura de cómics propiedad de sus autores, sino que también fue uno de los primeros casos en que un cómic usó el color como herramienta narrativa. La encargada de colorear la miniserie fue Lynn Varley, hoy ex-esposa de Miller, quien era conocida por su trabajo con acuarelas, técnica usada en Ronin y repetida más tarde en obras como Batman: The Dark Knight Returns, Elektra Lives Again, Big Guy and Rusty the Boy Robot y 300.
En Ronin su trabajo crea una peculiar atmósfera para la historia. El diseño de color acentúa el tono de cada escena, aportando a ellas una mayor sensibilidad temática, contrastando las secuencias de acción y violencia con aquellas de carácter más sentimental y humano, pero de forma sutil, manteniendo la armonía de la obra en general, algo que muchos artistas de color realizan hoy día de manera cotidiana pero en aquel entonces era, sobre todo en el cómic estadounidense, bastante inusual.
Pero, volviendo a Miller, su evolución en este cómic no se limita a la parte artística, sino también, quizás de forma aún más marcada, a su narrativa. Ronin no tiene textos descriptivos. Sólo hay diálogos entre los personajes, e incluso estos se presentan con una marcada economía.
Miller explota al máximo, tal vez por primera vez, el impacto de cada viñeta dibujada, y deja que el peso narrativo de la historia recaiga en las imágenes, usando una cuidada labor de diseño de página y viñetas para magnificar el efecto del "silencio", lo que agrega a su relato un dramatismo propio del cine de samurais.
Close-ups, siluetas, imágenes sin fondo, secuencias detalladas e imágenes divididas en varias viñetas son sólo algunos de los recursos visuales que el artista emplea para manipular el ritmo narrativo de una forma poco común en el cómic americano de la época, lo que representa uno de los aspectos más revolucionarios de Ronin.
Para muchos, Sin City y 300 representan la cúspide de su trabajo. Y a nivel artístico puede que lo sean, pero me parece que ambas obras son ejercicios estilísticos en los que Miller pone en práctica los trucos y técnicas aprendidos a lo largo de los años, usando algunos de sus temas favoritos como pretexto para realizar esas historias. Pero Ronin representa uno de los mayores logros artísticos y narrativos de su carrera e incluso me atrevería a afirmar que se trata de su aporte más importante al medio, incluso por encima de Dark Knight Returns o de su trabajo en Daredevil.
Cabe apuntar que la influencia de Ronin no se limita a los cómics. La historia del samurai y el demonio trenzados en una rivalidad a través de los siglos es la premisa central de Samurai Jack, y su creador, el aclamado diseñador y animador Gendy Tartakovsky, ha reconocido en varias ocasiones que la obra de Miller fue una fuerte inspiración al desarrollar los conceptos.
Publicada entre 1983 y 84 como una miniserie de seis números en formato Prestige, de 48 páginas y sin anuncios, Ronin fue recogida en un solo tomo recopilatorio en 1987, y desde entonces se ha mantenido vigente en varios formatos, por lo que es fácil de conseguir.
Si nunca la han leído, los invito a hacerlo para que saquen sus propias conclusiones sobre el lugar que merece entre la celebrada obra de Frank Miller.
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