jueves, 20 de agosto de 2020

Cómo escribir en la era de la distracción, por Cory Doctorow

A lo largo de los años he escrito bastante sobre Cory Doctorow, escritor, blogger y activista a quien descubrí hace cerca de 20 años gracias a su labor en el blog de actualidad y tecnología Boing Boing. Ferviente creyente de que la información debe ser libre y promotor del copyleft, todos sus libros, tanto de ficción como de ensayos, están disponibles para descarga legal y gratuita en Craphound, su sitio web oficial.

Hace varios años Cory escribió un texto con consejos para evitar que el mundo hiperconectado en que vivimos se convierta en un obstáculo para la productividad de un escritor. El texto fue publicado en el número de enero 2009 de Locus Magazine, y lo que sigue es mi traducción del mismo.

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Escribiendo en la era de la distracción

Por Cory Doctorow

Sabemos que nuestros lectores se distraen y que a veces incluso se sienten abrumados por las muchas distracciones que hay a un click de distancia en el internet, y los escritores enfrentan el mismo glorioso problema: el delirante mundo de información, comunidades y comunicación que acecha tras la pantalla, en la pestaña al lado de tu procesador de textos.

El peor consejo para escribir que he recibido es que debo alejarme del internet porque sólo voy a perder el tiempo y no ayudará a mi escritura. En lo personal, ese consejo era creativa, profesional y artisticamente equivocado, pero entiendo las razones del escritor que me lo ofreció. De vez en cuando, al ver un nuevo sitio, juego o servicio, siento un hoyo negro que atrae atención: un caño de tiempo a la espera de llenar cada momento de pausa con distracciones.

Como un nuevo padre que escribe al menos un libro al año, media docena de columnas al mes, diez o más entradas de blog al día, además de cuentos, historias cortas y discursos, sé lo escaso que puede ser el tiempo y los peligros de la distracción. Pero el internet ha sido bueno conmigo. Ha informado mi estética y creatividad, me ha beneficiado personal y profesionalmente, y por cada momento que me roba, me da de vuelta un centenar de deleites, así que renunciar a él sería como renunciar a la ficción o cualquier otro vicio que disfruto.

Creo que he logrado balancear las cosas mediante simples técnicas que he refinado durante años. A veces todavía me siento aturdido y saturado de información, pero es raro. La mayor parte del tiempo estoy de lleno en mi trabajo y con mi musa. Así es como lo hago:

Agenda de trabajo corta y regular
Cuando trabajo en una historia o novela, me pongo una modesta meta diaria: una o dos páginas, y cada día cumplo con ella, sin hacer nada más mientras trabajo en ella. No es plausible ni deseable tratar de aislarse del mundo por horas a la vez, pero es posible olvidarse de todo por veinte minutos. Escribir una página diaria basta para tener una novela al año (hagan cuentas), y siempre puedo hallar veinte minutos al día sin importar qué más esté sucediendo.

Veinte minutos es un intervalo lo bastante corto como para robárselo a una siesta o a una pausa para comer (aunque esto no debe volverse un hábito). El secreto es hacerlo todos los días, incluso los fines de semana, para mantener la inercia, además de que permite que tu mente vague entre sesiones antes de tu página del día siguiente. Intenta hallar uno o dos vívidos detalles sensoriales o una ocurrencia para tu próxima página, para que cuando te sientes al teclado ya tengas algo de material.

Déjate un borde inconcluso
Una vez que hayas cumplido tu meta del día, detente. Incluso si estás a mitad de una oración. Sobre todo si estás a mitad de una oración. De ese modo, cuando te sientes a escribir al día siguiente, tus primeras cinco o diez palabras ya estarán en orden y eso te dará un empujón para empezar a trabajar. Quienes tejen, dejan una hebra de estambre suelta para saber dónde empezar al día siguiente. Es como una pista. Los orfebres dejan bordes hoscos en la arcilla mojada antes de envolverla en plástico durante la noche, porque es más difícil trabajar sobre algo que ya está liso.

No investigues
Investigar no es escribir y viceversa. Si hay un dato que podrías buscar en cuestión de segundos, no lo hagas. No interrumpas para buscar el largo del puente de Brooklyn, la población de Rhode Island o la distancia hasta el Sol. Eso es el camino a la distracción, un interminable trance de clicks que convertirá tus veinte minutos de composición en medio día de un idilio por la web.

En vez de eso, haz lo mismo que los periodistas: escribe "TK" donde debe ir tu dato, como por ejemplo "el puente de Brooklyn, con sus TK metros de largo, salió volando como una cometa". TK aparece en muy pocas palabras en inglés [lo mismo en español], así que una rápida busca en tu documento para TK te dirá que datos necesitas checar al finalizar. Y tu editor o lector de prueba se darán cuenta si algo se te pasó y podrán avisarte.

No realices rituales
Olvídate de consejos sobre buscar la atmósfera ideal para atraer a tu musa. Olvida las velas, música, silencio, silla cómoda, cigarro o acostar a los niños. Es bueno satisfacer todas tus necesidades físicas antes de escribir, pero si te convences de que sólo puedes escribir en un mundo perfecto, además de hallar veinte minutos al día tendrás que hallar el entorno perfecto al mismo tiempo. Así que cuando tengas tiempo disponible, sólo pon los dedos sobre el teclado y escribe. Seguro eres capaz de tolerar el ruido/silencio/niños/hambre/incomodidad durante veinte minutos.

Olvídate del procesador de textos
Word, Google Office y OpenOffice tienen un impresionante abasto de funciones y configuraciones con las que puedes jugar por siempre. Olvídalo. Todo eso son distracciones, y lo último que quieres es que tu herramienta te plantee dudas, "corrija" tu ortografía o cuestione la estructura de tus oraciones. Los programadores que escribieron tu procesador de textos escriben todo el día todos los días y tienen el poder de adquirir o comprar cualquier herramienta que puedan imaginar para introducir texto en una computadora, y no escriben su software con Word.

Usan un editor de texto como vi, Emacs, TextPad, BBEdit, Gedit o alguno de muchos otros editores. Estos son las herramientas más confiables, venerables y poderosas en la historia del software (están en el corazón de todo el demás software) y casi no tienen elementos distractores... pero sí poderosas herramientas para buscar y reemplazar. Lo mejor de todo, el humilde archivo .txt lo puede leer casi cualquier aplicación en tu computadora, lo puedes pegar directo en un email, y no puede transmitir viruses.

Las herramientas de comunicación en tiempo real son letales
El más grande impedimento para la concentración en el ecosistema de tu computadora son las tecnologías de interrupción: mensajes, alertas de correo, alertas RSS, mensajes de Skype, etc. Cualquier cosa que requiera que esperes por una respuesta, aún subconscientemente, ocupa tu atención. Cualquier cosa que salte en tu pantalla para anunciar algo nuevo, ocupa tu atención. Entre mejor entrenes a tus amigos y familia para usar email, foros de mensajes y tecnologías similares que te permitan conversar en sesiones planeadas en vez de exigir tu atención justo ahora, será de ayuda para encontrar tus veinte minutos.

Claro, puedes programar un chat (texto, voz o video) cuando lo necesites, pero dejar corriendo tus apps de mensajería instantánea mientras te sientas a trabajar es como colgar un gigantesco cartel de "DISTRAEME" sobre tu escritorio, decorado con luces lo bastante brillantes como para que lo vea todo el mundo.

No puedo presumir de haber inventado estas técnicas, pero son las que han hecho del siglo XXI uno bueno para mí.

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