Poco a poco las películas cuyos estrenos en 2020 se vieron aplazados a causa de la pandemia se van abriendo paso a las pantallas de los países donde ya es posible ir al cine, y hace unos días tocó turno a Godzilla vs. Kong, punto culminante (pero no necesariamente conclusivo) del Monsterverse de Legendary Pictures. La película, dirigida por Adam Wingard y con las actuaciones de Alexander Skarsgård, Millie Bobby Brown, Rebecca Hall, Eiza González, Kyle Chandler y Demián Bichir, es una secuela a Godzilla: King of the Monsters (2019) y Kong: Skull Island (2017).
En términos generales la historia construye sobre conceptos introducidos tanto en Godzilla (2014) como en las cintas antes mencionadas. Aquí descubrimos que el proyecto Monarch mantiene vigilados a los kaiju, criaturas gigantes a quienes en esta franquicia se conoce como Titanes, y sus científicos especulan que se trata de seres más antiguos que los dinosaurios, y que alguna vez poblaron la superficie de la Tierra.
Sus investigaciones han llegado a la conclusión de que estas antiguas criaturas deben su prodigiosa longevidad a que se alimentan de la radiación residual del Big Bang, y se cree que hace milenios se exiliaron a vivir al interior de la Tierra. La razón por la que empezaron a resurgir en las últimas décadas es el severo daño provocado a la corteza terrestre por la desmedida explotación de recursos que los humanos hemos realizado.
Cinco años después de los sucesos narrados en Godzilla: King of the Monsters, Monarch mantiene un puesto de observación para Kong en Skull Island, convertida en un hábitat artificial cubierto por un enorme domo, donde Ilene Andrews (Hall), la experta más reconocida en el mundo en lo que se refiere a Kong, está al frente del equipo de investigación. Su hija adoptiva Jia (Kaylee Hottle), una niña sorda y última nativa Iwi es la única criatura capaz de comunicarse con el solitario primate.
Al mismo tiempo, en Pensacola, California, Bernie Hayes (Brian Tyree Henry), un empleado de Apex Cybernetics que es además el responsable de un podcast sobre teorías de conspiración relacionadas con los Titanes, encuentra evidencia de que existe un proyecto secreto albergado en instalaciones subterráneas propiedad de la compañía, pero antes de que pueda hallar más información es testigo del ataque de Godzilla que deja en ruinas el complejo industrial.
El incidente intriga a Mark Russell (Chandler), científico de Monarch, pues hasta hace poco Godzilla sólo aparecía en la superficie para enfrentar a otros titanes. Madison Russell (Millie Bobby Brown), hija de Mark y la científica vuelta ecoterrorista Emma Russell (Vera Farmiga en King of Monsters), comparte su confusión y está convencida de que debe haber una razón para que Godzilla mate gente, y cree que los podcasts de Bernie pueden estar cerca de la verdad.
Walter Simmons (Bichir), el dueño y CEO de Apex, recluta los servicios de Nathan Lind (Skarsgård), un experto en la teoría de la Tierra hueca, para que guíe una expedición al centro de la Tierra. Su esperanza es que lo que encuentren ahí le dará acceso a una fuente de poder tan poderosa que permitirá a la humanidad retomar el papel de depredador definitivo (o apex) sobre la faz de la Tierra.
Lind convence a Ilene de que Kong estará más seguro si logran llevarlo hasta el mundo subterráneo, y aunque la antropóloga-lingüista tiene sus reservas acerca de la propuesta, acepta. Pero tal como temía, mientras trasladan a Kong por barco, son atacados por Godzilla, que destruye con gran facilidad la flota que los escoltaba, y derrota a Kong en un enfrentamiento antes de retirarse a las profundidades del mar en cuanto los buques restantes apagan todos sus motores y equipo.
El resto del trayecto se realiza por aire, y pronto Kong guía a la expedición, dirigida por la hija de Simmonds (González) hasta el mítico mundo subterráneo. Mientras tanto, los experimentos de Apex con las muestras de energía que han logrado reunir continúan, lo que provoca un nuevo ataque de Godzilla, ahora en la isla de Hong Kong, con tal fuerza que abre un enorme agujero en el suelo de la ciudad.
Esta cavidad conecta directamente con el mundo subterráneo recién encontrado por Kong, quien al percatarse de la apertura escala desde las profundidades para enfrentar a su némesis en una confrontación final, aunque ninguno de los dos titanes está preparado para la sorpresa que les depara el proyecto secreto en que Simmonds ha estado trabajando, mismo que de una u otra forma amenaza con alterar para siempre el balance de poder en nuestro planeta.
Me parece importante reconocer el candor con que los responsables de la película asumen que nada que hagan con la historia bastará para justificar lo que en esencia es un entretenimiento entre monstruos gigantes sin demasiadas pretensiones intelectuales. Muchas escenas y conversaciones en los primeros minutos tienen como único propósito preparar el escenario para el conflicto entre las dos criaturas y sembrar las semillas para la confrontación final.
Esa desenfada actitud se ve reflejada en el tono de la película, que toma influencias de todo tipo de fuentes, desde las más simples historias de advertencia ecológica hasta algunas de las alegorías más evidentes en el monstruo de Frankenstein, además de uno que otro guiño al viejo cine de exploradores de ciencia ficción, así como a los westerns o incluso a Die Hard (Duro de Matar). Y para un blockbuster de esta escala, me parece que no pudieron tomar una decisión más inteligente.
Es más que obvio que la gente no va a ver una película de monstruos gigantes con la expectativa de encontrar un drama de descubrimiento interior o un viaje de crecimiento personal. De hecho, una crítica bastante común en contra de las películas de esta franquicia es la falta de desarrollo en sus personajes humanos, que carecen de arcos argumentales propios y suelen verse reducidos a artefactos detonantes que preparan el paso de una escena de acción a la siguiente.
Aunque se trata de una queja válida, creo importante mencionar que se trata de una omisión intencional, al menos en parte, pues a pesar de que no reciben siquiera un intento de construcción más a fondo, los guionistas se aseguran de que los personajes humanos llenen roles arquetípicos que, dentro de la estructura narrativa de estas películas, cumplen con funciones específicas sin necesidad de darles más tiempo en pantalla.
Así tenemos, por ejemplo, que para sobrevivir en medio del caos que les rodea, una huérfana y su madre adoptiva deben aprender a confiar en un hombre sin hijos, como si se tratase de una familia improvisada. La chica que busca respuestas y aventuras se refugia a la sombra del cínico y conspiranoico podcaster que parece asumir el papel del hermano mayor que ella perdió en la primera cinta de la franquicia.
En ese aspecto, es mucho más interesante la forma en que la película logra convertir a los monstruos en personajes interesantes. Siempre he tenido la impresión de que el único propósito de los humanos en las películas de Godzilla es ofrecer un contexto para al nivel de destrucción que representa el ataque de un Kaiju. En cambio en Kong, la interacción con los humanos siempre ha sido una parte importante de lo que lo hace funcionar como personaje.
Se trata del último de su especie, pero en su naturaleza de primate parece identificarse a un nivel primigineo con los humanos, o al menos con algunos de ellos, como es el caso de Jia. Esa relación en particular permite rescatar otra vieja y larga tradición del cine de aventuras, donde es común hallar historias donde se crea una conexión especial entre niños y animales. O criaturas de otras especies, que para el caso es lo mismo.
También veo mucho mérito en el trabajo realizado por Wingard, así como su editor y su cinematógrafo, y el ejército de artistas de efectos visuales que estuvieron a cargo de realizar el diseño, captura, render y composición de las escenas de Kong, ya fuera solo o rodeado por otros personajes, pero también me parece importante rescatar la labor de Terry Notary, actor responsable de dar vida a Kong tanto en Skull Island como en esta película.
A diferencia de Andy Serkis, que hizo lo mismo para la versión de Peter Jackson y es aplaudido y celebrado por su labor de motion capture, Notary es mayormente ignorado a pesar del gran trabajo que acostumbra realizar en todos los proyectos en que participa, y en este caso en particular logra proyectar de gran manera las emociones y estados de ánimo del gigantesco primate con sólo expresiones faciales y lenguaje corporal.
Antes mencioné Die Hard y debo apuntar que eso fue por un comentario del director en una entrevista sobre que la personalidad de Kong como peleador se inspiró en cintas como la saga protagonizada por Bruce Willis o la serie de Lethal Weapon, y tras ver la película entiendo a qué se refería. Kong proyecta el sucio estilo de pelea de McLane o Riggs con su actitud de todo vale y la necedad de mantenerse en pie hasta el último aliento.
La única razón por la que esa comparación funciona es la personalidad que Notary imprime a un personaje que gracias a él es mucho más que una mera ilusión digital. Claro que Kong no fue el único de los Titanes que fue construido alrededor de un modelo humano. J.T. Storm fue el encargado de interpretar a Godzilla, y aunque el guion le hace muchas menos exigencias, su trabajo facial en el último tercio de la cinta merece alabanzas similares.
Y creo que ese enfoque es justo donde radica la mayor fortaleza de Godzilla vs. Kong. Debajo de la espectacular, superlativa y rimbombante violencia que acapara la atención del espectador, sus enormes protagonistas fueron construidos con gran cuidado. No me parece correcto decir que la cinta humaniza a sus monstruos, pero me queda claro que los ve como personas, y existe un fuerte dejo de nostalgia y tristeza en ello.
Se trata de un par de criaturas solitarias, dos primigenios gladiadores enfrascados en un conflicto tipo Highlander donde al final sólo puede quedar uno. Son un par de monarcas sin reino (la escena en que vemos a Kong sentado en su trono, rodeado de ruinas y esqueletos, es muy poderosa) que han vivido por demasiado tiempo, y parece que a estas alturas pelear es lo único que los hace sentirse vivos.
Por eso me parece importante destacar el trabajo de captura de Notary y Storm, que dan un peso dramático muy específico a la secuencia final con sólo un intercambio de miradas. Y que ninguno de ellos aparezca en los créditos principales me parece una verdadera injusticia, que se hace más grande si analizamos incluso de forma superficial lo que ocurre en la película, pues su elenco estelar en realidad sólo llena roles secundarios y de reparto.
Colectivamente sus personajes representan la terquedad humana y ejemplifican a la perfección nuestra característica soberbia, misma que nos impide aceptar la derrota más evidente y nos hace insistir en lanzar nuestras patéticas armas contra fuerzas que rebasan nuestra comprensión, un gesto tan fútil y egocéntrico que resulta patético. Es como pensar que pudiésemos apagar el ardiente sol con un mero balde de agua fría.
Las películas de monstruos gigantes, kaijus o titanes, según quien las realice, no son para todo mundo, pero con Godzilla vs. Kong puedo decir que tras décadas de fracasos y vergüenzas, Hollywood parece haber entendido por fin en qué radica el encanto de este género y nos ha permitido regodearnos en el sencillo y puro placer de un espectáculo visual lleno de metáforas increíblemente simples pero muy claras.
Sin duda se trata de una película bastante recomendable, pero sólo si son la clase de espectadores que disfrutan de ver este tipo de cosas.
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