Este domingo se realizará la entrega de los Oscar, y hay varias películas nominadas que no he comentado, y más de una que todavía no veo. Por lo pronto, una de las cintas con mayor número de nominaciones en esta edición de los premios de la Academia es Mank, la más reciente película de David Fincher, una producción original de Netflix protagonizada por Gary Oldman, Amanda Seyfried, Lily Collins, Tom Burke y Charles Dance, entre otros, y es un buen pretexto para empezar a ponerme al día.
El guion de Mank fue escrito por Jack Fincher, padre de David, a mediados de los 1990, y el plan original era hacerla después de The Game (El Juego). Pero habrían de pasar veinte años antes de que el proyecto pudiera ponerse en marcha y la película se estrenó en Netflix el pasado 4 de diciembre, tras un estreno limitado en cines de algunas partes de los Estados Unidos a mediados de noviembre, el cual aseguró que la película fuese elegible para participar en prácticamente todos los premios entregados por la industria cinematográfica alrededor del mundo.
La historia sigue el proceso detrás de la creación del guion de Citizen Kane, la legendaria cinta de 1941 dirigida por Orson Wells y por la cual el mítico director y genio multimedia comparte crédito con el guionista Herman J. Mankiewicz y que a lo largo de las décadas ha sido motivo de controversia debido al conflicto entre ambos después de esa colaboración, y a las afirmaciones del guionista acerca de que Welles no tuvo nada que ver con la creación del guion, tema revivido en los 1970 lo que aparentemente inspiró a Jack Fincher para escribir su guion.
La película parte en 1940, cuando Herman "Mank" Mankiewicz (Gary Oldman), con una pierna rota tras un accidente automovilístico, se recluye en una casa en el desierto de Mojave con la única compañía de una fisioterapeuta alemana (Monika Gossman) y Rita Alexander (Lily Collins), una asistente británica, para empezar a escribir, contra reloj, el guion de lo que será el debut como director de Orson Welles (Tom Burke), el joven prodigio recién llegado a Hollywood desde Nueva York tras haber alcanzado la fama en la radio y de quien se esperan grandes cosas.
Mediante flashbacks que nos remontan a distintos momentos de la década de los 1930 vamos descubriendo la complicada relación de Mank con Hollywood y algunas de sus figuras más prominentes, como la cabeza de MGM, Louis B. Mayer (Arliss Howard), el productor y ejecutivo Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley), además de varios guionistas y directores y, claro, el magnate editorial William Randolph Hearst (Charles Dance), en la época en que éste se interesó en financiar películas, sobre todo las protagonizadas por su amante, la actriz Marion Davies (Amanda Seyfried), con quien Mank desarrolla una curiosa amistad.
Sobra decir que la película no es (ni pretende ser) una biografía fiel o un recuento histórico de los sucesos que llevaron a la creación de Citizen Kane o del proceso de Mank o su relación con Welles. Algunos la han descrito como "una carta de amor al viejo Hollywood" y otros se han ofendido ante esa descripción y, la verdad, luego de ver dos veces la película, me queda la impresión de que todo mundo se la está tomando demasiado en serio pese a que es evidente que se trata del proyecto más suelto y juguetón en que Fincher ha trabajado. Y eso no significa en modo alguno que la cinta no tenga la calidad acostumbrada del talentoso realizador.
Enmarcada en un exquisito diseño de producción de Donald Graham Burt (sin duda el favorito al Oscar) y la preciosa cinematografía de Erik Messerschmidt (colaborador de Fincher en Mindhunter), que filmó directo en blanco y negro con cámaras digitales, y acompañada por un extraordinario soundtrack de Trent Reznor y Atticus Kodiak, quienes dejan de lado sus acostumbrados sintetizadores y de algún modo crean una atmosférica y por momentos siniestra banda sonora que sobrevive al tratamiento monoaural de gran manera, Mank es una cinta impecable desde un punto de vista técnico.
La película no intenta recrear el estilo o feeling del cine de los 1930 y 40, aunque hay secuencias y encuadres en que Fincher y Messerschmidt homenajean al cine de esa época. Pero a diferencia de aquellas películas, la historia en Mank gira alrededor de sus personajes, explorando sus personalidades y motivaciones como el motor detrás de cada una de sus acciones y decisiones, y para hacerla funcionar era importante contar con buenos actores. Gary Oldman es unos veinticinco años mayor que el personaje a quien interpreta, pero lo hace tan bien que eso pasa a segundo plano.
El veterano actor británico proyecta la energía y cinismo de un escritor que parecía ver al cine como una industria por debajo de su talento, pero que carecía de la motivación suficiente para dedicarse a algo distinto, y las complementa con la clase de destructivas ideas que atormentan a un autor que se siente acabado pero se rehúsa a desaparecer, y esa contradictoria y antagonista personalidad se convierte en la fuerza principal de la historia. Oldman es rodeado y cobijado por un sólido y capaz elenco secundario, junto al que produce incontables interacciones bañadas en un oscuro sentido del humor.
En ese aspecto destaca la labor de Amanda Seyfried como Marion Davies, la rubia estrella que se esfuerza por ocultar su inteligencia, por preservar la idea de que todo lo que tiene se lo debe a su relación con Hearst y de un modo en que nunca llama la atención de forma indebida. El retrato de la peculiar amistad entre Mank y Marion es el corazón emocional de la cinta, y no es ninguna casualidad que Oldman y Seyfried sean considerados entre los grandes favoritos a llevarse las estatuillas como actor principal y actriz de reparto, respectivamente.
Un curioso detalle que me llamó la atención es que, aunque mucha de la controversia alrededor de esta película se dio por la percepción de algunos de que la cinta es un ataque en contra de Orson Welles porque cuestiona su participación en la creación de la que a la fecha es considerada por muchos como su obra magna y una de las mejores películas de la historia, nadie comente acerca del guion, acreditado a Jack Fincher, fallecido en 2003, pero en el cual también trabajó Eric Roth, uno de los productores de la cinta y autor del guion de The Curious Story of Benjamin Button.
De acuerdo con el propio Fincher, la razón para reescribir y retrabajar partes del guion de su padre es que sintió que las versiones tempranas adoptaban una postura demasiado anti-Welles, así que imagino que hasta cierto punto le debe divertir que ésa misma sea la queja que muchos tienen respecto al producto final. De hecho, tengo la sensación de que la decisión de relegar a Welles a ser una figura en las sombras que se asoma de vez en cuando para generar alguna reacción en Mank, obedece justo a un deseo de evitar que el talentoso y controvertido realizador se convirtiera en el centro de atención, desviando la atención de la historia.
Y es que el centro narrativo y emocional de la cinta es el propio Mank, que permite explorar el limbo en que los escritores funcionaban en la "fábrica de sueños" que era Hollywood. No se trataba de glamorosas figuras que cautivaran la atención del público o los medios, y pese a ser una parte importantísima del proceso creativo detrás de cualquier película, no tenían ningún peso en la toma de decisiones más allá del nivel de influencia que cada uno de ellos pudiera tener con algún productor o ejecutivo, y sospecho que eso es algo que ha cambiado muy poco en los últimos ochenta años.
En ese aspecto, agradezco que Fincher y su equipo no tomaran una ruta más simple o predecible. Su película no es una crónica de la caída de gracia de un escritor, pues desde el primer momento presentan a Mank como un personaje roto, y tampoco buscan convertirla en una historia de redención sobre como un escritor aparentemente acabado tiene la oportunidad de escribir la gran historia americana y la usa para salir del agujero que él mismo excavó. En vez de ello se concentran en mostrar la forma en que el guionista lidia con su entorno e intenta hacer lo mejor que puede sin que esto tenga un mayor impacto en su vida o en el funcionamiento de la industria.
La noción de que Mank no puede ser una carta de amor a Hollywood, ya sea el viejo o el actual, sólo porque muestra algunos de los aspectos más oscuros de la industria del cine, me parece ridícula. Quienes lo ven de ese modo tienen la idea de que toda carta de amor debe idealizar y presentar de la forma más romántica posible todos y cada uno de los aspectos que la componen, y no creo que ése sea el caso. En lo que a mi concierne, se trata de una carta de amor honesta y sincera, que proyecta todo el amor que inspira una industria que dista mucho de ser perfecta, sin que eso signifique que sea imposible amarla. ¿Qué hay más sincero que un amor que reconoce todos los defectos del objeto de nuestro afecto?
Al final del día, Mank es una cinta que en igual medida aplaude y reprueba muchos de los aspectos que forman parte de todo lo que Hollywood representa. Es un potente ejercicio narrativo cargado de estilo y actitud de parte de uno de los directores técnicamente más dotados que el cine haya visto jamás, y como tal merece ser apreciado más allá de las opiniones personales acerca de los individuos y temas que presenta, y el sólo hecho de que sea capaz de generar esa clase de discusiones me parece testamento suficiente de que se trata de la clase de película que todo mundo debería ver antes de sacar sus propias conclusiones. Una cinta por demás recomendable.
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