Debido a la naturaleza casi industrial del cómic estadounidense, es extraño toparse con proyectos de largo alcance en que la obra completa haya sido realizada por un solo equipo creativo. Ni siquiera el fuerte impulso que el cómic de autor ha tenido en las últimas dos décadas ha alterado esa tendencia, pues no es raro ver a otros artistas tomar la estafeta de aquel que inició un proyecto. Supongo que la idea de comprometerse por varios años a una sola historia no es muy atractiva para algunos, y ésa es otra característica que hace de The Wicked + The Divine un cómic inusual.
Creación de Kieron Gillen y Jamie McKelvie junto con el talentoso colorista Matt Wilson, esta serie de fantasía contemporánea fue una colaboración de cinco años de un equipo creativo que había pasado un año entero trabajando en una serie de superhéroes (Young Avengers, para Marvel) como work for hire, lo que indica el nivel de comodidad y confianza existente entre ellos como para haber decidido que era un buen momento para sumergirse en un proyecto mucho más largo, aunque también puede que haya sido el momento ideal, pues tenían una audiencia cautiva que podría interesarse en lo que estaban preparando.
A nivel superficial, la premisa básica de The Wicked + The Divine parece bastante simple. Cada 90 años un grupo de dioses encarnan en los cuerpos de una docena de jóvenes, y durante un par de años son temidos y adorados. La última manifestación de este peculiar panteón de deidades se dio a inicios de los 1920, así que desde 1923 nadie ha visto a un dios caminar entre los mortales, pero es momento de que se vuelvan a manifestar entre nosotros. Pero convertirse en dios en un día tiene sus complicaciones, pues el hecho de que seas inmortal no significa que vayas a vivir para siempre: dos años después de manifestarse, todos estarán muertos.
¿Cómo se daría una manifestación divina en pleno siglo XXI? ¿Cuál sería la reacción de la gente ante estas criaturas y sus poderes? Más importante aún, ¿a qué estarías dispuesto a renunciar a cambio de dos años de poder y gloria? Esos son algunos de los temas que Gillen, McKelvie y Wilson exploran en las páginas de esta intrigante y cautivadora historia publicada entre 2014 y 2019 por Image Comics, la cual comprende cuarenta y cinco números regulares y seis especiales.
En Phonogram, una colaboración previa de Gillen y McKelvie, estos autores exploraron la idea de la música como magia. ¿De que otra forma describirías algo intangible y capaz de manipular las emociones y estado de ánimo de otros? En The Wicked + The Divine llevan esa idea un paso más allá, y la envuelven en una exploración del culto a las celebridades que distingue a la sociedad contemporánea. ¿Qué diferencia hay entre una estrella pop y un dios o profeta de la antigüedad? ¿Es posible comparar un concierto en un estadio o arena a un ritual religioso celebrado en un templo?
Ésa sola reflexión existencial bastaría para propulsar la historia, pero para estos talentosos autores británicos este proyecto era demasiado importante como para hacer las cosas a medias, así que toman esas ideas y las integran a una historia de intriga y traiciones que se remonta a civilizaciones olvidadas de milenios atrás en distintos puntos de la historia de la humanidad, un misterio en que cada respuesta revelada presenta varias nuevad interrogantes y nada es lo que parece. Pero si algo queda claro en esta cíclica historia de traiciones, es que las cosas nuca cambian, pero eso no significa que no puedan ser diferentes en cada nueva ocasión.
La manifestación de los dioses en 2014 tiene una importante diferencia en relación a todas las recurrencias anteriores, y ésta radica en los avances tecnológicos. Nunca antes había existido un registro tan exhaustivo de cada suceso en las vidas del panteón. Cada detalle por mínimo que sea, es registrado y compartido al instante, así que manipular a los jóvenes dioses o abusar de sus poderes no será tan fácil. ¿Será posible que el ciclo eterno encuentre una resolución final gracias a la vida hiperconectada del siglo XXI?
Nuestra guía e introducción a este mundo es Laura, una joven que ha seguido con devoción las presentaciones de los dioses, mientras sueña despierta con las posibilidades que se habrían presentado ante ella de haber sido una de las elegidas. Por azares del destino, su continua presencia entre los dioses la lleva a estar en el lugar correcto en el momento equivocado y termina envuelta en la red de intrigas que parece haberse puesto en marcha para iniciar el proceso de destrucción del joven panteón, pero, ¿su papel será el de aliada, o se convertirá en una mera herramienta para que alguien más consiga sus objetivos?
Conforme avanza la historia queda claro el nivel de planeación que hubo detrás de la historia global de la serie. No sólo queda claro que Gillen y McKelvie no están improvisando sobre la marcha, sino que hay toda clase de detalles que parecen insignificantes y en ocasiones sólo se vuelven perceptibles al volver a leer la historia una vez que se conoce la resolución. Fraseos y menciones, comentarios en apariencia inocentes pero cargados de significado, e incluso alusiones mitológicas donde los mismos nolbres y atributos de cada deidad ofrecen pistas de su lugar en el enorme rompecabezas que se construye a su alrededor.
Por su parte, McKelvie hace gala de su talento para usar expresiones faciales y lenguaje corporal para transmitir no sólo emociones y estados de ánimo, sino también rasgos de personalidad. El diseño mismo de cada uno de estos personajes está lleno de pequeños significados que sólo se hacen evidentes al analizarlos con un mayor entendimiento del lugar y papel de cada uno de ellos en el eterno drama del que son partícipes de forma voluntaria o no. Cada gesto o manerismo, prenda de vestir, corte de pelo o distintivo maquillaje tiene una razón de ser, y es un aspecto más por el que resulta notable todo lo que hace esta serie.
Para no desentonar con el nivel de atención al detalle de sus colaboradores, Matt Wilson hace un trabajo extraordinario con los colores, jugando con la paleta que adorna cada escena y asignando patrones específicos a cada uno de los dioses. Sus poderes son visualmente muy distintivos, y cada una de sus manifestaciones es una impresionante explosión de vibrantes colores. Hay más de una instancia en la que incluso convierte al color en una herramienta narrativa, pues no sólo ayuda a crear atmósferas para escenas específicas, sino que juega con los matices usados para reflejar el estado de ánimo de algunos personajes. No por nada esta serie le valió ganar el Eisner.
El equipo creativo es complementado por el talentoso rotulista Clayton Cowles, que se ha convertido en una extensión de Gillen, que lo busca para todos y cada uno de sus proyectos de autor (además de algunos por encargo), y por la editora Crissy Williams, a quien Kieron da crédito como la persona responsable de que pueda proyectar en la página de la mejor manera posible lo que tenía en la cabeza al concebir la historia. Si ése es el caso, merece todo el reconocimiento.
No quiero comentar demasiado de la trama, pues está llena de sorpresas y revelaciones que siempre será mejor experimentar de primera mano, pero les puedo garantizar que The Wicked + The Divine es una serie que resulta casi imposible leer sin involucrarse con sus personajes, y eso es algo que rara vez se da en cualquier medio narrativo. Sin duda se trata de una lectura recomendada que merece un lugar en la comicteca personal de todo mundo.
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