Hace unos días se estrenó en Netflix The Last Days of American Crime, película dirigida por Olivier Megaton sobre un guion de Karl Gajdusek y basada en el cómic del mismo título creado por Rick Remender y Greg Tocchini, publicado en 2009 por Radical Comics y reimpreso en 2017 a través de Image. Ya comenté el cómic en este espacio.
La película sucede en un futuro cercano, cuando se hace pública una iniciativa del gobierno de los Estados Unidos para poner fin a la violencia y crímenes que se han salido de control en su territorio, la cual consiste en transmitir una señal que interfiera con la sinapsis cerebral e impida que toda persona realice un acto del que esté consciente que es ilícito.
Esto desata una serie de manifestaciones, con algunos grupos aplaudiendo la iniciativa, y otros más denunciándola como un abuso de autoridad equivalente a control mental de la población. Además, a sólo unos días de que se active la señal, los criminales se dan cuenta de que se viven los últimos días del crimen en los Estados Unidos, por lo que se incrementan los robos, homicidios y actos de violencia en las principales ciudades.
Es en ese entorno que Graham Bricke (Édgar Ramírez), un experimentado ladrón de bancos que vive en Detroit, Michigan, recibe una oferta que es imposible ignorar: la posibilidad de cometer el último gran atraco en la historia de su país. Kevin Cash (Michael Pitt) y Shelby Dupree (Anna Brewster) se acercan a él con una idea para derrotar al sistema y robar mil millones de dólares en los primeros minutos después de activada la señal.
El problema es que no sabe si puede confiar en ellos, pues Kevin es hijo del mafioso más poderoso de la ciudad y muestra un errático comportamiento, en tanto que Shelby, una brillante hacker profesional con múltiples habilidades prácticas, parece estarse acomodando para manipular a todos a su alrededor, lo que incluye seducir a Bricke.
En términos generales, la película sigue la misma trama que el cómic, e incluso hay diálogos tomados directamente del trabajo de Remender. Se hicieron cambios a la forma en que se realizará el golpe, creando un atraco más audaz y complejo que el original, se alteró el personaje de Bricke, lo que en principio tienen sentido dentro de la estructura de la película, pero conforme ésta avanza pierden relevancia y terminan por carecer de importancia.
La historia tiene dos grandes problemas. Uno es el ritmo, pues la primera mitad de la película, misma que dura casi dos horas y media, es demasiado lenta, mientras que la segunda se enfoca en secuencias de acción que no siempre tienen sentido. El otro es que parece no tener una identidad propia. No es una heist movie (película de robos), no convence como thriller de acción, y definitivamente no está ni cerca de ser neo noir, que era el tono en el cómic de Remender.
El neo noir se puso de moda en los 1970, y consistía en emular las historias de crimen populares de los 40 y 50 (The Maltese Falcon, The Big Sleep, Touch of Evil, etc.). Quizá los ejemplos más famosos sean Chinatown (Barrio Chino) y The Long Goodbye (El largo adiós). En décadas posteriores hay grandes ejemplos de la variedad de tonos: Reservoir Dogs (Perros de reserva), L.A. Confidential (Los Angeles al desnudo), The Usual Suspects (Sospechosos comunes), Drive (Drive, el Escape) y Brick.
Megaton siempre se ha caracterizado por dirigir películas de acción (Transporter 3, Taken 2 y 3), y es evidente que en la primera mitad de la película estaba fuera de su elemento. La construcción de las escenas está bien, es muy correcta y la fotografía es excelente, jugando con la iluminación de cada escenario y los encuadres de forma muy estética. Pero la historia no fluye, no hay intención detrás de lo que nos están contando.
La historia se arrastra hasta que los protagonistas empiezan a verse envueltos en persecuciones y balaceras y todo parece despertar, pero el daño estaba hecho, pues la acción no es lo suficientemente buena como para olvidar lo que pasó antes, y la gran cantidad de información arrojada hacia el espectador hace imposible pensar en ella como una descerebrada película de acción. Pero la culpa no es sólo del director.
Me queda la impresión de que al guion de Karl Gajdusek le hizo falta bastante trabajo para pulir la historia antes de empezar a filmar. Y tampoco es como si fuera un guionista con un currículo como para presumir, pues más allá de haber servido como showrunner en la primera temporada de Stranger Things, su trabajo nunca se ha caracterizado por recibir elogios, y aquí sucederá todo lo contrario.
Por ejemplo, Sharlto Copley da vida a William Sawyer, un policía que tiene presencia constante a lo largo de la cinta, y cuya función nunca queda clara. La subtrama de las repercusiones de la señal para la policía apenas y se toca, por lo que todas las escenas de Copley están de más, y la única que tiene peso en la historia pudo usar a un guardia de seguridad genérico sin que eso alterase el resultado. Si hubieran eliminado a su personaje, la película tendría 20 minutos menos, que serían un cambio bienvenido.
Lo que me lleva a la edición. Además de esas escenas innecesarias, creo que la excesiva exposición de la primera hora, que de cualquier forma fracasa en su intención de crear una atmósfera o sentar el tono de la historia, pudo haberse editado para hacerlo más ágil. Entre más lo pienso, más me convenzo de que esto debió ser una película de entre una hora cuarenta y cinco minutos y dos horas, y hubiese resultado, por lo menos, entretenida.
En resumen, The Last Days of American Crime sufre de una torpe narrativa que tropieza cualquier esfuerzo de parte de sus responsables por contar una buena historia. Habiendo leído el material de origen me queda la impresión de que es una oportunidad desperdiciada y es que, al final, resulta ser lo único peor que una mala película: un filme aburrido. Evítenla si pueden, pero no dejen que los ahuyente del excelente cómic.
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