Desde que a mediados de los 90 descubrí el trabajo de Álex de la Iglesia gracias a El Día de la Bestia y Acción Mutante, no puedo pensar en cine español de género sin relacionarlo con su nombre. Como muchos de los grandes realizadores del género, el aclamado director español acostumbra incorporar comedia oscura en su trabajo, algo que me agrada bastante y es razón suficiente para al menos estar al tanto de sus nuevos proyectos, así que no es sorpresa que me haya intrigado el anuncio a finales del año pasado de la serie 30 Monedas.
De la Iglesia fue productor ejecutivo, coguionista (junto a su cómplice habitual, Jorge Guerricaechevarría) y director de esta producción de horror y misterio de HBO Europa, cuya primera temporada se estrenó en España en noviembre del año pasado, con un episodio nuevo cada semana hasta completar los ocho que la forman. La serie cuenta con las actuaciones de Eduard Fernández, Miguel Ángel Silvestre, Megan Montaner, Macarena Gómez, Manolo Solo, Pepón Nieto y Cosimo Fusco entre otros.
El título hace referencia a las treinta monedas de plata que Judas recibió como pago por traicionar a Jesucristo, suceso mostrado en un dramático montaje durante los créditos de entrada. La historia sucede en el presente en el pequeño pueblo de Pedraza, en la provincia española de Segovia, y parte con Elena (Montaner), la veterinaria local, que atiende a una vaca a punto de dar a luz, y para su sorpresa lo que encuentra en su interior no es un becerro, sino un bebé humano, el primero de varios siniestros augurios que se ciernen sobre el pueblo.
Mucha de la trama gira alrededor de la persona del padre Manuel Vergara (Fernández), cura del pueblo de quien pronto descubrimos fue exorcista y pasó unos años en prisión, y quien también en algún momento de su vida fue boxeador. El sacerdote llegó a Pedraza en busca de una nueva vida y huyendo de su pasado, pero es evidente que éste ha vuelto para atormentarlo. Fue a la cárcel porque un joven falleció durante su último exorcismo, y durante el mismo cayó en su poder una de las míticas monedas.
Vergara intenta ocultarse de una secta que, bajo las órdenes del Cardenal Fabio Santoro (Solo) conspira desde el interior de las altas esferas de la Iglesia Católica, un grupo que planea reunir las 30 monedas de Judas con intención de usar el poder que estas representan para apoderarse del mundo, y lo único que se interpone en su camino es arrebatar la moneda que ahora resguardan el cura, Elena y Paco (Silvestre), el timorato e indeciso alcalde de Pedraza que además debe lidiar con su ambiciosa y celosa esposa Merche (Gómez).
De la Iglesia y Guerricaechevarría hacen un excelente trabajo al construir la conspiración que yace al centro de la trama principal, pero lo hacen de tal modo que cada episodio parece ser una pequeña historia de horror que bastaría para sustentar una película, y las usan para ir construyendo un horror más grande que alimenta el miedo y desesperanza que poco a poco se apoderan del trío de protagonistas, rebasados por un enemigo al que terminan de entender y no tienen forma de enfrentar.
Como suele ser el caso en la obra del popular director español, la mitología que presenta acusa sus influencias, por lo que no es ninguna sorpresa que muchos de sus horrores, católicos en origen, compartan conceptos surgidos del cosmogónico horror lovecraftiano o inspirados por los relatos de William Hope Hodgson, y se proyecten de formas que remiten a clásicos del género, como The Omen (La Profecía) o El Exorcista, y con más de un guiño visual a la obra de John Carpenter o, por increíble que parezca, al cine de Buñuel.
La narrativa costumbrista del pequeño pueblo en medio de la campiña española es sobrepuesta a toda clase de horrores en lo que en otras manos hubiera sido una imposible colección de clichés, como una ouija, una adolescente poseída, espejos embrujados, una bruja satanista o espantapájaros que cobran vida para suplantar a hombres, además de un par de gigantescas arañas hechas con partes humanas, y todo como parte de una conspiración con base en las catacumbas secretas debajo del Vaticano.
Pero, a pesar de regodearse en sus influencias de horror, la verdadera fuerza de la historia cocinada por de la Iglesia y Guerricaechevarría yace en el drama personal que rodea a sus protagonistas, desde el tormentoso triángulo amoroso alrededor de la pasión extramarital que Paco siente por Elena pese a la omnipresente vigía de su esposa, hasta los conflictos que estallan en un pequeño pueblo cuando problemas sobrenaturales se suman a la compleja dinámica entre sus secretivos y desconfiados habitantes para crear una crisis.
Al presentar historias que se alimentan con tanta fuerza de sus muchas influencias, sólo parece haber dos opciones para salir bien librado: hallar un ángulo interesante para explorar de formas distintas terrenos de sobra conocidos, o abrazar dichas influencias y empujarlas al extremo, y en el caso de 30 Monedas queda claro que sus creadores apuestan con todo a lo segundo. Las conspiraciones religiosas en la ficción son muchas, así que ¿por qué no llevar la suya directo al Vaticano y basarla en el origen mismo del cristianismo?
Y lo mismo pasa con la figura del padre Vergara. Historias con curas que deben confrontar un pasado oscuro y lleno de secretos, o que enfrentan una crisis de fe con creciente desconfianza hacia las instituciones eclesiásticas los hemos visto antes pero, ¿cuántas de ellas son son protagonizadas por sacerdotes tatuados que además son ex boxeadores y tienen un armario lleno de armamento militar? Si un cura armado con rosarios y agua bendita en una mano y una semiautomática en la otra no grita "Alex de la Iglesia", no sé qué más haga falta.
En ee aspecto confieso que mucha de la temática que yace en los cimientos de la serie refleja temas muy personales para mí, y en ese aspecto siempre me gusta cómo aborda de la Iglesia la idea de la conspiración religiosa al darle matices que van más allá de invertir los roles del bien y el mal, a explotar la idea de que la malvada secta que busca las monedas nació del intento de vindicar a Judas como parte esencial del plan divino, aquel sin cuyos actos la Iglesia no sería lo que es, y la búsqueda del poder que representa haber traicionado a dios.
Dejar atrás el simple enfrentamiento entre el bien y el mal para postular la idea de que uno no existiría sin el otro se convierte en el planteamiento filosófico que propulsa la descabellada y entretenida historia tejida a lo largo de más de ocho horas, y gana fuerza conforme se revela que todo mundo esconde algún terrible secreto que los imposibilita de ser quien arroje la primera piedra, lo que permea cada acción de los protagonistas con un tinte de futilidad más ominoso que cualquier sensación de urgencia.
De la Iglesia nunca se ha caracterizado por la planificación excesiva de sus montajes, y su obra suele recaer en el constante movimiento de la trama. Esto queda de manifiesto desde el primer episodio y la escena de acción con que abre antes de trasladar la historia al pueblo de Pedraza. La serie abre con un implacable asalto a los sentidos, pero en los siguientes episodios, mientras construye su intriga, baja un poco el ritmo, hasta llevar a un frénetico desenlace que hace que los últimos dos episodios se sientan un tanto apresurados.
De hecho, el punto débil de esta primera temporada es el desenlace, pues ofrece cierta resolución a algunas incógnitas planteadas a lo largo de la historia, el final y algunos cabos sueltos quedan abiertos, lo que justifica la existencia de una segunda temporada en la que ya trabaja el cineasta español. Aunque algunas fuentes hablan de que HBO aprobó por adelantado seis temporadas, todo apunta a que el plan es completar la historia en tres, y ni siquiera hay todavía confirmación de cuando podría estrenarse la segunda.
A fin de cuentas, 30 Monedas es una celebración de los géneros fantásticos, un imperfecto mosaico de ideas que cuestiona la religión y espiritualidad al tiempo que explora la naturaleza humana. En lo personal, no puedo esperar a ver qué sorpresas nos deparan de la Iglesia y su equipo. Como he dicho antes, es la clase de cosas que puede fascinar a quien gusta de esta clase de cosas. Recomendada, pero con algunas reservas.
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