miércoles, 17 de febrero de 2021

Greenland (El Día del Fin del Mundo)

Las películas de desastres siempre han generado interés entre el público, pero a pesar de su popularidad, hace mucho tiempo que no se produce una cinta memorable, ya sea por su nivel de calidad o por el impacto logrado en taquilla. La más reciente adición a este subgénero es Greenland (El Día del Fin del Mundo), película dirigida por Ric Roman Waugh con Gerard Butler, Morena Baccarin, Roger Dale Floyd y Scott Glenn en los papeles principales. La cinta se estrenó en el verano de 2020 en donde fue posible antes de aparecer como VOD a fines de año. Hace unos días se estrenó también en servicios de streaming, HBOmax en los EEUU y Amazon Prime en otros territorios.

John Garrity (Butler) es un ingeniero estructural en Atlanta, Georgia, que intenta salvar su matrimonio con Allison (Baccarin) tras una separación temporal. La pareja tiene un hijo de siete años, Nathan (Floyd), que padece diabetes tipo I y requiere cuidados especiales, complicados por los problemas maritales de sus padres. Mientras tanto, las noticias están llenas de la cobertura del cometa Clarke, un objeto estelar recién descubierto que pasará muy cerca de la Tierra. Los Garrity van a dar una fiesta por el cumpleaños de Nathan, y mientras Allison se prepara para recibir a los invitados John y Nathan van al supermercado por bebidas y botanas adicionales.

En la tienda, John recibe un mensaje en su teléfono, donde le informan que él y su familia fueron elegidos para trasladarlos a un refugio, por lo que deben prepararse y aguardar más instrucciones. Hay incertidumbre entre la población, pues se espera que fragmentos despedidos de la estela de Clarke caigan a la Tierra, pese a la versión oficial de que no representan peligro alguno, pues se van a desintegrar al entrar a la atmósfera. Al volver a casa, John descubre que sus amigos y vecinos ya están ahí, reunidos en la sala, a espera de ver en vivo en TV el momento en que el primer fragmento entre a la atmósfera, pero lo que atestiguan es el impacto del meteorito sobre Tampa, Florida.

Un nuevo mensaje indica a John que lleve a su familia a una base de la Fuerza Aérea. La familia empaca lo básico y parten al atardecer, ante la desazón de sus vecinos. Varias ciudades alrededor del mundo son impactadas por fragmentos y se espera la caída de uno aún más grande. Al llegar a la base John se separa de su familia mientras un grupo de desesperados civiles intenta llegar a los aviones, y en medio del caos provocan una explosión. Allison y Nathan salen de la base, pero no logran contactar a John. Cuando éste se da cuenta de que su familia no abordó un avión, sale a buscarlos y encuentra una nota en su auto, diciendo que irán a casa del padre de Allison. Lo que sigue es una desesperada lucha por llegar allá antes de que la sociedad termine de colapsar.

Me parece que la película tiene un gran acierto al enfocarse en las tribulaciones de un pequeño grupo de personajes en vez de intentar abarcar demasiado. La historia ofrece la información básica del problema mayor, y los reportes de noticias ofrecen detalles más que suficientes para entender la gravedad del problema, pero en vez de seguir la acción en varios frentes, la cinta se concentra en explorar el impacto de la situación en una familia y el pequeño grupo de personajes que los rodean. Esto resulta muy efectivo, pues permite que la audiencia se identifique e interese por lo que les ocurra, algo que no sucede cuando se trata de tener un elenco más extenso con varias subtramas. El microcosmos presentado es una réplica del pánico que debe haber a gran escala, pero no necesitamos verlo todo.  

Me gustó también que los personajes sean personas normales arrastradas por las circunstancias, que no sean la clase de gente que tiene todas las respuestas y puede hallar la solución a cualquier problema (te estoy viendo, War of the Worlds de Spielberg), sino que se topa con dificultades y contratiempos que logra superar gracias a su determinación y esfuerzo, pero también de forma un tanto fortuita. En ese aspecto, le elección de Butler (quien es también el productor de la cinta) y Baccarin para la pareja protagonista es afortunada, pues además de carisma aportan el suficiente talento actoral para transmitir la parte dramática de la historia de forma más que competente.

Scott Glenn tiene una aparición muy breve, pero cumple con su acostumbrado aplomo y presencia escénica, en tanto que el joven Roger Dale Floyd, quien diera vida a Danny en Doctor Sleep, hace un muy buen trabajo. No estaba familiarizado con Ric Roman Waugh, y parece que su trabajo más conocido es Angel Has Fallen, la cinta anterior de Butler. El director hace un gran trabajo al balancear el drama íntimo y personal de la familia Garrity con el ambiente de miedo y desesperanza que rodea a la historia en general. Cuando la escena requiere algún despliegue de acción lo hace de forma bastante competente, pero el fuerte de la película es el drama familiar, al que saca el mayor provecho posible.

Los efectos especiales pasan a segundo plano, lo que separa a esta película de otras cintas de desastre, superproducciones o b-movies por igual. El caos y destrucción que vemos en pantalla es justo el suficiente para poder entender la tragedia y el desastre que se cierne sobre la humanidad, pero todo es parte de un trasfondo cuyo único propósito es dar contexto al drama de una famila que lucha por mantenerse unida en más de un sentido, sin perder de vista la esperanza de sobrevivir a una situación imposible. Es decir, el espectáculo está ahí, pero nunca suplanta el papel central que toman las emociones humanas desplegadas en medio de una crisis global.

En resumen, Greenland es una muy entretenida cinta de desastre que aprovecha a la perfección un guion inteligente y buenas actuaciones de un sólido elenco principal para contar una historia humana y llena de emociones. Para tratarse de una película de desastres, usualmente concentradas en espectáculos grandilocuentes pero huecos, puede que sea una de las pocas que logran proyectar una catástrofe de una forma realista y plausible, pero apostando a la empatía por encima del eséctáculo. Sin duda se trata de una opción bastante recomendable.

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