El noveno episodio de la llamada Saga de Skywalker, arco principal de Star Wars, se estrenó el pasado fin de semana bajo el título de Star Wars: The Rise of Skywalker. Producida, coescrita y dirigida por J.J. Abrams, la cinta cuenta con un elenco encabezado por Carrie Fisher, Mark Hamill, Adam Driver, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Anthony Daniels, Naomi Ackie, Domhnall Gleeson, Richard E. Grant, Lupita Nyong'o, Keri Russell, Joonas Suotamo, Kelly Marie Tran, Ian McDiarmid y Billy Dee Williams.
La historia sigue a Rey (Ridley), Finn (Boyega) y Poe Dameron (Isaac) mientras intentan organizar a la Resistencia en medio de un ambiente de caos e incertidumbre, pues además de tener que lidiar con Kylo Ren (Driver) y la Primera Orden, un extraño mensaje emitido desde las profundidades del espacio parece indicar que el Emperador Palpatine (McDiarmid) está de vuelta, y tiene lista una poderosa flota con la que planea someter a la galaxia de una vez por todas.
Ren obtiene los medios para hallar al remoto planeta Exegol, donde confirma que Palpatine vive, mientras que Rey, quien ha estado entrenando con Leia (Fisher) hurga en las notas de Luke Skywalker (Hamill) y descubre la existencia de un artefacto Sith que puede llevarla hasta Palpatine, por lo que parte en su búsqueda acompañada por Poe, Finn, Chewbacca (Suotamo), BB-8 y C-3PO. Con ayuda de Lando Calrissian (Williams), obtienen pistas para localizar el antigua artefacto, pero un encuentro con la Primera Orden altera sus planes.
Un nuevo enfrentamiento con Ren, además de visiones que tiene al manipular una daga Sith, revelan a Rey la verdad sobre sus padres y su propio origen, provocando una crisis de identidad y conciencia que la llevan a exiliarse en el mismo mundo en que Luke se aisló por varios años. ¿Podrá encontrar la paz consigo misma y con su pasado a tiempo para ayudar a sus amigos a salvar a la galaxia?
Si esa sinopsis les parece enredada, es porque los primeros cuarenta minutos de la película son una incesante secuencia de escenas en que los realizadores arrojan información a la audiencia esperando que uno retenga lo básico y no haga demasiadas preguntas sobre los detalles. La segunda mitad de la cinta hace un mejor trabajo con presentar la historia con claridad,pero en general la película tiene un grave problema de ritmo, como si el director hiciera lo mismo que Poe en la primera escena, dando micro-saltos para evadir problemas, pero al igual que el piloto, no tiene mucho éxito en dejarlos atrás.
En lo positivo, la película tiene todo aquello que los fans esperan en una película de Star Wars: acción, humor, personajes entrañables y dvertidos, criaturas extrañas, locaciones exóticas y un impresionante despliegue de espectaculares efectos visuales, todo acompañado por una épica banda sonora compuesta y conducida por John Williams. Entonces, ¿qué fue lo que falló?
J.J. Abrams nunca se ha caracterizado por ser un director original o atrevido. Desde The Force Awakens quedó claro que para él lo más importante era jugar a la segura, creando más de lo que los fans ya conocen y cubriéndolo con una capa de pintura que pueda hacerlo pasar por nuevo. En aquella ocasión parecía hasta cierto punto justificado tomar una postura tan conservadora con la franquicia, pues luego de la trilogía de precuelas muchos de los involucrados en la toma de decisiones deben haber creído importante ofrecer algo que recordara a los fans el encanto e inocencia de la cinta original.
Es necesario preguntarse si el vocal rechazo de un sector de la audiencia a lo que Rian Johnson hizo en The Last Jedi tuvo un peso importante en las decisiones que tomó Abrams para esta última entrega, pues pareciera haber hecho un esfuerzo consciente por distanciar su historia de aquella película, y por no hacer nada nuevo que pudiera provocar la ira de ese peculiar sector de fans.
La primera mitad de la película parece una compilación de lo que esos fans habían expresado que querían ver en pantalla: Poe Dameron pilotando el Falcon, Rey entrenando en vez de manifestar habilidades como por arte de magia, Finn alejándose de Rose, etc. Por momentos se siente como si la película arrastrara el enorme peso de la responsabilidad que implica no ofender a nadie, y cada vez que recuerda que debería ser una celebración y pasársela bien, su sonrisa se siente un tanto forzada. En la superficie luce como algo que debía ser divertido, pero muchos de sus momentos más ligeros y gozosos se sienten huecos, casi falsos.
Hay que apuntar que la realización de la cinta es muy correcta, y es evidente que para muchos de los involucrados se trata de una labor de amor, algo que seguramente les ganará la simpatía de muchos fans de la saga. También me parecen dignas de elogios las actuaciones de Adam Driver y Daisy Ridley, quienes tienen la fortuna de interpretar a los únicos dos personajes que reciben un adecuado desarrollo y cuentan con arcos completos.
En el balance final, me parece que The Rise of Skywalker es un correcto fin para la Saga de Skywalker, atando algunos cabos e hilando las historias de las trilogías anteriores al tiempo que refleja los muchos altibajos que caracterizan a la tri-trilogía iniciada por George Lucas hace más de cuarenta años.
Lo que lamento es que una saga tan grande y relevante en la cultura pop contemporánea no pudiera tener un final más original y atrevido, una celebración de la magia y creatividad, y que los responsables de poner fin a esta historia hayan decidido que la mejor manera de homenajear la imaginación y sueños de la original era crear otra copia en vez de intentar replicar su creatividad y atrevimiento. Un checklist debe ser la peor forma de planear una historia.
En resumen, Star Wars: The Rise of Skywalker es una película que apela a la nostalgia y sentimentalismo de los fans de la saga, pero que ofrece muy poco en términos de originalidad y emoción sincera. El nivel de entretenimiento o disfrute de este final dependerá de lo que a cada uno le guste más de Star Wars, o de si prefieren algo cómodamente predecible o transgresoramente original.
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