jueves, 26 de diciembre de 2019

Black Christmas (Negra Navidad), de Sophia Takal

Blumhouse ha producido algunas de las películas más interesantes en el género de horror en años recientes, e incluso sus remakes tienen una cierta originalidad que los separa del resto. En ese aspecto, tal vez Black Christmas (Negra Navidad) sea el más disparejo de sus esfuerzos. Coescrita por Sophia Takal y April Wolfe y dirigida por la propia Takal, la cinta es estelarizada por Imogen Poots, Aleyse Shannon, Lily Donoghue, Brittany O'Grady, Caleb Eberhardt y Cary Elwes.

El Hawthorne College empieza a quedarse vacío mientras los estudiantes se preparan para las vacaciones invernales, aunque no todos irán a casa para las fiestas. Lindsey, una joven parte de MKE, una de las hermandades en el campus y quien estaba a punto de partir, es acechada y asesinada por una misteriosa figura encapuchada, pero su cuerpo es escondido, por lo que nadie sabe acerca del crimen.

Sus compañeras de hermandad, muchas de las cuales no tienen una familia con la cual ir a celebrar, se preparan para una fiesta en DKO, la fraternidad más antigua de la escuela, fundada junto con la escuela doscientos años atrás, donde participarán con un número musical. Una de ellas, Riley Stone (Imogen Poots) fue drogada y violada un año antes por el entonces presidente de la fraternidad, pero nadie aparte de sus amigas le creyó, y ella aún no se ha repuesto del todo.

La canción y coreografía que interpretan Kris (Aleyse Shannon), Marty (Lily Donoghue) y Jesse (Brittany O'Grady), con Riley reemplazando a Helena (Madeleine Adams), quien se embriagó antes del acto y se fue a casa temprano, es una especie de venganza, pues intentan poner en evidencia las prácticas predatorias de los chicos de DKO, pero esta rivalidad entre hermandad y fraternidad se saldrá de control una vez que las desapariciones y asesinatos se empiecen a suceder con creciente rapidez.

Cuando me enteré de esta película me sorprendió saber que habría otro remake de la clásica producción canadiense pionera del cine de slashers, en parte por el fracaso del reboot de 2006, pero sobre todo porque no tiene el reconocimiento de nombre de otras franquicias, y es una película de culto conocida sólo por los aficionados al género. Vamos, en 1975, cuando la original se estrenó en Estados Unidos (el mismo día que The Texas Chainsaw Massacre), lo hizo bajo el título de Silent Night, Evil Night.

Como sea, lo único que esta nueva versión toma de la original es tener una hermandad universitaria como locación principal, y un grupo de chicas independientes y de ideas feministas como protagonistas, así que es probable que nadie se hubiera quejado si los productores hubieran usado un título original, lo que incluso podría haber dado mayor libertad a Takal y compañía para contar su historia.

Toxicidad masculina, la cultura de la violación, el canon literario masculino y el patriarcado en general son algunos de los temas elegidos como blanco por las realizadoras. La historia se siente merecidamente furiosa y parece decidida a denunciar y exponer la negligencia que prevalece en el entorno de los campuses universitarios alrededor del tema de los ataques sexuales, pero carece del enfoque necesario para que el mensaje pase de ser una anécdota, sobre todo por la apresurada y confusa resolución de la película.

La película tiene momentos interesantes, y desde los primeros minutos queda claro que pretende ser más que una película slasher y que ni siquiera le preocupa ser considerada como una cinta de horror. Visual y temáticamente hay cosas que hace de forma muy inteligente, y la sola idea de transgredir las convenciones de género de la original, como por ejemplo convertir a las presuntas víctimas en iracundas vengadoras, me parece una idea deliciosa que no termina de concretarse.

Pero la mayor debilidad de esta versión de Black Christmas es que, pese a que pretende que sus protagonistas sean más que sólo las víctimas ceñidas a clichés del género, hace poco por darles profundidad o desarrollarlas como personajes, y sólo refuerza los clichés que pretende transgredir o poner de cabeza, lo que nunca sucede, y la incorporación de un innecesario elemento sobrenatural en el último acto sólo se suma a la confusión que proyecta.

Black Christmas es una entretenida película que se rehúsa a ser encasillada en el género que la inspiró, pero a pesar de sus muchos aciertos deja a la audiencia con la sensación de que estuvo cerca de ser algo trascendente y especial. Recomendada, pero con muchas reservas.

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