viernes, 27 de diciembre de 2019

The Good Liar (El Buen Mentiroso), de Bill Condon

La carrera de Bill Condon incluye, en sus primeros años, algunos thrillers de cuestionable reputación, aunque en años recientes su trabajo parece estar compuesto por musicales como The Beauty and the Beast o Dreamgirls, y películas con protagonistas mayores, como Gods and Monsters, Kinsey o Mr. Holmes, y su más reciente película, protagonizada por Helen Mirren e Ian McKellen, parece mezclar un poco de todo eso, excepto por la música.

The Good Liar (El Buen Mentiroso) es un thriller criminal basado en la novela de Nicholas Searle del mismo título, adaptada por Jeffrey Hatcher y producida y dirigida por Condon, que cuenta la historia de Roy Courtnay (Ian McKellan), un estafador profesional que tiene la mira puesta en Betty McLeish (Helen Mirren), una acaudalada viuda a la que contacta a través de un sitio de citas en internet y con quien, tras una breve sesión de chat, acuerda encontrarse para cenar.

La historia está ambientada en 2009 y abre con su primera cita, donde tras un inicio incómodo en que ambos admiten usar un nombre falso en el sitio de citas, parece darse entre ellos una conexión especial. Betty no está interesada en una relación romántica (enviudó apenas un año atrás), pero ambos se hacen compañía, y se vuelven tan cercanos que, cuando Roy tiene problemas con una rodilla, ella de inmediato lo invita a quedarse en su casa, donde no tiene que subir y bajar tantas escaleras como en su propio departamento.

Todo parece ir de acuerdo al plan de Roy, salvo por la constante presencia de Steven (Russell Tovey), el nieto de Betty, quien sospecha que Roy oculta algo. De forma paralela al desarrollo de la relación entre Betty y Roy vemos cómo opera éste, con ayuda de su socio, Vincent (Jim Carter), para estafar a inversionistas, así que sabemos que Steven tienen razón al desconfiar, por lo que se vuelve irritante que Betty insista en defender a Roy.

La pareja decide tomarse unas vacaciones por Europa, empezando por Berlín, ciudad que Roy parece no querer visitar, y durante las cuales se revelan secretos y pasajes del pasado que alteran el curso de la aparentemente simple trama de la historia.

La primera mitad de la película tiene un tono ligero pese a la sombra que representa el plan de Roy de quitarle todo a Betty, pero tras la visita a Alemania todo toma tintes más oscuros mientras se van revelando una serie de giros argumentales dignos de una película de Hitchcock. El problema es que el guion no es lo bastante meticuloso para lograr su cometido, y aunque Condon es un director competente, no está a la altura del Maestro del Suspenso y depende por completo de sus protagonistas para mantener la historia a flote.

Siendo así, el director tuvo la fortuna de hallar a una pareja de actores de la talla y capacidad de Mirren y McKellen para encabezar su elenco, y ni siquiera necesitan hacer su mejor trabajo para elevar la película. Por desgracia su química y presencia no bastan para que la cinta resulte bien lograda o cumpla con su cometido. Algunos temas en la historia son delicados, y ni Conolly ni su guionista parecen tener la sensibilidad para darles el contexto adecuado, y el contraste tonal entre el inicio y el final de la película crean un desbalance difícil de ignorar.

Tal vez se podrían ignorar las fallas de la película de no haberse estrenado tan cerca de Knives Out (acá está mi reseña), cinta con la que Rian Johnson probó la importancia de un guion balanceado y bien planeado para construir un thriller cuya fuerza cae en giros argumentales en el momento preciso para maximizar su efecto, con lo que The Good Liar termina por sentirse como un buen intento de thriller de suspenso pero que no logra aterrizar la idea a pesar de los buenos momentos a lo largo de la cinta.

En resumen, The Good Liar es una entretenida pero olvidable película de suspenso, dirigida a un ritmo agradable y constante por un experimentado director que no supo explotar al máximo las posibilidades de la historia o de sus carismáticos protagonistas, lo que deja a la audiencia más ocupada pensando en lo que pudo haber sido en vez de lo que realmente acaba de ver.

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