La más reciente película de Jim Jarmusch, The Dead Don't Die, estrenada en México como Los Muertos No Mueren, marca la primera incursión del aclamado director independiente en el subgénero de zombis, y para ella reunió a un elenco encabezado por Bill Murray, Adam Driver, Chloë Sevigny, Steve Buscemi, Austin Butler, RZA, Tilda Swinton, Tom Waits, Danny Glover, Caleb Landry Jones, Rosie Perez, Carol Kane y Selena Gomez.
La historia sigue a los habitantes de Centerville, un pequeño y apacible pueblo de Pennsylvania que enfrenta una repentina crisis de zombis. El sheriff Cliff Robertson (Murray) y el oficial Ronnie Peterson (Driver) patrullan el pueblo y son los primeros en notar que algo raro está sucediendo, pues ya pasadas las ocho de la noche aún hay luz de día, además de que sus relojes y teléfonos celulares han dejado de funcionar. Pronto otros habitantes del pueblo empiezan a notar lo mismo, incluyendo a Fern, la encargada de la cafetería local, y Hank Thompson (Glover), el dueño de la ferretería.
Otros de los habitantes de la región a quienes conocemos son Bob el Ermitaño (Waits); Bobby Wiggins (Jones), dueño de la gasolinera, quien además vende memorabilia y es el experto en horror y cultura pop del pueblo; Dean (RZA), el repartidor de Wu-Ups que entrega periódico y revistas a Bobby; el racista granjero Frank Miller (Buscemi); la recién llegada mortuaria Zelda Winston (Swinton), quien además parece muy capaz en el uso de una katana; la oficial de policía Mindy Morrison (Sevigny); Danny Perkins (Fessenden), el dueño del motel local, y un trío de jóvenes que están de paso (incluyendo a Butler y Gomez).
Un segmento de noticias informa que hay reportes de que la creciente práctica de realizar fracturación hidráulica en los polos ha generado una alteración en el eje de la Tierra, lo que podría traer graves consecuencias ambientales y afectar nuestra percepción del tiempo, aunque las autoridades y empresas involucradas lo niegan. Esto lo vemos junto con un trío de adolescentes recluidos en el correccional juvenil del pueblo.
Todos los animales del pueblo y el bosque aledaño desaparecen tras aparentemente huir de la cercanía de seres humanos, y al caer la noche se da el primer avistamiento de muertos vivientes, que en este caso se alimentan de carne humana, no sólo cerebros, y parecen tener una obsesión por las mismas cosas que disfrutaban en vida, desde café, vino o dulces hasta guitarras o el modelaje.
Los hilos narrativos de la cinta se desvanecen poco a poco conforme Jarmusch parece decidir olvidarse de todo y concentrarse en un humor absurdo que reconoce y se mofa de muchas de las convenciones del género, y en la crítica social que sirve como fondo a su historia, desde la alerta ante una emergencia ambiental ignorada y solapada por gobiernos del mundo hasta la naturaleza consumista y falta de empatía de la sociedad en general.
Así, nos encontramos con que el experto en cultura pop no se convierte en el líder de la resistencia humana que usa sus conocimientos para ayudar a sus vecinos a sobrevivir, con que los jóvenes que están de paso no sufren una espectacular muerte producto de sus excesos e indiferencia, y con que quienes parecen tomarse las cosas con mayor frialdad son los policías del pueblo, con la excepción de Mindy, que está al borde de un colapso histérico, reflejando la indiferencia e incompetencia de las figuras de autoridad.
La verdad se trata de una cinta que disfruté bastante, pero que encuentro difícil poder recomendar abiertamente, pues resulta demasiado excéntrica, incluso para los estándares de Jarmusch, además de amarga y exageradamente política, lo que también puede alienar a parte de la audiencia. Su peculiar forma de romper la cuarta pared resulta encantadora, pero puede que moleste a más de uno por no ser usada para generar risas fáciles, como suele ser el caso.
La cinta tiene una marcada e intencional ausencia de romance, pues no vemos una sola pareja en pantalla más allá de un par de muertos en la funeraria, que son de los primeros en ser reanimados pero son inmediatamente despachados por Zelda, y sin duda es parte de la crítica social de la cinta, que a pesar de ello no está exenta de cierta dosis de calor humano que sólo un realizador tan experimentado como Jarmusch podría inyectar en una película tan inusual.
El personaje de Bob, el singular indigente que vive fuera de la sociedad pero la observa y comprende con mucha lucidez, termina convertido en una especie de conciencia del realizador, expresando su desencanto con una sociedad consumista y superficial, un montón de gente que hace mucho vendió su alma y ahora está, como vemos cada vez que un zombi es despachado de vuelta al más allá, seca por dentro, y cuyas últimas líneas, una cita del Moby Dick de Herman Melville, se convierten en un adecuado epílogo para esta inusual cinta.
Lamentablemente se trata de una película cuyo paso por los cines de México fue efímero, por lo que la mejor forma de verla si no la alcanzaron durante su exhibición comercial será esperar a que aparezca en algún festival local o ciclo, o esperar que llegue a alguno de los varios servicios de streaming que operan en nuestro país, pero sin duda se trata de algo que vale la pena si son fans del cine de zombis o de la obra de Jarmusch.
Al final, The Dead Don't Die es una extraña fábula acerca del fin del mundo, contada con un pesimismo que enfatiza que no hay escape alguno y con una carga de ira y furia que es difícil no equiparar con la música punk y su descontento social. Incluso el mensaje de la película, clara y explícitamente expresado a cuadro una y otra vez, tiene esa misma energía punk: es momento de preocuparnos y de prepararnos, porque esto va a terminar mal.
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