Durante un par de conversaciones sostenidas el fin de semana, me volví a encontrar con cuestionamientos sobre por qué me gusta bloguear y cuales son mis intenciones al hacerlo. Curiosamente, en una de esas conversaciones vino de la misma persona que me había cuestionado de un modo similar hace un par de años, aunque he de mencionar que en esta ocasión se dio de un modo implícito y más bien indirecto, pues estábamos hablando de otra cosa, a diferencia de aquella otra vez.
El internet es para mí, entre muchas otras cosas, una fuente inagotable de información y conocimiento. Ignoro si califique como un vicio, pero el sólo hecho de saber que cada vez que empiezo a navegar voy a descubrir algo nuevo o a aprender algo que no sabía me parece estímulo más que suficiente para seguir navegando sin un propósito aparente.
La Hoguera representa un modo de compartir cosas que me divierten, entretienen, molestan o hacen reflexionar. En el peor de los casos, suponiendo que a nadie le interese nada de lo que llego a poner ahí, se convierte en un documento de mi afición por la búsqueda de información, una constancia de mi curiosidad y de las cosas que llamaban mi atención en algún momento en particular. Los otros blogs en que escribo son diferentes. Comicverso y La Quinta Dimensión le dan salida a mis opiniones e intereses sobre temas más específicos y que tal vez no serían de interés alguno para la mayoría de la gente, a la vez que los dos son diferentes entre si.

El punto es que me gusta escribir, y mientras peleo con mi habilidad para escribir prosa narrativa los blogs son un buen modo de mantenerme ocupado y practicando.
Tan simple como eso.
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