Hace unos días sostuve con unos amigos una discusión acerca del cine en México. No sólo hablábamos del pobre estado actual de nuestra industria cinematográfica, sino también de la poca cultura social que tenemos los mexicanos para ir al cine. Me explico. ¿No les ha pasado que van al cine, solos, con su pareja o con amigos, y les toca la mala fortuna de estar sentados cerca de alguien que no deja de hablar durante toda la función?
Y los hay de todas clases. La pareja (o grupito) de adolescentes que no dejan de hacer comentarios estúpidos y sin sentido a cada momento, cual versiones tercermundistas de Beavis and Butthead. La pareja que no parece decidir si fueron al cine a fajar o a ver la película. El viejito cascarrabias que gruñe y hace gestos y comentarios de desaprobación a lo largo de toda la película. La señora que no cesa de pedir explicaciones y hacer preguntas estúpidas durante la película. Los niños que no querían ir pero sus papás los llevaron a la fuerza.
El chavo que quiere apantallar a la novia y se la pasa dándole acotaciones y datos de trivia (por lo general incorrectos o inventados) durante toda la cinta. El sabelotodo que se dedica a predecir el argumento y el final y cambia su decisión cada cinco minutos. Y ni hablar de la gente que usa el celular dentro de las salas. Pero quizás los peores son aquellos que van al cine porque la película está de moda y si no has ido a verla no estás in.
Cualesquiera que sean las razones para ese comportamiento, queda claro que nos falta cultura social, y no basta con que la animación de presentación en las salas cinematográficas pida guardar silencio y apagar los celulares. Y no es que sea un purista y exija silencio reverencial durante la proyección y aplausos al final de la misma (que me ha tocado presenciarlo en la Cineteca y en La Muestra), pero creo que debe existir un mínimo respeto por el derecho de los demás a disfrutar de una película sin interrupciones o distracciones.
Y claro que también tiene que ver la película en cuestión. No puede uno ir a ver una comedia de pastelazo y esperar que nadie se ría o haga comentarios. O una de terror y que no haya murmullos, sobresaltos y risas nerviosas. Pero no es correcto que la gente haga comentarios burlones o chistes tontos durante la proyección de un drama o un thriller. O de un documental, como me comentaba Mauricio acerca de su experiencia durante la proyección de Farenheit 9/11.
En el caso particular de esa cinta creo que aplica lo del cine de moda. Ciertos círculos de nuestra sociedad parecen más preocupados con el ambiente preelectoral en los Estados Unidos que con cualquiera de los múltiples problemas que vivimos en México. Y es obvio que en estos círculos no está bien visto no estar al día, saber lo último de los chismes, escándalos y acusaciones entre Bush y Kerry.
¿Y que importa si fuiste al cine y no prestaste atención a la película? El boleto es tu prueba de que la viste y eso (parece) te da derecho a opinar sobre el tema. Y tampoco importa si tu opinión es desinformada o equivocada. Porque tu tienes el derecho a opinar lo que se de la gana sobre cualquier tema.
En fin. Ojalá se pudiera hacer algo al respecto. Detestaría pensar que la única forma de ver una película en paz y sin interrupciones fuera esperar a que salga en DVD y verla cada quien en su casa. Y tal vez eso debieran hacer aquellos que desean comentarla, desglosarla y criticarla mientras la ven. En su sala no molestarían a nadie.
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