domingo, 12 de septiembre de 2004

Resaca Olímpica

Hace dos semanas concluyeron los Juegos Olímpicos de Atenas y apenas empieza a haber consecuencias de la pobre actuación de la delegación mexicana. Más de doscientos atletas mexicanos viajaron a la capital griega y volvieron con cuatro medallas: tres de plata y una de bronce. Belén Guerrero, ciclista; Ana Gabriela Guevara, velocista; Iridia y Oscar Salazar, taekwondoínes, son los deportistas que parecen salvarse de la "quema". Pero, ¿realmente se puede juzgar y criticar a los atletas mexicanos?

Habría que evaluar los resultados individuales en cada disciplina, pues las autoridades toman crédito por cada medalla obtenida pero no asumen responsabilidad por los fracasos. Felipe "El Tibio" (apodo más que apropiado) Muñoz salió de vacaciones después de una conferencia de prensa en que se deslindó de toda responsabilidad. Dice que el Comité Olimpico Mexicano, organismo que preside, sólo es responsable de inscribir a los atletas y concentrarlos en la Villa Olímpica, y no de sus resultados.

Se habla de las enormes cantidades de dinero invertidas en los deportistas de alto rendimiento, y se quejan de que se paga demasiado por cada medalla, pero poco se habla de planes o proyectos para generar más deportistas de nivel competitivo. Lo ideal sería tener programas que inviten a los niños y jóvenes a practicar deporte de forma organizada y disciplinada. Esta es una falla más de nuestro pobre sistema educativo, pues la Educación Física en nuestras escuelas son clases semanales de pseudo aerobics impartidas por gente sin preparación para dicho trabajo.

Odio hacer comparaciones, pero los países con alto nivel competitivo, la práctica de un deporte en las escuelas es obligatoria. Las pocas escuelas en nuestro país que incluyen actividades deportivas suelen ser sólo de trámite y basta con que los alumnos se presenten un par de horas a la semana al gimnasio a hacer cualquier cosa.

Si sólo se invierte en un selecto grupo de "alto rendimiento", se depende por completo del desempeño de ese grupo, y si no se genera un entorno de formación competitivo, no se puede esperar que se produzcan grandes cantidades de atletas de primer nivel, e incluso habría que apuntar que el hecho de que seas el mejor atleta mexicano en una disciplina no garantiza que tengas el nivel para competir con los mejores del mundo. Y volvemos así al tema de los apoyos.

Semanas antes de los Juegos de Atenas abundaban las notas en la prensa sobre las dificultades de atletas y entrenadores para viajar a otros países y participar en competencias de preparación para la justa olímpica, acerca de entrenadores que no pueden acompañar a sus atletas o deportistas obligados a entrenar lejos de sus entrenadores. Durante la ceremonia inagural presenciamos el triste espectáculo de una delegación mexicana con más funcionarios que atletas, y es que el turismo olímpico es deporte muy popular en las autoridades, aunque no haya medallas.

También está el tema de los entrenadores. Nancy Contreras era una de las mejores ciclistas de pista del mundo hasta hace poco más de un año, pero se casó con el Presidente de la Federación Mexicana de Ciclismo, que decidió que él estaba más capacitado para prepararla que el entrenador que la hizo subcampeona del mundo. Perdió todo el prestigio ganado y calificó a los Olímpicos gracias a un tecnicismo. Noé Hernández, marchista medallista de Plata en Sidney 2000, decidió que la persona idónea para encargarse de su preparación (y cobrar el sueldo de entrenador de alto rendimiento, claro) era su esposa.

Jorge Rueda, entrenador de clavados, se involucró en una relación sentimental y sexual con una de sus pupilas (menor de edad, por cierto). Rodolfo Gómez, entrenador de atletismo, chantajeó al Comité Olímpico alegando que si no se cambiaba su acreditación por una de clase A, sus atletas no asistirían a la competencia, y aunque consiguió lo que quería retiró a Adriana Fernández, su esposa, del maratón, alegando que estaba lesionada y sólo correría en los 5000 m. planos. Y mientras, gente como Thaddeus Kempka y Jersei Hausslebber, que tantos medallistas prepararon años atrás, están desempleados.

Y más allá de todos estos problemas, debe resaltarse el trabajo de aquellos atletas que dieron su máximo esfuerzo, más allá de ganar o no una medalla. Alejandro Cárdenas llegó a semifinales en los 400 m. planos. Juan Francisco Toledo rompió el récord mexicano en los 200 m. planos y se ubicó entre los 16 mejores del mundo. Juan José Veloz terminó entre los mejores veinte nadadores estilo mariposa del mundo y también rompió el récord mexicano. Paola Espinosa calificó a tres finales en los clavados. Más que quejarse de los resultados es hora de analizar lo que no funciona en el deporte mexicano y trabajar para corregirlo.

¿Dónde quedó la idea original de los Juegos? "Lo importante no es ganar, sino competir" ha quedado en el olvido, una frase de una era más inocente cuando lo importante era la convivencia y el espíritu de hermandad entre los pueblos. Y claro que no faltará quien prefiera citar al legendario Vince Lombardi y su "Ganar no es lo importante, es lo único", pero eso es otra historia. Dopaje y descalificaciones se han convertido en algo cada vez más común en los Juegos. Todo se vale si se trata de ganar.

Mención especial merece el caso de los nadadores Aaron Peirsol, estadounidense, y Markus Rogan, austriaco. En la final de los 200 metros dorso, Peirsol llegó a la meta adelante de Rogan, pero cuando la pizarra electrónica se encendió momentos más tarde, su nombre aparecía al final de la lista con las letras DQF en lugar de su tiempo. Lo descalificaron por considerar que había dado un giro ilegal en la última vuelta de la competencia. Un día antes Peirsol se quejó de que el japonés Kosuke Kitajima ganó los 100 metros pecho haciendo un giro ilegal y derrotando a su amigo y compañero Brendan Hansen.

Tras muchas discusiones entre los jueces, se eliminó el dictamen de la descalificación y Peirsol recuperó la medalla de oro. El Comité olímpico de Austria pensaba apelar la decisión, pero Rogan les pidió no hacerlo. El nadador declaró que no se sentía como campeón olímpico. "Aaron es mi amigo y me ha derrotado otras veces", dijo. "Me siento contento de ser el segundo mejor nadador de dorso del mundo" concluyó. Así que tal vez aún hay esperanza.

En la antigüedad los Juegos eran sagrados, estaban dedicados a los dioses. Incluso había treguas en toda guerra que tuviese lugar durante la cita olímpica. En tiempos modernos no ha sido así, pues incluso se cancelaron los Juegos durante las dos guerras mundiales. Peor aún, durante los juegos de Montreal '76 se presentó un atentado terrorista, y en Atlanta '96 hubo una explosión en un estacionamiento cercano a la Villa Olímpica.

Más triste aún es que los Juegos se usen como herramienta política. Estados Unidos boicoteó los Juegos de Moscú '80, y como respuesta el bloque socialista se abstuvo de asistir a Los Angeles '84. Ese mismo año se inició la comercialización de los Juegos, con las grandes corporaciones como patrocinadores. Y a partir de ahí toda el idealismo detrás del Olimpismo ha ido en franca decadencia. Sólo resta esperar que los Juegos no se deterioren más y podamos disfrutar en Beijing 2008 de un encuentro amistoso entre los mejores atletas del mundo.

Y si lo que queremos son triunfos, bueno, la semana entrante inician los Juegos Paraolímpicos, y ahí si somos una potencia mundial.

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