sábado, 11 de septiembre de 2004

Liberación de Libros

Noé Monreal ha iniciado una campaña de liberación de libros. La idea consiste en liberar (dejar "olvidados") libros en lugares estratégicamente seleccionados para que sean hallados por alguien más. Me parece una gran idea, aún cuando no es nueva. Hace un par de años inició en nuestro país la versión nacional de Free Books bajo el nombre de Libros Libres.

De acuerdo con su página, la organización cuenta con más de 5,000 participantes que colaboran en la liberación de libros una vez al mes. La campaña de Noé iniciará en Monterrey, N. L. el 16 de Octubre, pero se espera poder extenderla a otras ciudades. Ojalá que su iniciativa genere resultados positivos.

Sin embargo, tengo mis reservas. Y no es que quiera ser pesimista, pero por desgracia en México el problema de la falta de lectores va más allá de la posibilidad de tener acceso a los libros. Si bien la red nacional de bibliotecas deja mucho que desear, existe. Hay libros en lugares de acceso público. Pero no hay lectores.

En la Ciudad de México se inició hace algunos meses el programa Para Leer de Boleto en el Metro, en el cual se distribuyeron 250,000 ejemplares de el volumen uno de seis proyectados para el programa. Se trata de una antología de cuentos de autores mexicanos y la idea era que los libros pudieran ser leídos por los usuarios del Sistema de Transporte Colectivo Metro y devueltos al terminar su viaje.

De manera similar, se firmó un acuerdo entre la Academia Mexicana de Ciencias y el Sistema de Transporte Colectivo para la repartición de librillos de doce páginas con temas de divulgación científica bajo el nombre de La Ciencia de Boleto. El programa funcionaría de manera similar a Para Leer... pero me parece que no se ha iniciado, aún cuando el anuncio se hizo desde junio pasado. Puedo estar equivocado, ya que sólo utilizo el Metro los fines de semana, pero no sé de nadie que haya visto estos textos.

Dependiendo del punto de vista de cada quien, el programa Para Leer de Boleto en el Metro se puede calificar, desde un éxito inesperado, ya que la popularidad de los libros fue altísima; hasta de un triste fracaso, ya que la mayoría de los ejemplares se perdieron cuando los usuarios "olvidaron" devolverlos. El programa inició la última semana de enero de este año y se suponía que la segunda fase daría inicio en mayo, pero no sucedió.

El programa es un esfuerzo conjunto de la Secretaría de Cultura, la Secretaría de Desarrollo Social, el Instituto de la Juventud del DF, el Sistema de Transporte Colectivo Metro, y la Fundación Cultural Metro. De acuerdo con diferentes autoridades, el programa no ha desaparecido, sino que se está reestructurando para reanudarse durante el último trimestre del año. Lo que realmente me molesta del asunto es que estoy seguro que mucha gente que decidió conservar el libro ni siquiera se tomó la molestia de leerlo.

Y no es que yo quiera pensar mal de la gente, pero hay casos donde me consta que algunas personas se los quedaron porque "eran gratis". Y ese es un problema de cultura y de civilidad en nuestro país. ¿O acaso no han oído el dicho? "Es tonto quien presta un libro, pero más quien lo devuelve". Y los hechos parecen confirmar tal afirmación.

También recuerdo otro programa del gobierno del D. F. iniciado en el año 2000, cuando Alejandro Aura todavía estaba al frente del Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Se publicó una serie de libros en una colección con el título de Para Leer en Libertad, coordinada por Paco Ignacio Taibo II. Los títulos de la colección eran obras de diferentes géneros de autores como Raymond Chandler, Lucius Shepard, Philip K. Dick, Ray Bradbury, Eduardo Galeano, José Agustín, Jose Emilio Pacheco, André Malraux y Richard Matheson, entre otros.

Estos libros se distribuían de manera gratuita en el Zócalo de la Ciudad de México. Yo tengo unos diez ejemplares distintos de la colección a pesar de nunca haber ido por ellos. ¿La razón? Un maestro del Colegio de Bachilleres ofreció puntos extra a aquellos alumnos que fuesen por libros. Una vez cumplido el propósito de los mismos ("si ya me sumaron mis puntos, ¿para qué los leo?) los estudiantes ya no tenían uso para ellos, así que los regalaron. Todos los que me dieron por duplicado los repartí entre quienes consideré estarían interesados en su lectura.

A mi parecer el problema de la falta de lectores tiene su origen en el pobre sistema educativo nacional. Y es que ya no hay maestros. La gente encargada de la educación en nuestro país tiene enormes carencias de preparación, tanto académica como metodológica. Y estoy generalizando, lo sé. Pero he visto cosas que no pueden sino deprimir a uno.

¿Imaginan ustedes a una educadora de preescolar que cree que una regla de 20 cm. es más grande que una de 30? ¿O a una maestra de primaria que pide imanes pero solicita que la mitad sean "machos" y la otra mitad "hembras" para poder utilizarlos en pares? Porque existen. Yo las conozco. ¿Y que tal una maestra de nivel bachillerato que afirme que Eva Perón fue una gobernante democrática y legalmente electa por los argentinos? Es para espantarse.

Por mi trabajo tengo contacto cotidiano con comunidades escolares y por ello hago estas afirmaciones con conocimiento de causa. Sé de maestros de un Colegio de Bachilleres que piden libros de texto y su clase consiste en pedir que los alumnos fotocopien temas y los peguen en su cuaderno. Profesores de Química que dan puntos a cambio de visitas al teatro. Y sería genial si en cartelera hubiera obras con temas de interés científico, pero la razón de los profesores es la comisión que ganan por llenar teatros.

Y el problema va más allá. Recuerdo que cuando yo era niño había una gran cantidad de lectura para niños. Podía uno ir al puesto de revistas o a los stands del Correo del Lector y encontrarse con toda clase de material de lectura para todas las edades. Recuerdo revistas como Globo, Colibrí o Cantinflas Show, dirigidas a un público infantil y dedicadas a promover la lectura. Esas mismas publicaciones y algunas otras, como Chispa, estaban encaminadas a generar interés por la ciencia en los niños. Y ya no hay publicaciones similares.

Fundación Cultural Televisa publicaba toda clase de revistas dirigidas a gente de todas las edades. Cantinflas Show era una de ellas. Historia del Hombre era otro ejemplo, y Saber Ver uno más. Y también esas iniciativas han desaparecido. Si realmente quisiera verme pesimista podría decir que quizás el gobierno está aplicando una estrategia más efectiva que la planteada por Bradbury en Farenheit 451. ¿Para que destruir los libros, si es más fácil apagar el interés por ellos?

En fin, no me resta más que ofrecer mi apoyo a Noé con la esperanza de estar equivocado. Y pedir a todos que, si es posible, se unan a esta campaña. O a Libros Libres. O a que inicien una por su cuenta. Porque es necesario hacer algo para evitar un mayor deterioro cultural de nuestra sociedad.

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