Esta semana mi abuela ha vuelto a las andadas. Se peleó con mi madre y seguramente esto tendrá repercusiones con el resto de su familia en los próximos días. Y si me refiero a ellos como "su" familia es muy simple. Ha habido tantos problemas, chismes, diferencias y desencuentros que me hacen sentir vergüenza de ellos.
Incluso acostumbro bromear con mi hermano cada vez que hace algo mal o comete algún error. En lugar de insultarlo o reclamarle simplemente le digo: "A veces se te activa el gen Cuéllar". A mi mamá no le hace gracia. Y alguna vez se lo dije, a los amigos se les escoge, a la familia no.
Y es que algunas veces mi mamá se pasa de buena gente. No importa cuantas groserías le haga mi abuela, mi mamá no sólo las soporta, sino que hasta la defiende. Cada vez que mi abuela surge en una conversación, sobre todo si mi hermano lanza algún improperio o si yo hago un comentario sarcástico mi mamá intenta cerrarnos el paso. "Es su abuela", nos recuerda. Hace algún tiempo que yo utilizo la misma respuesta cada vez que lo hace. "La tuya". Aún a su pesar, mi mamá también se ríe.
Y en estas situaciones, cada vez que mi abuela provoca algún conflicto, invariablemente pienso en mi abuelo. La verdad es que no sé como fue que le aguantó tantas cosas durante tanto tiempo. Sé que no está bien desear que se den casos de violencia domestica, pero algunas veces no puedo evitar pensar que todo hubiera sido diferente si mi abuelo le hubiese puesto un par de bofetadas a mi abuela en el momento justo. Pero el hubiera no existe.
Mis recuerdos de mi abuelo en mis primeros años son muy vagos. Supongo que entre tantos tíos no hay eventos específicos con mi abuelo que se quedaran marcados en mi memoria. Creo que realmente empecé a tratar más con él hasta que nos mudamos a su casa. Era mi tutor para asuntos escolares. Y cuando trataba de esconderse de mi abuela acostumbraba ir a nuestros cuartos a platicar o simplemente a sentarse a leer el periódico mientras fumaba su pipa y nosotros hacíamos la tarea. Acostumbraba también prepararnos el desayuno antes de ir a la escuela y llevaba a mi hermano al kinder.
Por relatos de mi madre y mis tíos sé que no siempre fue tan fácil tratar con él. Obrero en la fábrica de papel de Loreto - dónde actualmente hay un centro comercial - tenía que sostener a una gran familia. Padre de nueve, se las arregló siempre para que en su casa nunca hubiese carencias. Incluso me cuentan que ellos fueron tal vez la primera familia en tener una televisión en la colonia. Recuerdan haber recibido a varios vecinos para presenciar la llegada del Apolo XI a la Luna.
Y las presiones deben haber sido muchas. Nueve hijos creciendo y estudiando no son una carga fácil de llevar. Y no puedo imaginarme como era mi abuela en ese entonces. Mi abuelo fue alcohólico y, aún cuando nadie ha mencionado nunca ningún caso de abuso o violencia física, todos mis tíos coinciden en recordar esa época como una de gran tensión en casa. Y salieron adelante. Mi abuelo dejó atrás la bebida e incluso ahorró para comprar un terreno y construir una casa en el Olivar de los Padres, en ese entonces a las afueras de la ciudad. Diagnosticado años después de su jubilación con diabetes, mi abuelo vivió durante varios años con toda clase de limitaciones en sus hábitos.
Su diabetes se combinó con las secuelas de su alcoholismo provocando toda clase de complicaciones, desde problemas respiratorios hasta principios de cirrosis. Y aún así mi abuelo se mostraba fuerte la mayor parte del tiempo. Yo siempre he dicho que si acaso heredé la mitad de la fortaleza de mi abuelo me daré por bien servido.
Finalmente, un par de años después de que nos mudamos, mi abuelo falleció una madrugada de diciembre mientras dormía. La verdad es que posiblemente su compañía sea lo único que extraño de los diez años que viví en esa casa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario