viernes, 28 de mayo de 2010

Reseña: Nightmare on Elm Street (Pesadilla en la Calle Elm, 2010)

El género de horror ha sido el más golpeado por la reciente ola de remakes en Hollywood, y si utilizo ese verbo es porque los resultados, con pocas excepciones (como Dawn of the Dead, The Hills Have Eyes y The Crazies), han sido horrorosos, pero no horroríficos.

La más reciente víctima de esta falta de creatividad en los estudios es el clásico de Wes Craven, A Nightmare on Elm Street (Pesadilla en la Calle del Infierno), dirigida en esta ocasión por Samuel Bayer y producida por Michael Bay, que parece dispuesto a arrasar con el género, pues también produjo los remakes de The Texas Chainsaw Massacre (La Masacre de Texas) y Friday The 13th (Viernes 13).

La sola idea de intentar "recrear" la historia de un personaje tan icónico y arraigado en la cultura popular como lo es Freddy Krueger y "actualizarlo" para nuevas generaciones me parece una necedad, y como tal me molestó desde que la anunciaron.

Cuando se reveló que Jackie Earle Haley sería el encargado de dar vida a Freddy, pensé que tal vez la película tenía una oportunidad de al menos resultar entretenida con un buen actor en el papel principal, además de contar con los avances tecnológicos como para hacerla visualmente espectacular, así que empecé a considerar darle una oportunidad. Craso error.

La distribuidora decidió no usar el nombre en español de la original, y lo tradujeron de forma un poco más fiel como Pesadilla en la Calle Elm. Nancy (Rooney Mara), Kris (Katie Cassidy), Quentin (Kyle Gallner), Jesse (Thomas Dekker) y Dean (Kellan Lutz) son un grupo de adolescentes que viven en la calle Elm y van a la misma escuela. Dean y Kris son pareja, y durante una cita en una cafetería, él se queda dormido en la mesa.

En su sueño ve a un hombre que viste un maltratado suéter de franjas rojas y verdes y lleva un sombrero fedora que oculta a medias un rostro desfigurado por el fuego. El hombre en cuestión porta también un guante de jardinero que termina en cuatro afiladas navajas, mismas que utiliza para cortarle el cuello a Dean, aunque para Kris y Nancy, que trabaja como mesera en el lugar, da la impresión de que él mismo se cortó.

Poco a poco se revela que todos han soñado con la misma persona, y algunas pistas indican que se conocen desde pequeños, aunque no lo recuerdan. Intentan interrogar a sus padres, pero estos niegan cualquier relación previa entre ellos. Al revelar el nombre del hombre en sus sueños como Freddy Krueger (Haley), sus padres parecen afectados, pero se niegan a hablar, incluso cuando el misterioso asesino empieza a matarlos uno por uno mientras duermen, por lo que algunos buscan formas de permanecer despiertos a como dé lugar.

La película tiene toda clase de problemas (más allá de existir, claro), desde la historia hasta las actuaciones y pasando por la dirección y ambientación. En vez de una historia nueva que incorpore elementos de la saga original, usaron como base la historia de Craven para la primera película, pero agregando detalles al origen de Freddy. Eso me parece un error, porque se enfocan a construir la figura del despreciable pedófilo, que se vuelve una distracción y resta fuerza a la versión onírica y sobrenatural del personaje.

Haley hace un buen trabajo, pero el guion no le da mucho con qué trabajar. Los productores decidieron que Freddy no debía tener un sentido del humor como la versión de Robert Englund porque un asesino que cuenta chistes mientras tortura y asesina gente no espanta a nadie, claro. Luego viene el tema de la voz, pues Haley recuerda demasiado a su papel de Rorschach en Watchmen, así que la procesaron digitalmente para darle mayor reverberancia, y el resultado deja mucho que desear.

Tras todos los esfuerzos de la producción por anular el atractivo de la franquicia, solo restaban las requeridas víctimas. No sé si es problema de casting, guion, actores o dirección, pero uno nunca se preocupa por el destino de los protagonistas. Carecen de personalidad y sólo van por la vida tratando de no dormir mientras nos preguntamos si están despiertos, pues no actúan como si les importara seguir vivos (salvo uno, a quien conocemos sólo por su videoblog) y el resultado es que al espectador tampoco le importa.

Un amigo me preguntó por qué perdía mi tiempo y dinero con estas películas si estaba seguro de que no serían buenas. Confieso que me ganó el morbo además que, como mencioné antes, creí que al menos sería entretenida. Sólo sirvió para probar una vez más que el cine no es cuestión de presupuesto o efectos especiales, sino de historias, de narradores (guionistas y directores) y actores que den vida a esas historias. Además, considérenlo un servicio a la comunidad: las sufro para que ustedes ahorren y usen su tiempo en algo más satisfactorio.

Evítenla en la medida de lo posible.

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