La versión de 1981 de Clash of the Titans es considerada como un clásico del cine fantástico. Interpretada por un grupo de respetados y veteranos actores encabezados por Sir Lawrence Olivier y representando uno de los últimos proyectos en hacer uso extensivo de animación stop motion supervisada por uno de los grandes maestros de la técnica, Ray Harryhausen, es fácil entender por qué se le tiene tanto aprecio. Pero al analizarla fríamente, descubrimos que la historia no es tan buena como la recordábamos y que, salvo un par de excepciones, las actuaciones dejan mucho que desear. Pese a la labor de amor detrás de dar vida a las criaturas, los efectos tampoco envejecieron bien.
Y no digo lo anterior con intención de defender la nueva versión de ésta historia, estrenada hace un par de semanas, pues si algo queda claro tras ver la versión dirigida por Louis Leterrier, es que el cine fantástico no se trata sólo de los efectos especiales o de un montaje espectacular, sino de la creación de personajes y habilidad para contar una buena historia a partir de un buen guion. Y es justo en ese aspecto que esta nueva versión se queda corta incluso de por lo menos igualar a su antecesora.
Clash of the Titans (Furia de Titanes) gira alrededor del mito de Perseo, el semidiós griego que desafió a los dioses, pero se toma todavía más libertades que la mencionada versión dirigida por Desmond Davis. Quienquiera que pretenda criticar a la película por no respetar las historias en que se basó, debe hacerlo consciente de que es una crítica que también se aplica a la clásica versión de 1981.
Los humanos están hartos del desdén con que los dioses ignoran sus plegarias y se rebelan abiertamente, cerrando templos y destruyendo efigies de los dioses. Esto no cae nada bien en el Olimpo, donde el exiliado Hades (Ralph Fiennes) convence a su hermano Zeus (Liam Neeson) de que es necesario aplicar un castigo a los humanos para recordarles su lugar en el orden universal.
Zeus acepta la sugerencia de Hades y el blanco de su lección será la ciudad de Argos, donde han destruido estatuas y cuya reina insultó a los dioses al afirmar que Andrómeda, su hija, era aún más hermosa que cualquier diosa. Hades se manifiesta para informar a sus habitantes que el Kraken, una enorme criatura que descansa en el fondo del mar, será liberado y arrasará con la ciudad, a menos que accedan a sacrificar a su princesa.
Mientras lanza esta advertencia se percata de la presencia de Perseo (Sam Worthington), único sobreviviente de un naufragio provocado por la ira de los dioses. Para sorpresa de todos, revela la razón por la que el joven pescador sobrevivió a la catástrofe: es un semidios.
Tras hablar con Io (Gemma Arterton), una joven hecha inmortal por los dioses, Perseo se ofrece a buscar alguna manera de detener al Kraken, y se lanza en una búsqueda que tiene todos los elementos de una aventura de videojuegos: enfrentar monstruos, hacerse de armas y tesoros, acumular información y aliados, enfrentar monstruos cada vez más grandes para obtener más información, enfrentar monstruos más peligrosos, y adquirir el arma que le permita enfrentar al Kraken.
El resultado es una película medianamente entretenida que resulta ideal para matar un par de horas, siempre y cuando no se tengan expectativas de ver algo con más sustancia o corazón. Es una película de estudio en toda la extensión de la palabra, hecha con toda la intención de convertirse en el punto de partida de una franquicia y en una excusa para vender productos de licencia.
Leterrier es bastante capaz cuando se trata de realizar secuencias de acción y su labor es parte importante de que la película cumpla en cuestión de entretener, pero el guion no ofrece el mínimo desarrollo de personajes, y quizás de haber tenido un elenco con menor experiencia o voluntad por aportar un poco de presencia escénica la película se hubiera ido a pique.
Recomendada pero con bastantes reservas, sobre todo si admiran el trabajo artesanal de la versión original o son aficionados a las historias clásicas de la mitología, pues es probable que encuentren algo que los lleve a despreciar este nuevo esfuerzo o incluso a indignarse por los cambios realizados. Mi mayor decepción es que fue una oportunidad desperdiciada de contar una historia memorable.
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