Martin McDonagh es un exitoso autor irlandés de teatro que ha gozado de gran éxito en las islas británicas por más de diez años, aunque recientemente ha mostrado interés en el cine. En 2005 escribió y dirigió el cortometraje Six Shooter, con el que al año siguiente ganó el Oscar por Mejor Cortometraje no animado. In Bruges (En Brujas) es su primer largometraje. Y vaya debut.
Una vez ahí se hacen evidentes las diferencias que existen en carácter y personalidad entre ambos asesinos. Ken está fascinado con la ciudad, por su arquitectura medieval, sus iglesias y museos, y en general por la paz y tranquilidad que caracterizan a la ciudad. Ray, en cambio, se encuentra aburrido de tantos edificios viejos y arte, y desearía que los hubiesen enviado a un lugar más entretenido.
Poco a poco se revela la razón por la que se les ordenó salir de Londres y esperar hasta que se les contactara, lo que hace más compleja y elaborada la inusual relación entre ambos personajes, misma que por momentos parece simple camaradería masculina, aunque queda la sensación de que son más cercanos, casi como padre e hijo.
Durante una salida nocturna descubren que se está filmando una película en la ciudad, y tras una visita a la locación, Ray inicia una accidentada relación con una joven nativa de la ciudad. El sólo hecho de estar con alguien que no intenta convencerlo todo el tiempo de ir a alguna iglesia o museo parece ser suficiente para tenerlo satisfecho y feliz, aunque sin duda no estorba el hecho de que Chloe (Clemence Poesy) sea bastante atractiva.
Cuando por fin llega la esperada llamada de su jefe, las instrucciones recibidas ponen a prueba la relación entre los dos sicarios. La relación de Ray con Chloe no es tan simple como les hubiese gustado a ambos, pero ninguno de sus problemas los prepara para lo que tendrán que enfrentar una vez que su jefe, Harry Waters (Ralph Fiennes), decide presentarse en Brujas para resolver su problema de manera personal.
La primera mitad de la película tiene un ritmo semilento, pausado pero no aburrido. McDonagh dedica bastante tiempo a explorar a sus personajes, lo que no es sorpresa si tomamos en cuenta su experiencia en teatro. Pero una vez que la película llega al tercer acto, el ritmo es vertiginoso y no le pide nada a ningún thriller o película de acción.
Más allá de lo buena que es la historia, el fuerte de la película es su elenco. Gleeson y Fiennes son dos grandes actores, y su trabajo no es ninguna sorpresa. Quien sí sorprende es Farrell, que a menudo decepciona pero parece transformarse en proyectos de bajo perfil. Entre ésta y Cassandra's Dream creo que Farrell ha alcanzado la madurez como actor y puede convertirse en uno de los mejores de su generación si elige mejor sus papeles. Del elenco de soporte destaco a Clémence Poésy, a quien no conocía, y a Jordan Prentice, que ayudan al desarrollo a los protagonistas.
Un tema que asoma en varios puntos de la historia es la redención, pues varios personajes se enfrascan en discusiones sobre el futuro y la condenación. En una escena en particular, Ken y Ray discuten sobre el cielo y el infierno, además de la redención en el punto intermedio, el purgatorio, y todo ante un cuadro de Bosch. Se podría decir que tras una vida de decisiones cuestionables, ambos personajes están en el purgatorio de su vida, en Brujas, esperando la resolución que les indique cual será su destino final.
In Bruges es tal vez la mejor película que no vimos el año pasado, y resulta una interesante e inteligente propuesta llena de humor negro, muy escaso en el cine de nuestros días. Muy recomendable.
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