lunes, 23 de marzo de 2009

The Unborn (La profecía del no nacido)

David S. Goyer se ha convertido en uno de los guionistas más exitosos en Hollywood en la última década, y su currículo incluye Dark City (Ciudad en Tinieblas), Blade, Blade II, Batman Begins (Batman Inicia) y The Dark Knight (Batman: El Caballero de la Noche), lo que no lo exime de haber escrito también cintas como The Crow: City of Angels, Blade: Trinity y Jumper, pero tratemos de mantenernos optimistas.

Por desgracia, cuando cambia el procesador de palabras por la silla detrás de la cámara para dirigir, las cosas no marchan nada bien, como hemos podido constatar gracias a (¿por culpa de?) películas como Blade Trinity, The Invisible y, más recientemente, The Unborn (La profecía del no nacido).

Casey Beldon (Odette Yustman) es una joven estudiante que sufre pesadillas recurrentes. En ellas aparece un niño de aspecto siniestro que exige algo de ella, pero de forma vaga e indefinida. Tras un extraño incidente mientras trabaja como niñera de un bebé y un niño pequeño, la vida de Casey da un vuelco inesperado.

Todo empieza cuando la pigmentación de sus ojos empieza a cambiar, lo que parece indicar la presencia de un desorden genético hereditario, pero al investigar un poco sobre el origen de éste, descubre un secreto que sus padres le habían ocultado acerca de su nacimiento: tenía un hermano gemelo que falleció en el vientre de su madre antes de nacer. Eso lleva a Casey a hurgar en su pasado y poco a poco aclara el misterio tras el suicidio de su madre.

Así descubre la identidad del niño/ente que la atormenta en sueños y desde su subconsciente, lo que además agrega a la historia elementos de teología judía e integra al trasfondo de la misma temas como el Holocausto judío y los experimentos de Josef Mengele. El ente gana fuerza y pronto todos los que rodean y apoyan a Casey, como su novio Mark (Cam Gigandet) o Romy (Meagan Good), su mejor amiga, se vuelven víctimas potenciales del siniestro ser.

Aunque la idea parece un tanto original, poco a poco se vuelve formulaíca y repetitiva. La película ofrece algunos sobresaltos, pero en vez de lograrlos con la historia, Goyer recurre a una técnica muy socorrida en la actualidad: presentar los elementos visuales en sincronía con un estridente efecto sonoro, lo que al menos ayuda a despertar a aquellos espectadores que empiecen a sentir somnolencia. Lo repite tanto a lo largo de la película que se vuelve predecible y su efecto es cada vez menor, llegando incluso a provocar risas cada vez menos nerviosas en la audiencia.

Los efectos visuales son bastante buenos, pero su uso es demasiado convencional como para aportar algo a la historia. La película toma demasiados elementos visuales y argumentales de películas clásicas del género, como Rosemary's Baby, The Omen o The Exorcist, y comete pecados de continuidad más o menos obvios (que uno esperaría no pasarían tan fácilmente bajo las narices de un guionista experimentado). Las planas actuaciones de Yustman, Gigandet y Good tampoco ayudan a mantener el suspenso y la tensión a flote.

Ni siquiera la sobria participación de Gary Oldman, quien interpreta al rabino Sendak, un renuente exorcista judío a quien Casey solicita ayuda, logra dar un mínimo de credibilidad a The Unborn, que al final resulta sólo otro decepcionante intento por revivir el cine de horror sobrenatural, lo que tal vez no sea mala idea ahora que el gore y el exceso de violencia se han convertido en la norma en casi todas las producciones del género de horror. Quizás lo que más espanta de esta película sea la insinuación de una secuela.

Normalmente diría que The Unborn es recomendable sólo para aficionados al género, pero en este caso puede ser lo opuesto. A menos, claro, que no hayan visto las películas en que ésta se "inspira", en cuyo caso puede que encuentren hora y media de entretenimiento escapista.

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