Algunas veces no es bueno dejar las cosas a merced de la memoria. Digo esto porque en una reciente visita a una librería de viejo en busca de más material de lectura, decidí hacerme con el segundo tomo de Los Reyes Malditos. Al buscar en los estantes me encontré con que tenían sólo dos tomos.
El problema es que ninguno de los dos libors indicaba en modo alguno de qué volúmenes de la serie se trataba. Lo único que recordaba era que el segundo tomo estaba dedicado a una reina, así que asumí que debía ser La Loba de Francia, así que en cuanto terminé el libro que leía en aquellos días tomé ese volumen de la pila y empecé a leerlo casi de inmediato.
Tras un par de capítulos empecé a sospechar que algo andaba mal, y conforme avanzaba, las frecuentes menciones a reinados anteriores me hicieron darme cuenta de que había cometido un error. Una rápida consulta en internet confirmó lo que temía: La Loba de Francia era el quinto volumen de la saga. No iba a botar el libro, así que decidí terminarlo.
Alguna vez alguien me dijo que un buen autor se distingue de uno mediocre al escribir series, pues uno bueno hace que cada libro funcione y se sostenga por sí mismo, en tanto que el oportunista depende de su capacidad de mantener el hilo narrativo general con constantes menciones y referencias a libros anteriores sin preocuparse por contar una historia completa en cada volumen. En ese caso, Monsieur Duron pasa la prueba con mención honorífica.
La respuesta paranoica sería que debo ser más cuidadoso al tomar libros de autores que disfruto o atenerme a las consecuencias, en tanto que la respuesta racional y sensata es que necesito leer también a autores más jóvenes.
En cuanto a La Loba de Francia, no hay mucho que pueda decir acerca del libro que no se convierta en un eco de todo lo que escribí acerca de El Rey de Hierro. Se trata de un detallado recuento de hechos históricos acontecidos durante la estancia de Isabel de Inglaterra en Francia, y abarca hasta poco después de su regreso a Inglaterra y la muerte de su esposo.
La prosa de Druon es ágil y entretenida, y aunque mucho de lo que escribe debe ser juzgado como especulación o licencia artística, lo detallado de las situaciones narradas y sus concretas citas documentales me llevan a concluir que, aún si es especulación histórica, fue realizada con bases lógicas y razonables, lo que da a la novela de una plausibilidad innegable.
No me resta más que recomendar ampliamente la lectura de esta excelente saga y recordarme a mi mismo que necesito hacerme con los volúmenes dos y tres de la saga antes de cometer algún otro error.
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