Hace unas semanas, cuando comenté The Terminal Man, mencioné que se trataba del libro de Michael Crichton más corto que había leído. Ahora ese privilegio le corresponde a Eaters of the Dead.
Tengo entendido que en la edición de pasta dura de la novela hay una nota de Crichton en la que explica que escribió el libro como una forma de probarle a un amigo suyo que era posible tomar la historia narrada en el poema épico Beowulf y contarla de un modo que no resultase aburrido.
Aunque encuentro el mencionado poema aburrido, creo que se debe más a la forma en que está escrito que a la historia en sí, lo que explicaría los varios intentos de adaptar la historia al cine y la tv (recuerdo en especial una animación rusa producida bajo auspicio de la BBC, muy buena), o de tomar parte de su argumento como base o inspiración para otros trabajos.
Una técnica común en la obra de Crichton es tomar información real bien documentada y extrapolar la ficción en el corazón de su novela. En Eaters of the Dead hace lo mismo. Para sentar un precedente que le permita situar en la realidad el mito de Beowulf y su lucha contra Grendel, Crichton usa el manuscrito de Ahmad ibn Fadlan, cronista árabe que en el siglo X fue enviado por el Califa de Bagdad como embajador ante el rey de los búlgaros del Volga, quien en su viaje encontró a los Rus (ancestros del pueblo ruso) y a algunos otros grupos nórdicos.
Mientras la delegación árabe se hospeda con los vikingos, llega un mensajero del norte. Se trata del hijo de un rey, enviado a pedir a Buliwyf, jefe de la partida de comerciantes y líder de los guerreros nórdicos, que regrese a su tierra natal, que está bajo el asedio de una siniestra fuerza.
El oráculo vikingo de la aldea temporal le informa a Buliwyf que debe hacerse acompañar por doce guerreros, siendo el trece un número considerado de buena suerte. También se le informa que uno de los guerreros tiene que ser alguien ajeno a su pueblo, razón por la cual eligen a ibn Fadlan para que los acompañe, aún a pesar de las protestas de éste.
Una vez que los restantes once guerreros se ofrecen como voluntarios, empiezan los preparativos para el viaje. ibn Fadlan pierde su principal modo de comunicación pues el vikingo que le servía como intérprete no realizará el viaje al norte, pero uno de los guerreros que irá con la expedición habla latín, por lo que pronto encuentra el modo de comunicarse con él utilizando esa lengua neutral para ambos.
Los siguientes capítulos narran las peripecias del viaje, navegando por ríos interiores y cabalgando para atravesar montañas y bosques hasta llegar a las tierras hogar de los vikingos. ibn Fadlan registra muchas de las costumbres de la gente del norte de acuerdo a lo que atestigua al viajar con ellos, además de añadir información adquirida mediante preguntas a sus acompañantes. Conforme se acercan a la región asolada por los "monstruos de la niebla", también llamados Wendol, la narración empieza a cobrar tintes épicos.
Cabe apuntar que el texto está escrito como si fuera un comentario académico del manuscrito de ibn Fadlan, razón por la que tiene toda clase de anotaciones y comentarios a pie de página para aclarar distintos hechos, tanto factuales como ficticios, desde la geografía y costumbres, hasta la posible etimología de algunos términos o el significado de algunas observaciones de ibn Fadlan. Todo lleno de referencias documentales y una completa bibliografía, tal y como acostumbra Crichton.
Sin embargo, y como prueba de que el autor no se tomaba las cosas tan en serio, uno de los libros citados es el Necronomicon, grimorio ficticio creado por H.P. Lovecraft. Mi copia es una primera edición de bolsillo y viene ilustrada con unos bonitos grabados de Ian Miller, mismos que escaneé a fin de poder usar algunos para ilustrar este texto.
Eaters of the Dead es una entretenida historia sobre el choque de culturas y la interpretación que cada una da a diferentes aspectos. Se trata de un posible vistazo a cómo hechos reales pudieron servir como base e inspiración para una de las obras literarias más antiguas de la civilización occidental, todo narrado con la acostumbrada pulcritud y agilidad narrativa características de Crichton. Recomendada para todo mundo, y pero sobre todo para quienes gustan de la épica antigua y las historias de vikingos.
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