miércoles, 20 de mayo de 2009

The Terminal Man, de Michael Crichton

The Terminal Man es una de las primeras novelas de Michael Crichton, y fue apenas la segunda firmada con su nombre, pues muchos de sus primeros trabajos de ficción aparecieron bajo seudónimos. Es la novela más corta que le conozco y una de las pocas donde el enfoque científico está en su verdadera especialidad: la medicina.

Harry Benson es un programador de computadoras (ojo, la novela es de 1972), que sufre de un desorden cerebral consecuencia de un accidente de tránsito, y presenta episodios de violencia que son seguidos por una pérdida de conciencia, y al despertar no recuerda lo sucedido.

En algunos de sus episodios más recientes Harry ha lastimado a dos personas, por lo que sus médicos deciden someterlo a una neurocirugía experimental conocida como Fase 3, que consiste en implantar una serie de electrodos en su cerebro, conectados a una microcomputadora con la intención de controlar sus ataques. La operación será realizada por un prestigioso neurocirujano, el Dr. Ellis, quien tiene algún tiempo esperando al candidato ideal para realizarla por primera vez en un ser humano.

La Dra. Janet Ross, psiquiatra de Harry, se opone al procedimiento, pues considera que algunos particulares del caso lo convierten en un paciente potencialmente peligroso. Durante una plática acerca de la operación para el personal del hospital, un doctor emérito, antiguo maestro de la Dra. Ross, expresa una preocupación similar, pues considera que la sintomatología de Harry es propia de una psicosis que no sería resuelta con la operación. A pesar de las protestas, Ellis y su equipo deciden realizar el procedimiento.

El Dr. McPherson, jefe del Departamento de Neuropsiquiatría del hospital y uno de los principales promotores de la cirugía, entrevista a Harry después de la operación y llega a la conclusión de que los temores de la Dra. Ross estaban fundamentados, pues Harry aún presenta un comportamiento anormal.

No sólo está convencido de que las máquinas pretenden apoderarse del mundo, si no que ahora él mismo tiene una máquina implantada en el cerebro. Preocupado, ordena mantener al paciente bajo sedantes de manera constante.

El procedimiento se completa al activar la interfaz entre la computadora y los electrodos, que activa una descarga que ayuda a prevenir los ataques. Pero existe el riesgo de que Harry aprenda a activar los ataques de manera inconsciente para recibir los estímulos a sus centros de placer cada vez que se inhibe un ataque. Tras estudiar los resultados de la observación, la Dra. Ross concluye que Harry representa un peligro a menos que se cambie la interfaz de sus electrodos, pero cuando acude a visitarlo descubre horrorizada dos cosas.

Uno, que por un error administrativo las enfermeras no le han administrado los sedantes ordenados por el Dr. McPherson, y dos, que Harry ha escapado del hospital. Lo que sigue es una emocionante y tensa búsqueda mientras los doctores se dividen y colaboran con la policía para tratar de localizar a Harry antes de que tenga oportunidad de lastimar a alguien o incluso a si mismo.

Muchos de los elementos tradicionales de la obra de Crichton están presentes desde esta temprana obra, pues intercalados en la historia se encuentran datos duros e información fidedigna de los procedimientos médicos descritos y la tecnología empleada en ellos.

El dilema ético y moral que enfrentan los personajes es presentado de forma sobria y balanceada, equilibrando los puntos de vista encontrados y poniéndolos al servicio de la narrativa, lo que resulta en personajes creíbles que lidian con sus propios conflictos al tiempo que forman parte del conflicto central de la historia.

En 1974 se filmó una adaptación de ésta novela en una película protagonizada por George Segal, pero tuvo una tibia recepción tanto crítica como de taquilla, y es quizás la menos popular de las películas basadas en libros de Crichton. The Terminal Man es un emocionante thriller médico-psicológico, recomendado tanto para los amantes del género como para la gran mayoría de lectores casuales.

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