jueves, 1 de septiembre de 2011

Midnight in Paris (Medianoche en París)

Woody Allen es un director que divide opiniones, y para fines prácticos solo tiene aficionados y detractores. Si bien estoy de acuerdo en que su carrera dio un fuerte bajón durante buena parte de los 1980 y 90, en términos generales creo que podría considerarme fan de su trabajo.

Desde las inusuales comedias de sus inicios hasta los oscuros dramas de años recientes, y pasando por su etapa más personal durante la década de los setentas, considero que si algo ha caracterizado al cine de este singular realizador neoyorquino es que tiene una voz y una visión personales que siempre encuentran salida en sus películas.

Largamente ligado a la ciudad de Nueva York, Allen tiene algunos años ya trabajando en el Viejo Mundo, lejos de su hogar, y parece haber resultado favorecido con el cambio de aires. Tras filmar un puñado de películas en Inglaterra y España ahora suma una en Francia o, más concretamente, en París.

Si bien sus dramas "europeos" habían marcado un notable regreso en términos de la calidad de sus películas y resultaron mayormente buenas películas, sus incursiones recientes en el género de comedia (Scoop, Whatever Works, You'll Meet a Tall Dark Stranger, etc.) dejaban bastante que desear.

Por fortuna Midnight in Paris (Medianoche en París) rompe con esa tendencia y no sólo es la mejor comedia de Allen en años recientes, sino también la mejor película que nos haya dado en mucho tiempo. Gil Pender (Owen Wilson) es un guionista de Hollywood que desea cambiar de carrera y está trabajando en su primera novela. Aprovechando un viaje de negocios de sus futuros suegros a Paris, Gil y su prometida, Inez (Rachel McAdams) se toman unas vacaciones con ellos.

Gil está encantado con la ciudad y tiene la idea de que quizás lo que necesita para poder terminar su libro es contagiarse un poco de la bohemia que marcó a la Ciudad Luz durante la década de los 1920, cuando se convirtió en el punto de reunión de toda clase de artistas y creativos de todo el mundo.

Los desencuentros entre el romántico escritor y su prometida van en aumento, y cuando se encuentran con Paul (Michael Sheen), un pedante amigo suyo que busca arrastrarlos a toda clase de eventos y reuniones, las cosas sólo empeoran. Lo único que Gil quisiera es alejarse de todos ellos y disfrutar la ciudad a su manera. Luego de una cata de vinos se le presenta la oportunidad, pues decide no acompañarlos a bailar y se pierde de camino a su hotel.

La ciudad parece transformarse por arte de magia pasada la medianoche, y Gil se encuentra en un mundo que es exactamente como imaginaba que serían las fiestas y reuniones de la que él considera la época dorada de la ciudad. El problema es que es exactamente así, celebridades incluidas.

El sorprendido escritor se encuentra departiendo y conviviendo con artistas y escritores como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Salvador Dalí, Pablo Picasso y Cole Porter, además de conocer a una sensual e interesante mujer llamada Adriana (Marion Cotillard), amante de varios pintores y quien parece sentirse igualmente atraída por él. Gil sale entonces cada noche a seguir explorando el país de sus sueños, para preocupación y recelo de Inez y sus padres.

En la superficie Midnight in Paris tiene mucho del sutil humor que caracterizaba a algunas de las mejores comedias de Allen, pero tal vez su mayor virtud consiste en no quedarse sólo en eso, pues la historia explora temas más profundos con el personaje de Gil sirviendo como el sustituto de turno para Allen.

La película tiene un ritmo muy balanceado, sin la lentitud que caracteriza algunos dramas del director pero sin acelerar el desarrollo de la historia. Allen se toma su tiempo para establecer el entorno y permite que París se convierta en uno de sus personajes, como solía hacer con Nueva York hace unas décadas.

El elenco es espectacular, e incluye, además de los antes mencionados, a Tom Hiddleston, Adrien Brody, Kathy Bates, Carla Bruni y Allison Pill. Destaco la interpretación de Wilson, que canaliza la personalidad de Allen y es fácilmente identificado como su sustituto de turno, pero no de una manera tan obvia que pueda hacerlo parecer un mal imitador.

Si les gustan las películas de Woody Allen, es casi seguro que disfrutarán esta cinta, que permite descubrir que el viejo maestro todavía tiene historias por contar y no ha perdido el talento para hacerlo. Y si no lo son, es una buena oportunidad para entender por qué se le tiene en tan alta estima.

Una película bastante recomendable.

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