X-Men, la película dirigida por Bryan Singer en el 2000, es considerada por muchos como el inicio del boom de las películas de superhéroes. Si bien fue precedida por Blade (1998), X-Men contó con una producción más cara y elaborada, además de presentar a personajes más populares y conocidos, incluso fuera del medio comiquero.
Su éxito fue tal que de inmediato se aprobó la producción de una secuela y se empezó a especular sobre spinoffs y proyectos paralelos. El mismo Singer se encargó de llevar a la pantalla en 2003 la secuela, X2, que logró incluso superar el éxito y aceptación de aquella primera entrega.
Lamentablemente, cuando Singer aceptó dirigir Superman Returns para Warner Bros, esto no cayó bien en Fox, y el estudio removió al director de la tercera entrega, lo que provocó cambios y retrasos. Matthew Vaughn sonaba como el más viable a tomar el proyecto, pero éste, al percatarse del caos que reinaba en Fox, además de las irreales fechas de producción y postproducción, y que le pedían iniciar la filmación sin un guion terminado, optó por hacerse a un lado y abrió la puerta a la llegada de Brett Ratner, que fue responsable de la desastrosa X-Men: The Last Stand, estrenada en 2006.
Tres años después vio la luz X-Men Origins: Wolverine, primero de varios proyectos derivados que estaban preproducción. Realizada en medio de la huelga de escritores, la película fue una enredada mezcolanza de historias cuya pobre aceptación generó dudas sobre el futuro de la franquicia. Por fortuna la productora Lauren Shuler-Donner trajo de vuelta a Bryan Singer para una precuela/reboot de la franquicia. Compromisos pevios impidieron que asumiera control del proyecto, pero ayudó a desarrollar la historia y fue uno de los productores. Para dirigirla se contrató a Matthew Vaughn, que reclutó a su habitual colaboradora, Jane Goldman, para trabajar en el guion.
X-Men: First Class es un regreso a las bases en toda la extensión de la expresión. La película comienza cuando el pequeño Charles Xavier (el futuro Profesor X) descubre a Raven, alias Mystique, hurgando en su cocina, y confirma que no es el único ser con habilidades especiales. Al mismo tiempo, en Alemania, Erik Lensherr es separado de sus padres en un campo de concentración, y en un momento de ira y angustia manifiesta por primera vez sus poderes de manipulación de los metales. Eso llama la atención de Schmidt, el científico a cargo del campo, quien adopta como proyecto personal liberar el potencial de Erik sin importar los métodos para lograrlo.
Dieciocho años después, Erik (Michael Fassbender) busca a los responsables de su sufrimiento en el campo de concentración para vengarse de ellos, en particular de Schmidt, y su búsqueda lo lleva a América. Al mismo tiempo, Moira McTaggert (Rose Byrne), una agente de la CIA, investiga las presuntas actividades pro-comunistas del Hellfire Club, un exclusivo establecimiento de Las Vegas cuyo dueño, Sebastian Shaw (Kevin Bacon) tiene una agenda secreta que va más allá de las simples elucubraciones que uno esperaría de un espía comunista durante la Guerra Fría.
Tras descubrir por accidente la existencia de seres con habilidades especiales, Moira busca la asistencia de un especialista en genética. Xavier (James McAvoy), en compañía de Raven (Jennifer Lawrence), a quien presenta como su hermana, está por graduarse como profesor en genética en una prestigiosa universidad suiza. Moira busca su asistencia para convencer a sus superiores de que lo que enfrentan es algo más que un simple grupo de disidentes con ideas antiamericanas.
Durante un operativo para capturar a Shaw, Xavier conoce a Erik, que busca a Shaw por razones personales, y poco a poco se forma un lazo de amistad entre ellos. Al descubrir los planes de Shaw, deciden, con apoyo de la División X de la CIA, reclutar y entrenar a un grupo de jóvenes mutantes para hacer frente al grupo de Shaw, formado por otros mutantes con habilidades especiales.
X-Men: First Class está ambientada a inicios de los 1960 y, de hecho, el climax de la historia tiene lugar durante la histórica crisis de los misiles de Cuba, en octubre de 1962, durante el gobierno del presidente John F. Kennedy. Este detalle causó controversia cuando se anunció, pues sentar fechas específicas en la ficción, sobre todo si hablamos de cómics, suele traer muchos problemas. Y sin embargo, funciona.
Vaughn optó por trabajar con una estética y estructura que recuerdan a las primeras películas del agente 007, las producidas en la primera mitad de los 60. La Guerra Fría y los G-men de la CIA en busca de espías son los principales elementos que forman el entorno de una historia de conflictos éticos y morales, sobre discriminación y miedos. Por necesidad la historia se centra en Erik y Xavier, y explica cómo dos individuos tan diferentes pueden convertirse en amigos, y la manera en que las mismas diferencias que los unen terminan por separarlos, dejándolos en bandos opuestos de un dilema que no tiene una solución fácil.
No todos los personajes reciben el mismo desarrollo, pero es irreal pensar que se puede trabajar a fondo en una docena de personajes en sólo dos horas. Aun así, el crecimiento de los personajes, sobre todo los jóvenes reclutas de Xavier y Erik, se manejó de forma adecuada, como grupo y dentro de la historia. Las actuaciones en general son bastante sólidas (excepto January Jones, que luce preciosa como Emma Frost pero no actúa nada) y me atrevería a destacar el trabajo de Fassbender y MacAvoy, que se posesionan de sus personajes a pesar de tener encima la sombra de sus antecesores, Sir Ian McKellen y Patrick Sewart.
Como lector y aficionado de muchos años de los X-Men, me gustó mucho ver como integraron a la historia varios temas y motivos característicos de los primeros años del cómic, y es imposible no sonreír ante las múltiples referencias al texto introductorio de los cómics: "Mutantes, hijos del átomo, juraron proteger a un mundo que les teme y los odia..." Entiendo que a muchos les molestó que los miembros de este primer equipo no sean los mismos del cómic, con la única excepción de Beast, pero me parece que los personajes elegidos eran los ideales para la historia que se quería contar.
Por otro lado, me gustaría hacer incapié en que es un error considerar a First Class como una precuela de las tres películas producidas durante la década pasada. Aunque hay cierta afinidad y congruencia, sobre todo con las dos películas de Bryan Singer (idea reforzada con un par de cameos), la idea es que éste sea el inicio de una franquicia nueva con una continuidad separada de aquellas primeras entregas.
De hecho, el plan de Fox es desarrollar ambas series de forma paralela, y hace unos meses Lauren Shuler-Donner comentó que el estudio estaba muy entusiasmado con la propuesta de Singer para X-Men 4, que además llevaría directamente a X-Men 5. En lo personal me encanta la idea de tener dos series cinematográficas de los X-Men, sobre todo si van a estar en las capaces manos de Singer y Vaughn.
En conclusión, X-Men: First Class es una entretenida película, bien escrita y dirigida y con una balanceada mezcla de acción, intriga y humor. Todo fan de cómics (sobre todo de superhéroes) debiera disfrutarla, en tanto que para aquellos no familiarizados con el medio o el género, representa una entretenida experiencia escapista con más cerebro y emociones de las que Hollywood suele ofrecer.
La película tiene todos los ingredientes de un buen blockbuster de verano y sienta las bases para desarrollar otra exitosa franquicia de superhéroes, que extiende además la racha de Matthew Vaughn de adaptar exitosamente proyectos en los que pocos creen. Sólo resta esperar que esta vez Fox no encuentre el modo de echarlo a perder. Altamente recomendada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario