Me quejaba de que McG no era ninguna garantía de calidad tratándose de directores de cine, creo que Stephen Sommers tiene una reputación aún más dudosa. Su filmografía incluye la plana pero divertida adaptación de The Jungle Book (El Libro de la Selva), la predecible y medianamente entretenida Deep Rising (Terror en lo Profundo), que le dieron la notoriedad suficiente para lograr la aprobación de The Mummy (La Momia), que a la fecha es su mejor película. La decepcionante pero moderadamente exitosa secuela, The Mummy Returns (La Momia Regresa), llevó a crear proyectos derivados para los cuales Sommers produjo o ayudó con los guiones.
Se enfocó a trabajar en lo que se supone era uno de sus proyectos soñados, Van Helsing, donde prometía ofrecer una visión fresca e innovadora de los monstruos clásicos hechos famosos en las clásicas películas de la Universal. El resultado fue tan patético y grotesco que no pienso dedicarle más líneas. Con esos antecedentes Sommers pasó a integrarse a la lista de directores cuyo trabajo no me importa en lo más mínimo y cuyas películas solo he de ver de manera circunstancial.
Cuando se anunció que él sería el encargado de la adaptación cinematográfica de GI Joe, la sensación de apatía se incrementó, pues nunca fui afecto a los juguetes ni a las series animadas de esa popular franquicia ochentera. La razón por la cual vi la película se puede resumir diciendo que fue un aburrido miércoles de vacaciones donde no había mucho más que hacer. Y la verdad es que no estuvo tan mal como temía.
La trama de GI Joe: The Rise of Cobra no podía resultar más simple. MARS es una compañía fabricante de armas que ha desarrollado tecnología que permite destruir cualquier estructura metálica en cuestión de minutos utilizando nanobots similares a termitas que son capaces de devorar enormes cantidades de metal en unos cuantos minutos. El Sr. McCullen (Christopher Eccleston), CEO de MARS, ha cerrado la primera venta de esta tecnología, que será entregada a la OTAN en un embarque protegido por tropas norteamericanas. El convoy es atacado por un misterioso grupo que usa tecnología avanzada y extermina a casi toda la escolta.
Cuando solo quedan dos hombres para intentar evitar el robo, aparece un grupo de operativos especiales que rechaza a los atacantes. Repelida la amenaza, Ripcord (Marlon Wayans) y Duke (Channing Tatum), los únicos sobrevivientes de la escolta original, acompañan a sus salvadores, quienes se hacen llamar simplemente Joes, hasta su base secreta. Tras algunas discusiones, el Gral. Hawk (Dennis Quaid) accede a aceptarlos de manera provisional como parte de su unidad, especialmente tras descubrir que Duke comparte un pasado con la Baronesa (Sienna Miller), aparente líder del grupo que intentó robar el arma.
A partir de ahí la película no se complica con cosas tan triviales como una trama elaborada o desarrollo de personajes. Los buenos son buenos y los malos son malos; los villanos pretenden cometer fechorías y comportarse como los malvados que son, en tanto que los héroes hacen todo lo necesario para intentar detenerlos.
Obviamente esta clase de material no requiere mayor esfuerzo de parte de los actores, así que solo puedo mencionar a manera de curiosidad las breves participaciones de los protagonistas de The Mummy, Brendan Fraser y Arnold Vosloo, y lo curioso que resulta volver a "no ver" a Ray Park en una película de acción. Mención aparte merecen las coreografías de combate de artes marciales que ejecutan Byung-hun Lee y el mencionado Park, interpretando a Shadow Snake y Snake Eyes, respectivamente, pues sobra decir que son espectaculares.
Habría también que agradecer a quienquiera que haya seleccionado a Rachel Nichols y Sienna Miller para los papeles de Scarlett y la Baronesa, respectivamente, y al encargado de diseñar su vestuario, pues es de las cosas que facilitan aceptar de buen grado material tan ligero e inconsecuente como este. GI Joe: The Rise of Cobra no es una buena película pero nunca pretendió serlo.
Como alguna vez escuché decir a alguien, es la clásica película veraniega, entretenida y olvidable, que ofrece un rato de aire acondicionado en una cómoda butaca para matar las calurosas tardes de temporada. Recomendada solo para matar un rato si están de humor para dos horas de escapismo puro dirigido a un público adolescente.
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